4965252184866401841En el parque José Martí de Guantánamo, el grupo Teatro Andante presentó Faro como parte de la 49 edición de la Canción Política, llevando al espacio público una pieza cargada de simbolismo y compromiso. Dirigida por Juan González Fiffe, la obra vuelve sobre uno de los temas más punzantes del presente cubano, la migración.

Desde su título, Faro se plantea como metáfora de guía y esperanza, evocando la imagen de un país que, en tiempos de confusión, necesita reencontrar su rumbo. La propuesta recupera elementos de la tradición cultural cubana, la trova, la gestualidad popular, referencias históricas, para hilvanar un mensaje que, en su núcleo, recuerda que todas las manos que aman esta tierra y su cultura son necesarias para construir un futuro próspero. Es un llamado de reconstrucción colectiva, que se percibe sincero.

Sin embargo, la pieza no logra siempre aportar una nueva perspectiva sobre el fenómeno migratorio. Si bien conmueve y evidencia la sensibilidad de sus intérpretes, sus reflexiones sobre la partida y el desarraigo transitan por lugares ya visitados, lo que resta cierta frescura a un discurso que podría abrir más interrogantes o explorar zonas menos transitadas.

En lo actoral, la puesta se sostiene con solidez. El elenco, integrado mayormente por jóvenes, despliega energía, compromiso y un manejo orgánico de los símbolos. Hay escenas que, gracias a la fuerza interpretativa, elevan el texto más allá de su previsibilidad en ciertos pasajes. Esa honestidad actoral es uno de los puntos altos de la obra.

La elección del teatro callejero potencia el contacto directo con el público y reafirma la vocación de Andante de llevar su mensaje allí donde la gente vive, trabaja y se detiene. El parque Martí, convertido en escenario abierto, favoreció una interacción viva, en la que los espectadores no fueron meros receptores, sino parte de un diálogo que mezcló emociones, silencios y aplausos.

Faro, en definitiva, es un ejercicio de resistencia cultural. Su mayor mérito radica en mantener encendida la llama del teatro como espacio de encuentro y reflexión, aun cuando el guion no siempre arriesgue en sus planteamientos. La obra nos recuerda que, para que Cuba avance hacia un futuro más justo y próspero, todas las voces deben encontrar un lugar en la construcción común. Y, como todo faro, su función no es resolver el viaje, sino seguir iluminando el camino, aún en medio de la tormenta.

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