En la quietud expectante de la mañana, cuando la bahía de esta ciudad parecía contener la respiración, ocho jóvenes se alinearon en su bote como una sola voluntad: conseguir medalla en el torneo de remo de los II Juegos Panamericanos Júnior.
Era el bote del ocho con timonel, enrolado en la final y con el claro objetivo de inaugurar el casillero de los premios de una delegación compuesta por 231 atletas. Y lo consiguieron, ellos aportaron la primera y única hasta el momento para Cuba, un peleado bronce.
Pero fue la voz de uno de ellos la que marcó el ritmo, la que encendió el fuego en los corazones de sus compañeros: la del joven timonel Ronny Álvarez Miranda, un adolescente de apenas 16 años, pero con el temple de un veterano.
«Me inicié hace tres años en este deporte como un remero más, porque me gusta entrenar y aquí se requiere mucha exigencia física y mental. Pero como nuestro timonel no podía acudir a Asunción por el tema edad, nos hicieron pruebas a varios jóvenes para ejercer esa función y se decidieron por mí», acotó Álvarez a JIT.
Desde el primer golpe de remo, su mirada fija en la meta y su voz firme rompieron el silencio: ¡Vamos, equipo, cada paletada nos acerca, no aflojen!, alentaba a sus compañeros.
«La principal virtud de un timonel, creo deber ser la comunicación con todos, porque él mantiene el bote animado, va brindando orientaciones de cómo anda el recorrido y les alerta sobre las cosas que deben mejorarse», explicó.
Con cada una de sus palabras, el bote parecía ganar impulso. No era solo técnica lo que guiaba a los ocho remeros, sino la convicción que él les transmitía. En los momentos más duros, cuando los músculos ardían y el cansancio amenazaba con quebrarlos, les gritaba: ¡Esto es nuestro, lo entrenamos, soñamos y merecemos!
«Todos estamos dentro del bote con el único fin de pelear por una medalla. Nada es de corte individual y por eso se debe luchar por la unidad del grupo en cada momento», aseveró.
Destacar que Álvarez llegó a Asunción en un viaje de más de 15 horas desde La Habana, y apenas tuvo tiempo para desayunar y trasladarse hacia la zona de competencia. Y quienes lo atestiguamos, le aplaudimos doble.
«Ha sido una experiencia extraordinaria, especialmente para un debutante como yo en eventos internacionales. Los muchachos estuvieron atentos a mis indicaciones y supieron arreglar los desajustes en el momento. Y me ha servido para familiarizarme más con este bello deporte», aseguró.
El joven timonel no empuñó un remo, pero fue el motor invisible. Su voz fue remo, fue timón, fue viento. Y en ese podio, con la medalla en su pecho, quedó claro: hay liderazgos que no se miden en fuerza, sino en alma.
Tomado de JIT