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dias de las madres

Te levantas tan temprano que a veces me pregunto si tienes, además, la tarea de despertar al día. Organizas la casa, te bañas, me preparas el agua de mi aseo, haces el desayuno… y apenas comes una migajas porque tu hijo, bien glotón, come por dos cada mañana. 

Cuando abro los ojos, todo está listo, pienso en la exageración exclusivamente tuya de tomarte tantas molestias, y las agradezco, aunque a veces no me tome el tiempo de apreciarlo, ni decirlo… ¿Debería?

Al partir hacia el trabajo, y notar lo inminente de separarnos hoy vuelvo a sentir esa nostalgia que de pequeño recuerdo, cuando a las seis de la mañana me dejabas en el círculo infantil, o en la primaria, envuelto en sollozos mientras dabas la espalda, caminabas recto y firme hasta desaparecer de mi vista.

Cómo imaginar entonces que tú también llorabas, y que por eso ni una vez, respondiste cuando gritaba tu nombre.

Madrecita necesito agradecerte tanto… por estos años de vida, por la felicidad, los consejos, los regaños, los enojos, por cada segundo que estuviste conmigo físicamente y con el pensamiento, por las noches o madrugadas de desvelo que viviste por mi causa, por preocuparte incluso ahora que soy mayor, porque viva bien, noblemente, sencillo, fuerte, culto, sin temores, ni recelos.

Si dijeras que cada célula de mi ser te pertenece, no lo discutiría nunca, porque, en el estudio, en la faena cotidiana, en las relaciones con los amigos, conocidos y hasta con tus compañeros, en la forma de amar sin esperar nada a cambio, en todo soy esencialmente tú.