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f0437597Visualmente, junto con los diseños de luces del propio Veitía, que aportan a la magia del espectáculo, las imágenes escenográficas realizadas por Tamine González con el video mapping son de un gusto extremo.

La brújula apunta ahora a Cantón, ese punto de la geografía que está tan cerca de los cubanos, pues desde allí llegaron a la Isla la mayoría de los más de 120 000 emigrantes chinos a mediados del siglo XIX.

Ellos también regalaron colores a nuestra nacionalidad, y en esta obra que acerca el Ballet Español de Cuba al público de la República Popular China: Carmen. Cuba, también se les recuerda, pues en ella desbordan todos los elementos que se reúnen en nuestra nacionalidad…

Apenas a dos semanas de que el Ballet Español de Cuba, dirigido por el maestro Eduardo Veitía, diera inicio a la larga gira por la República Popular China, ya han actuado en cuatro ciudades de tres distantes provincias, del norte y sur del gigante asiático: Changchun (Jilin), Mudanjiang (Helliongjian) y Fuzhou y Fuding (Fujian). Que traducido en kilómetros son largas distancias recorridas en aviones, trenes y ómnibus… Aunque las ovaciones y la calurosa acogida en cada teatro las sobrepasan. Algo que no es casualidad.

Es la tercera visita, desde 2019 acá, de la compañía cubana, que ha dejado inolvidables huellas con sus actuaciones en más de 30 ciudades de 20 provincias, en obras como El Fantasma y Yo soy Cuba, y el público chino ya los conoce, y persigue.

Después de cada actuación son muchos los que vienen a saludar, a tomarse fotos y enseñar con orgullo las imágenes tomadas en visitas anteriores. El enorme Gran Teatro de Fuzhou (Fujian), resultó pequeño para acoger el público que la inundó en todos sus rincones, en una noche para el recuerdo.

Y es que Carmen.Cuba, la nueva producción de Veitía, tiene todos los elementos para atrapar al espectador con su magia. Una Carmen netamente cubana.

Son muchos los factores que se suman. La coreografía de Eduardo Veitía, basada en la obra de Prosper Mérimée, y con música de George Bizet, es –en primer lugar– elegante, y original, pues, ha «vestido» a su Carmen de un hálito de ritmo, colorido, energía y musicalidad matizado de pura cubanía, que desborda fronteras.

Es como si el sortilegio del Caribe se moviera en la obra, algo que la personaliza y nacionaliza. Sus movimientos llevan la fuerza huracanada de esta región que respira del mundo, con sus trazos africanos, europeos y asiáticos. Vibra el flamenco, pero se reconoce, además, algo vital, los gestos, actitudes…, llevan una mezcla ancestral que la enriquece.

Visualmente, junto con los diseños de luces del propio Veitía, que aportan a la magia del espectáculo, las imágenes escenográficas realizadas por Tamine González con el video mapping son de un gusto extremo; pasean por la obra como un personaje más que la enaltece, traducen momentos, y llevan al espectador a un espacio de ensueño al dibujar emociones. En una sentencia: caminan en la misma dimensión del coreógrafo. Ponen cada escena en su lugar exacto, dejando espacio para mostrar la riqueza visual de los paisajes cubanos.

Y los diseños de vestuario de ese gran artista que es Oscar de la Portilla, dan el toque final de autenticidad de la obra y el buen gusto que la rodea. Porque llevan la luz de estas tierras bañadas de sol, que le ofrecen un encanto singular. Es la piel en los cuerpos de los bailarines, expresando una identidad, cuando vibran y estallan con todas sus fuerzas al contonearse con el ritmo, iluminados por una música también especial, que desata pasiones.

En este apartado sonoro hay que señalar que, aunque la base musical es la de Bizet, Veitía ha incorporado música flamenca, española, otras versiones sobre la original, y notas cubanas como una versión flamenca de la cantaora Chelo Pantoja del bolero Dos gardenias, de Isolina Carrillo, y una percusión que traspasa fronteras culturales, pues los toques del cajón marcan ritmos, por instantes traídos de esa región encantada, que luego en el baile se transforman en la manera de bailar los cubanos, pues los bailarines lo son. Es una manera, una marca singular que acerca la fuerza del Caribe con su rico arcoíris cultural llegado de muchos lugares del mundo. Y que en el epílogo de la obra se desborda, y logra calar hondo en el público chino.

Luego de hora y media de espectáculo, Carmen. Cuba reserva emociones para el final. Cuando parece que ya todo termina con los saludos, el auditorio renace como Carmen. Sigue viva, como sinónimo, símbolo de libertad, pasión eterna… Y la música desata movimientos que esculpen una clase de flamenco, que se transforma en el éxtasis. El ritmo va, in crescendo, los cuerpos se mueven, y resuenan los ancestros en la escena. Es África, España, el Caribe…, hay muchos matices. Es la herencia que el tiempo y la vida dejaron en estas tierras. Carmen es universal. El público lo acompaña con palmadas rítmicas que desbordan en ovaciones, en cada lugar. No caben dudas. Es Cuba.

Tomado de Granma