En 1973 fue aprobada la transformación de la Escuela Superior de Educación Física (ESEF) Comandante Manuel Fajardo en un centro de formación universitaria. Mediante el Decreto 488/73 surgió el Instituto Superior de Cultura Física, pero la historia de la hoy Universidad del Deporte cubano trasciende esa norma.

Aquella solo fue la coronación de una estrategia que el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, tejió con la precisión con la que Guillermo Tell ensartó con su flecha la manzana encima de la cabeza de su hijo, para salvarlo.

En los prolegómenos del siglo XIX, la Real Sociedad Patriótica de La Habana hizo esfuerzos para introducir, en el sistema educacional, las teorías de Pestalozzi, que daban una gran importancia a la Educación Física en pos del desarrollo integral. En 1808 envió a Europa al padre Juan Bernardo O’Gaban, para estudiar los movimientos de Educación Física europeos, sobre todo los de Francisco Amorós y Pestalozzi.

Para muchos, O’Gaban es considerado el padre de la Cultura Física en Cuba, pues fue quien primero habló de la necesidad de establecer un sistema educacional con un rol esencial de la Educación Física.

Luego se introdujo el deporte en el sistema educativo, se crearon gimnasios en La Habana y en Matanzas, y se extendieron por todo el país. Sin embargo, en el siglo XIX, el Gobierno español cerró todas las instalaciones deportivas, al considerarlas lugares para citas de conspiradores. Tras el Tratado de París, en 1898, Cuba pasó de manos españolas a estadounidenses, y aunque las prioridades económicas de entonces impulsaron la construcción de instituciones culturales y deportivas, la no existencia de un organismo rector, la falta de actualización científica de los profesores de las escuelas –privadas y públicas– y el egoísmo, llevaron al deporte a ser un privilegio de las capas más pudientes de la sociedad. Por eso, al triunfo de la Revolución, en 1959, solo existían en el país 600 profesores de Educación Física y su práctica, según el propio gobierno de Batista, era de solo 0,25 % de la población.

Darle un vuelco a ese escenario, demandaba capital humano propio. Ahí está el embrión y la génesis del proyecto de Fidel.

A inicios de los años 60 del pasado siglo se abrieron los cursos de instructores para técnicos cubanos, por seis meses, en los países del excampo socialista europeo. Luego, otro grupo hizo, allí, estudios de nivel superior en perfiles que iban, desde el de Metodología del entrenamiento deportivo hasta el de las investigaciones en la Medicina Deportiva, y en ramas del saber que intervienen en el control biomédico del entrenamiento.

Arnaldo Rivero Fuxá, quien fue uno de los protagonistas de aquel plan de futuro, afirmó que «desde esos pasos iniciales, Fidel tenía en mente la Universidad de la Cultura Física y el Deporte, tal como la conocemos hoy». Quienes recibieron esos conocimientos formaron la fuerza técnica en el país, a fin de lograr la sostenibilidad del proyecto con recursos endógenos.

De los primeros instructores que se cultivaron en el Viejo Continente, emergió José Godoy, para después proclamar príncipe a Javier Sotomayor, quien, con la sabiduría y excepcional personalidad de su entrenador, es aún hoy el recordista mundial de salto de altura.

Ya en 1986, Iván Román se convirtió en el primer doctor en Ciencias de esa universidad, y en 1991, Alcides Sagarra Carrión alcanzó ese grado científico, con una investigación que es paradigma mundial, basada en la formación de más de 30 campeones olímpicos y 70 del orbe, en boxeo. Desde ese año, la casa de altos estudios es autorizada para la formación doctoral, que hoy es una de sus fortalezas.

Ha graduado al 91 % de los campeones olímpicos del país, la tasa más alta en Iberoamérica; cuenta en su claustro con un 50 % de mujeres doctoras; sus egresados han realizado sus labores en las más intrincadas zonas del país, incluyendo las montañosas, y en el pico pandémico de la COVID-19, estudiantes y profesores tuvieron una altruista presencia en las zonas rojas.

Hoy, 9 de octubre, cuando llega a sus 50 años, la Universidad del Deporte trasciende las canchas para, desde sus aportes, contribuir a una sociedad más sana, en la cual el ingeniero, el militar, el intelectual, el artista, el médico o el maestro, al pasar por su amplia aula de Educación Física, logren una formación que les permita la integralidad en su especialidad, a fin de entregársela a la sociedad convertida en medalla de oro.

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