Imagen ilustrativaHace pocos días debatimos varios colegas sobre la comunicación en tiempo de crisis, y se reflexionó en que, precisamente esa crisis acrecentaba otras problemáticas en diversas esferas sociales y políticas.
En los últimos dos años Cuba ha enfrentado un duro escenario, agudizado por cuestiones como el bloqueo, la crisis económica mundial, agravada por la pandemia de la COVID-19; la inflación que se disparó con el reordenamiento de la economía y ha provocado la disminución del poder adquisitivo de la población, la escasez de diversos productos y los problemas energéticos.
Todo lo anterior ha exacerbado la crisis migratoria, donde el deporte es uno de los sectores más golpeados, en lo que también inciden las desmejoradas condiciones de entrenamiento y alimentación, consecuencia del escenario ya descrito.
Muchos atletas han decidido renunciar, pedir la baja y lo más lamentable, desertar en eventos competitivos internacionales.
En los últimos 20 días la provincia de Guantánamo perdió a dos destacados peloteros de forma imprevista: el toletero y primera base Pedro Pablo Revilla, contratado por un año en Japón, quien al término de su contrato con los Dragones de Chunichi decidió no regresar a la tierra que le vio nacer; también el lanzador Yeudis Reyes, quien abandonó justo antes del regreso, la delegación cubana campeona de la V Copa del Caribe, en Puerto Rico.
Ambos se encuentran en República Dominicana, ahora junto al también lanzador guantanamero Alexánder Valiente, quien pidió la baja a la Comisión Nacional de Beisbol hace unos meses, y ahora probarán suerte en ese país, en el afán de lograr un puesto en las Ligas Mayores, de Estados Unidos.
Otros deportes en este territorio también han sufrido pérdidas importantes. Sucedió con el baloncesto femenino y masculino, el boxeo, el fútbol… y no sólo con atletas.
Explicaba Adrián Laffita Malé, director técnico del baloncesto femenino, dos veces consecutivas subcampeonas nacionales, que su plantel ha tenido bajas significativas y que ha tenido que renovar toda su plantilla con atletas juveniles.
"Algunas se van del país por diversas vías, otras deciden no jugar más porque son madres de familia y consideran que el deporte no le garantiza el sustento y que por el contrario, les resta economía porque tienen que invertir en ropa, calzado y alimentación para poder entrenar. Por eso se dedican a otras labores que les generan más recursos".
Otros se mantienen activos en el deporte, pero no a tiempo completo porque ejercen a la par otros oficios para complementar sus ingresos económicos, fenómeno que obviamente disminuye el rendimiento de los mismos, pues no están a tiempo completo dedicados a su formación.
Las deserciones y bajas imprevistas obligan a los colectivos técnicos a reorganizar en corto tiempo sus estrategias tácticas, a preparar, saltando procesos importantes, a otros atletas para completar selecciones, dependiendo de sus condiciones y posibilidades.
A nivel nacional se han cuantificado 109 deserciones en 2022 y 78 en lo que va de 2023, según información brindada por Ariel Saínz en el contexto de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, cifra que puede aumentar y como consecuencia afectar los resultados en los próximos eventos competitivos, incluyendo los Juegos Olímpicos de París, 2024.
Ante ese panorama, cobra mayor relevancia el trabajo en la base, el cual debe ser cada vez más planificado y controlado y tener mayor apoyo, porque de ahí dependen la formación de nuevos atletas que garanticen el relevo del movimiento deportivo cubano, en tiempos donde la migración impacta duro.