Solórzano expone su criterio de salvaguardar a nuestros artistas más jóvenes y brindarles la oportunidad de brillar.La ciudad de Guantánamo, usualmente asociada a ritmos musicales y geografía extrema, se convirtió por unos días en punto de encuentro para la palabra y la imagen. Fue durante el evento artístico literario Regino Eladio Boti que Lisette Solórzano, viajó desde La Habana no solo para admirar la obra local y dar conferencias, sino también para tender puentes, inspirar búsquedas y reafirmar la memoria desde la imagen.
Solórzano no es una visitante común. Su nombre está indisolublemente ligado a la Fototeca de Cuba, institución que dirige y que custodia, como una bóveda del tiempo, parte esencial del patrimonio visual de la nación. A pesar de una agenda densa y encuentros constantes, se detuvo a conversar, en un rincón del evento, con la serenidad de quien cree que la historia no solo debe conservarse: también debe contarse.
Hábleme un poco de la Fototeca de Cuba.
La fototeca se crea en el 86, sobre todo porque empezamos a recibir un patrimonio que fue de rescate, y ahora mismo tenemos una bóveda que tiene obras de los años 20, 30 y 40 del siglo XX; daguerrotipos, negativos, todas de distintas etapas de fotógrafos cubanos; obras de los primeros estudios; información hasta la actualidad.
Ahora lo escaneamos para que sirva de bien útil para todo público, estudiantes, historiadores… pero también la conservamos para la posteridad, todo lo cual exige inversión en paneles para conservar las obras, papeles antiácidos para que nada se pierda…
¿Cómo se asume la fotografía desde Cuba según su mirada especializada?
Eso es complejo mostrarlo sin apoyo visual, porque la fotografía hoy en Cuba y no solo en Cuba, en Latinoamérica, se mueve hacia la inteligencia artificial, hacia un mundo de más desarrollo, y ahora, en la Isla ocurre algo interesantísimo: las nuevas generaciones de fotógrafos quieren saber mucho más, pero desde lo analógico, de hecho, están haciendo su obra a partir de lo analógico con cualquier tema, contestatario, de barrio, forma de vida; los tópicos son disímiles, pero la forma, el soporte es el que va hacia delante o hacia atrás.
Los artistas utilizan hasta los defectos para crear su propia obra y en general para mi la fotografía en Cuba es cada vez mejor.
Ahora mismo en Guantánamo estoy segura que hay muchos fotógrafos que son muy buenos pero no escapan a los problemas de soporte fotográfico, este arte es caro: las cámaras, los papeles y las impresiones, sea digital o analógica, pero hay formas de crear y lo que hay que hacer es eso, rescatar las nuevas generaciones con muy buenos trabajos.
Hay que buscar sponsors, promoverlos, que participen en concursos, en eventos y yo los invito, aprovechando el momento al Noviembre Fotográfico que vamos a hacer en La Habana, que por primera vez tendrá una provincia invitada que será Matanzas y una distinción a un país latinoamericano, Brasil; y la idea es que no se pierdan los valores que están surgiendo en estos lugares, en las escuelas, en los talleres.
¿Cree que existe una saturación en la fotografía latinoamericana que refleja la marginalidad o existe una visión más positiva que no se explota?
Eso depende, existen festivales que buscan la marginalidad y si quieres participar vas a tratar de reflejar eso, pero Noviembre Fotográfico donde, dicho sea de paso, podrán participar cineastas experimentales, invita a la búsqueda, y eso como tema es muy amplio.
Lo que aconsejo a cada persona es que, si están haciendo lo mismo que otros, busquen lo bueno y lo malo, valoren para cuando vayan a hacer lo propio, nutrirse de cada quien.
Uno tiene que fijarse en todo, no se puede ignorar eso, desde el que hace un trabajo excepcional hasta los que hacen algo que no es de nuestro agrado, porque incluso lo que no nos gusta, con el tiempo, puede estar defendiendo un aspecto que se quiera trabajar en el futuro.