Cuando era muy jovencito, enamoró a los televidentes bajo el nombre y la piel de Leroy en La cara oculta de la luna. Ahora nos tiene (me incluyo) puestos todos a demostrar la inocencia de Diego en Regreso al corazón. Porque es así: una vez que un actor se gana el cariño del público, ya lo tiene de su lado para siempre; por eso quisimos compartir esta conversación con Enrique Bueno, un actor al que ya se le extrañaba en la pequeña pantalla.
—Después de algún tiempo, vuelves al protagónico de una telenovela. ¿Cómo te sientes con el resultado en pantalla?
—Yo soy de esos artistas que nunca está conforme cien por ciento con el resultado final, y eso tiene que ver con características mías personales, artísticas, donde siempre me parece que lo pude haber hecho mejor, que todos pudimos haberlo hecho mejor, pero te voy a contar una historia: cuando empezamos a grabar esta novela, en una de las tantas conversaciones que tuve yo con Loysis Inclán, la directora general de Regreso al corazón, yo le decía: me parece que cuando salga al aire, el televidente va a percibir algo diferente, y puede que le haga rechazo. ¿Por qué? Porque esta telenovela, tanto el guion como la forma de hacer, rescatan un poco de los códigos que heredamos de Félix B. Caignet, que hace rato no se recurría a estos códigos, y tenía sospechas de que puede que al televidente eso le chocara de momento. Con esto no quiero decir que sea una telenovela superior a las anteriores; simplemente creo que es un poquito más fiel al código telenovelesco o al llamado culebrón. Y así mismo fue. Yo creo que no nos equivocamos. Si recuerdas, al principio era casi generalizado que las personas no aceptaban la novela, les parecía un desastre todo aquello, y a partir del quinto o sexto capítulo empezaron a cambiar las opiniones y, hoy por hoy, son, en su mayoría, muy positivas.
«Realmente, hace años yo no hacía un protagónico. De hecho, hace rato que tampoco trabajaba en una telenovela, porque me parecen procesos demasiado largos, para mí como actor, donde uno tiene que dedicarse a eso nada más y deja de hacer otras cosas que también le interesan profesionalmente. Sin embargo, yo siempre confié mucho en esta novela. Me parecía que valía la pena volver a protagonizar una telenovela, y sí, me siento feliz con los resultados por los comentarios de las personas en las redes, en la calle… Satisfecho cien por ciento, claro que no; siempre creo que se pudo haber mejorado muchísimas cosas, pero creo que sí: esta telenovela, ojalá no me equivoque, puede marcar un antes y un después en un período de la historia de la Televisión cubana, como una pauta para seguir creciendo, mejorando, haciendo productos con más calidad, mucha más calidad».
—¿Qué te conectó con Diego?
—Con Diego me conectaron muchas cosas. Yo soy un amante de la naturaleza, de la vida campestre. Yo vengo de Camagüey, aunque no de una zona rural, pero gran parte de mi familia sí vivía en zonas rurales camagüeyanas; entonces sí, tengo que ver, lo llevo en la sangre, llevo la naturaleza en la sangre, llevo el campo en la sangre. Diego es muy familiar y yo también lo soy, muy, muy familiar. La fiesta mía sin duda alguna es con la familia, o con la familia adquirida. Estoy hablando de la familia de mi esposa, la familia de mis amigos. Esa es mi gran fiesta, realmente reunirme en familia. O sea, que sí, hay muchos rasgos de Diego que tienen que ver conmigo.
—¿Cuáles fueron los mayores retos que te planteó y cuáles las mayores satisfacciones?
—Los retos fueron muchos. Se grabó en zonas rurales donde, lógicamente, pues mosquitos, calor, a veces frío, porque empezamos a grabar en octubre, noviembre, diciembre… Estuvimos grabando en todos esos campos de flores donde había frío y, de momento, había calor. Por supuesto, el reto propio de los personajes, que siempre es una responsabilidad tremenda.
«Satisfacciones: un equipo maravilloso, donde todo el mundo se llevaba muy bien. Yo creo que es la primera vez que lo digo en una entrevista: es la primera vez que estoy en una producción donde no hubo discrepancias, todo el mundo se llevaba muy bien, entre los actores, los actores con los técnicos y viceversa; fue una satisfacción preciosa que pocas veces pasa. Esa es la mayor satisfacción que me llevo. Por ejemplo, trabajar con mi esposa, que era su primer trabajo en la Televisión cubana, con un personaje bien importante, el cual, gracias a Dios, ha tenido muchísimos éxitos; eso fue una satisfacción tremenda, poder acompañarla en su primer coprotagónico en una telenovela».
—Cuéntame de las reacciones del público. ¿Alguna anécdota simpática o que te haya emocionado especialmente?
—Todavía el personaje mío, Diego, tiene mucho que contar y por dónde transitar. Las personas yo creo que ni se imaginan, esto es una de las cosas muy buenas que tiene esta telenovela, los puntos de giro constantes en la dramaturgia. Creo que es uno de los grandes logros: la incógnita, el suspenso, que de momento se ha vuelto como un policiaco. Diego tiene mucho todavía por lo que pasar, pero hasta ahora mi vida, toda mi vida, se ha vuelto en quién mató a Silene. Cada vez que me levanto, que pongo un pie en la calle, pues esa es la pregunta del día: ¿quién mató a Silene?
«Me han llamado amigos, conocidos, no solamente de diferentes partes del país, sino desde otros países, amigos regados por el mundo, que siguen la novela y que hacía rato que no me llamaban, pues bueno, hacía años a mí no me pasaba eso con una novela, que hubiera una expectativa tan grande. Hay muchas expectativas con la novela, sin duda.
«Precisamente por esto que te decía de los puntos de giro tan interesantes que tiene la dramaturgia de Regreso al corazón. Pero ahora mismo, esa expectativa y esa incógnita de quién mató a Silene es la constante en nuestra vida, cada vez que salimos a la calle, incluso estando en la casa, porque nos llama muchísima gente. Que conocidos le dicen: llámalo, que yo sé que tú eres amiga de él; dale, llámalo y pregúntale quién mató a Silene».
—¿En la calle ya te llaman Diego o sigues siendo Leroy?
—Yo siempre lo digo: creo que voy a ser un viejito y las personas me van a decir Leroy. De hecho, incluso las nuevas generaciones, que no conocen el personaje de Leroy, lo tienen como referencia. Me ha pasado que muchos muchachos y muchachas jóvenes me dicen Leroy, y ellos nunca vieron la telenovela La cara oculta de la luna, pero me llaman así porque sus padres o sus abuelos, cuando me ven en pantalla, dicen: mira, ese es Leroy.
«El otro día, antes de las vacaciones, me sucedió una anécdota simpática. Fui a una escuela primaria donde se estaban graduando los muchachos de sexto grado y fue una cosa muy simpática, porque la directora de la escuela habló conmigo y me pidió que les diera los diplomas a los niños, que a la vez los estaban despidiendo porque ya pasan a la secundaria, y yo dije: ok, perfecto, voy para allá, una escuela enorme donde estaba todo el alumnado y sus familiares, en un patio muy grande, y antes de subir a la plataforma escuché madres que les decían a los niños: mira, pipo, ese es Leroy, y los niños se viraban y les respondían: no, mami, él no se llama Leroy, él se llama Diego. Fue una cosa muy simpática: cómo los televidentes de esta generación más joven me identifican por Diego y sus padres por Leroy. Fue una experiencia muy linda: cómo uno, a través de nuestra profesión, puede transitar de generación en generación y quedar, de alguna forma, plasmado en la memoria de las personas».
Tomado de Cubasi