Imprimir

1minina danzaLos guantanameros tuvimos el gusto de presenciar la más reciente propuesta del coreógrafo más prolífero de los últimos años en esta tierra: Yoel González Rodríguez. La contemporaneidad para todas las artes, entre ellas la danza, representa una multiplicidad de formas, estilos y tendencias. En la escena, muchas miradas desdibujaban los límites entre una danza, el teatro y las emociones diversas que generaba el hecho justo en el momento de la representación.

Las maneras a las que Yoel recurre para expresar las particularidades de sus propuestas dejan a muchos ansiosos, a otros dudosos, pero a la mayoría con la satisfacción de asistir a nuevos asideros de la expresión danzaria.

Desacierto es la ausencia de un programa de mano, con las notas que iluminen el camino para el espectador, fomentando esa relación obra-artista-público.

Yoel siempre nos lleva a la reflexión sobre los temas existenciales del ser humano, a través de vivencias realistas y que tienen sus recintos importantes en la metáfora que conforman el sistema de relaciones estéticas del día a día.

El cuerpo en este caso, recipiente de información, herencia, descendencia y transformación se manifiestan en una dualidad de función, donde coexisten las diferencias, en la misma medida: intensa y absoluta, con las semejanzas, lo que constituye una contradicción apenas descubierta.

Tanto los personajes como el público experimentan una combinación de dolor-placer, satisfacción-decepción, presencia-enajenación, que descargan una amalgama de sensaciones otras. O sencillamente la presencia de una zona en nuestro interior a la que no damos importancia pero a la vez, es definitoria para completar nuestra personalidad.

Gen presenta estructuralmente solos muy extensos que recalcan matices de la misma idea y quizás algunos textos poco audibles o innecesarios, pero nada de eso demerita el excelente trabajo técnico desarrollado por los bailarines, donde se reafirma esa zona de creación del movimiento que emerge desde lo más intrínseco de las interioridades de cada persona y además del resultado de la exploración de las particularidades de cada cuerpo.

Esta obra tiene inevitablemente puntos en común con otras de Yoel; emergen de las relaciones estéticas que conviven en nuestra cotidianidad, donde somos descendencia, pero también diferencia, amados y odiados, sin que las razones guíen nuestros actos; veneramos la complejidad del pensamiento y nos olvidamos de la sencillez de una mirada; un dedo en la boca puede ser la causa, la consecuencia o la puerta abierta al frente de cualquiera de nosotros, en busca de algo que aún no acabamos de entender.

En otros términos: "una situación, un gesto, un objeto o un texto que adquieren un valor significativo y trasciende su mera existencia funcional y convencional" (De Ventós, X., R. p. 59.), como mismo el genoma humano influye cada día en nuestra personalidad, y apenas tenemos conciencia de ello.