A sus 16 años, Claudia Rodríguez Rodríguez lleva la melodía en el alma. Esta joven de sonrisa tímida y mirada curiosa ha descubierto recientemente que su voz puede trascender las paredes de su habitación.
“Nunca sentí pasión por la música, y ni siquiera sabía que podía cantar. Todo comenzó en la Iglesia, donde poco a poco, durante los ensayos del coro, se dieron cuenta de que tenía voz para el canto. Así fue como descubrí este talento que tenía dormido.
“El día de mis 15 marcó un antes y un después, luego de que mis padres me sorprendieran con una serenata del grupo de mariachi Sol Naciente, y entre lágrimas canté un pedacito de Cómo no creer en Dios. La cantante del grupo, Yainelis, quedó sorprendida y me dijo que tenía una voz muy especial. Ahí sentí algo distinto.
“Desde entonces fui invitada por ellos a cantar en eventos como los carnavales, en la inauguración del verano, en serenatas familiares... hasta que mi abuela me llevó al club de la década prodigiosa Huellas del ayer; donde al escucharme me propusieron ser la cantante oficial del club, donde tengo un espacio fijo”, cuenta.
Un día, en el Centro cultural La Guantanamera, la instructora de arte Dayamín Lores, le propuso a Claudia participar en el concurso de interpretación musical La Voz de Oro, que auspicia la Casa de Cultura. Le asignaron la canción El Espejo, de Yuri, y empezó a prepararse con mucho esfuerzo.
“Justo al subir al escenario, se me enredó el tacón con una lentejuela del vestido. Casi no podía moverme. Pensé que me iban a descalificar, pero logré desarrollarme en escena, aunque no como lo había ensayado. Canté con el corazón, que para mí es lo más importante”.
“Nunca imaginé ganar. La competencia era fuerte, con talentos extraordinarios. Pero al otro día me dijeron que, gracias a los votos del público gané el Premio de la Popularidad. Me quedé sin palabras.
Fue un milagro para mí”, dice emocionada. El apoyo de la familia ha sido fundamental para Claudia, sobre todo, por su preparación autodidacta.
“Al principio, mi papá no estaba del todo de acuerdo. Quería que solo cantara en la Iglesia por nuestras creencias cristianas. Pero poco a poco entendió que esto era una carrera para mí, un camino que yo quería construir. Hoy en día, él y toda mi familia me apoyan completamente.
“Mis planes para el futuro son terminar mis estudios preuniversitarios y seguir creciendo como artista. Quiero ser una cantante profesional, preparada para interpretar cualquier género: salsa, bolero, lo que sea. Pero mi verdadera pasión está en la música mexicana. Ahora mismo soy la única mujer del grupo de mariachis Voces del Corazón. Somos todos aficionados, pero con un deseo ardiente de superarnos.
“Mi consejo para quienes tienen un sueño, pero dudan en seguirlo, es que no dejen de creer en sí mismos. Que se lancen, aunque tengan miedo. Yo no tomé clases de música, pero sí aprendí a cantar con el alma. Si algo te hace vibrar el corazón, ahí está tu camino”, concluye.
Lo que comenzó como un escape creativo entre tareas escolares y tardes de estudio, se ha convertido en una pasión que ilumina cada rincón de la vida de Claudia, para quien aunque el futuro es una partitura por escribir, una cosa es clara: ya encontró su voz.