Frank País.El abominable crimen cometido el 30 de julio de 1957, cuando fue ultimado Frank País y su compañero Raúl Pujol Arencibia, en una calle de Santiago de Cuba, un mes después de la muerte de su hermano, provocó profunda ira y consternación en todo el departamento oriental del archipiélago.
La población santiaguera no solo acudió de manera masiva a las honras fúnebres de Frank, sino que condenó enérgicamente el asesinato de este hombre, de escasos 22 años que, a pesar de la azarosa vida clandestina que llevaba, consagrado a la causa revolucionaria, llegó a ser conocido, respetado y admirado por sus compañeros de lucha y por el pueblo, que desde ese instante lo convierte en uno de los héroes más valiosos en el caudal de las tradiciones revolucionarias y combativas de los cubanos.
Al conocer este hecho, Fidel Castro expresa: “¡Qué monstruos, no saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado!
El asesinato de Frank País tuvo una contundente respuesta en Guantánamo, donde fue asumida la consigna de Huelga General que se decretó, espontáneamente, y se realizaron preparativos para iniciar otras acciones, entre ellas, sabotajes.
En esos trajines se produce un accidente el día 4 de agosto, en el que pierden la vida los combatientes Gustavo Fraga Jacomino, Enrique Rodríguez Picaso y Fabio Rosell del Río, y resultan asesinados los colaboradores Abelardo Cuza Navarro y Jesús Martín Leyva.
Le correspondió a Guantánamo ser la ciudad donde más tiempo duró la paralización laboral. La huelga se extendió hasta el día 9 de agosto en algunos sectores.
Acerca de lo ocurrido el 4 de agosto, las fuentes aportan diversas informaciones, cuya hilvanación, comparación y análisis ha posibilitado reconstruir el hecho con fundamentos historiográficos. Al producirse el asesinato de Frank, Demetrio Montseny -se encontraba en Santiago de Cuba y estuvo con él minutos antes de que ocurriera el fatídico suceso, e incluso había tratado infructuosamente de que Frank junto a él escapara del cerco tendido por los cuerpos represivos- se dirigió a Guantánamo con la orientación expresa de Vilma Espín Guillois, coordinadora provincial de Oriente del MR-26-7, de iniciar una huelga general, como señal de protesta ante el crimen cometido.
Una vez en Guantánamo, Montseny se reúne con otros miembros de la dirección del Movimiento y se constituye un comité de huelga, bajo la dirección de Gustavo Fraga, encargado de la organización del paro.
Entre las acciones de apoyo se cuentan sabotear la planta eléctrica, crear comandos para tirotear a las patrullas de los efectivos de la tiranía, explotar bombas y granadas en distintos puntos y ajusticiar a algunos connotados asesinos, en particular al sargento Marcelo Tomás Agüero Lobaina, esbirro del siniestro Servicio de Inteligencia Militar (SIM), quien había participado en innumerables crímenes y torturas contra revolucionarios detenidos.
El primero de agosto comienza la huelga. Los primeros en paralizar sus actividades laborales son los trabajadores ferroviarios, en particular los afiliados a la combativa delegación 11, de la Hermandad Ferroviaria y, de inmediato, fueron secundados por otros sectores.
La ciudadanía responde consecuentemente al llamamiento realizado por el MR-26-7 y fueron suspendidas casi todas las actividades comerciales y de servicios.
Como reacción ante esta huelga, las fuerzas del régimen desatan una brutal represión: soldados y policías dirigen su odio violento hacia los comercios y otros establecimientos, rompen vidrieras, botan mercancías a las calles y cometen otras depredaciones y abusos, con el propósito de neutralizar la paralización laboral, que se extiende aproximadamente hasta el 9 de agosto en algunos sectores.
Para la realización de las demás acciones, Montseny cita a algunos integrantes de los grupos de acción para la casa de María Matilla Clares, situada en la calle Martí 660 entre Paseo y Narciso López. Allí concurren Samuel González Rodiles y los hermanos Arnaldo y Teudy Trutié Matilla, hijos de María, para analizar la situación operativa y la posibilidad de realizar algunas acciones.
Más tarde, esta vez en la casa de Bartola Cuza, colindante con la de su hija Bertha, en Santa Rita y Aguilera, se acuerda la acción más importante en apoyo a la huelga, la voladura de los transformadores e instalaciones de la compañía de Electricidad, acción en la que solamente participarían Samuel Rodiles, su hermano Manuel, Arnaldo y Teudy Trutié, José Orejón Forment e Idalberto Estable.
El día primero de agosto es sorprendido el pequeño grupo de revolucionarios, mientras colocaban una bomba en esa misma dependencia. No obstante, logran escapar.
En la esquina de la calle Calixto García y Jesús del Sol, Teudy Trutié resulta herido de gravedad en un intercambio de disparos con los guardias de la tiranía. Arnaldo Trutié y José Orejón fueron detenidos esa misma noche, casi a las puertas del domicilio del primero. A ambos los mantienen presos durante varios días.
Durante esas jornadas, la vida cotidiana de Guantánamo, caracterizada por una intensa actividad nocturna, se vio violentada. Las calles eran regadas con alcayatas para ponchar las gomas de los vehículos que circularan y obstaculizar el trasiego. Sabotajes, atentados y represión se conjugaron para mostrarnos una ciudad casi en estado de sitio.
Puede decirse que en las noches, las calles eran de los revolucionarios, pues los grupos de acción y de la sección obrera circulaban libremente y orientaban continuar la huelga. Por otra parte, como la dirección del Movimiento había decidido realizar sabotajes en apoyo a la huelga, a partir del día 4 de agosto, se indica trabajar intensamente en la confección de medios explosivos.
En esos trajines se encontraban, en esa data, el reducido grupo de revolucionarios que formaban Gustavo Fraga Jacomino, Enrique Rodríguez Picasso y Fabio Rosell del Río, todos bajo la tutela de Demetrio Montseny, jefe del Movimiento en Guantánamo, quien protegía su identidad con el seudónimo de Canseco.
La fabricación de los explosivos se hacía en el fondo de la casa que habitaba el matrimonio de Enrique Rodríguez y Bertha Cuza Blanco, en la calle Aguilera, esquina a Santa Rita.
El local habilitado para estos fines era conocido como “el laboratorio” y había sido visitado por el propio Frank, en varias ocasiones, en busca de las armas que allí estaban escondidas.
En el subterráneo de ese domicilio se había instalado una suerte de almacén para el depósito de las armas. En otra parte del inmueble se fabricaban de manera artesanal bombas, petardos, niples, cocteles molotov (botellas rellenadas con gasolina y aceite) y otros medios para ser empleados en las acciones planificadas. El lugar fue acondicionado por Enrique Rodríguez, con la ayuda de su cuñado Ernesto Cuza, Fabio Rosell, Reynaldo Brooks y otros miembros del Movimiento.
Un relato valioso acerca del acondicionamiento del lugar lo brinda Agustina Blanco Díaz. Ella refiere con cuánto esfuerzo se hizo el túnel en la casa de su hija Bertha Cuza, cómo se botó la tierra en el camión de José Toirac, Pepín; las visitas que hizo Frank País a ese lugar, del frenético e intenso trabajo que se hacía en la fabricación de bombas y petardos para emplearlos en la huelga como respuesta a la muerte de Frank, a quien había recibido en tres oportunidades. Al respecto, señala:
“En una oportunidad vino a ver cómo quedó el subterráneo, lo acompañaba Luis Clergé, al cual no dejó que pasara para la casa de Bertha, dándole instrucciones a Alicia (otra hija de Agustina) que le diera conversación, quedando ella en la sala de mi casa con él (se refiere a Clergé). La segunda vino a trasladar armas de la Base en un camión con ñame y, en la última, llegó también a recoger armamento y compró gladiolos”.
Lo explicado por Agustina coincide con otros testimonios de combatientes santiagueros, como Luis Felipe Rosell Salas y el de Demetrio Montseny, en cuanto a la forma en que Frank dirigía la lucha clandestina mediante métodos conspirativas basados en una estricta compartimentación, así como la obtención y uso de recursos operativos para la labor conspirativa, entre ellos, casas de ocultamiento y de encuentros, teléfonos, etc.
En Guantánamo utilizó durante parte de los años 1956 y, sobre todo, 1957, el teléfono instalado en la casa habitada por el matrimonio del médico Enrique Sosa Restivo y su esposa Patria Figueras Larrazábal, en Crombet 551 entre Luz Caballero y Carlos Manuel de Céspedes. También se preocupó por adquirir vehículos y, por supuesto, armas y explosivos.
La parte de la casa que daba para Aguilera esquina a Santa Rita era un foco conspirativo empleado para reuniones y contactos. Existen testimonios de que el lugar era considerado sospechoso por parte de los efectivos del régimen, en especial el SIM y, en cierta medida, era vigilado, circunstancia que provocaba tensión en los que allí concurrían.
Sobre una mesa de trabajo, donde habían regado una buena cantidad del polvo amarillo de dinamita, se preparaban varios artefactos. El olor de este producto les produce dolores de cabeza y malestar a aquellos hombres. De pronto, se produce una fuerte explosión. Al instante murieron Gustavo Fraga y Fabio Rosell, a quienes les cayeron encima numerosos escombros de la placa.
Enrique Rodríguez, que parecía estar aún vivo, fue conducido por efectivos de la tiranía al hospital y maltratado de palabra durante el trayecto. Mientras lo atendía el médico Fernando Gómez Amador, amigo y miembro del Movimiento, fallece debido a la gravedad de las heridas sufridas.
En realidad, los preparativos de explosivos no se hacían en el túnel, el cual no explotó como a veces se ha dicho, fue descubierto ese día 4 cuando los guardias llevaron una grúa y levantaron la placa y los escombros fueron removidos.
Agustina Blanco Díaz, testigo presencial de lo ocurrido el 4 de agosto, señala: “En esta oportunidad hago todo lo que puedo, atiendo a los que están acuartelados, como Gustavo Fraga, Fabio Rosell, Rafael Martínez, Fellito, Demetrio Montseny y Nelsa Pérez; cocino alguna comida y cuando me encuentro de vigilancia junto a Bartolo (su esposo Bartolo Cuza), Demetrio y Bertha han salido de la casa de ella y están en el comedor de la mía. Demetrio le había pedido papel y lápiz para con Fellito, que se encuentra en el baño lavándose el polvo de los explosivos, mandar a buscar a Reynaldo Brooks.
“En ese momento ocurre la explosión. Ayudo a trasladar a Demetrio, junto con Bertha y Nelsa, a una máquina, luego regreso y me pongo con los vecinos a buscar entre los escombros a las víctimas.
“Cuando los vecinos de al lado sacan a Enrique, que ha caído en su patio, yo me encontraba sangrando de una pequeña herida en la cabeza. Entonces llegan los guardias y cuando se llevan a Enrique, dicen: venga usted también, señora, que está herida. Yo les contesto que no es nada, entonces me llevan detenida junto a Bertha para el cuartel, donde fuimos vejadas de palabra por la soldadesca”.
El escrito que elaboraba Montseny y que llevaría el jovencito Rafael Martínez -participaba también en la preparación de las bombas y petardos- era para indicar al grupo de alzados en Sierra Canasta, dirigidos por Luis Herrera Tito, Wicho y Miguel Bertrán Bertrán, que interceptaran dos rastras de combustible, escaso en Guantánamo, que el teniente coronel Arcadio Casillas Lumpuy le había solicitado al coronel Alberto del Río Chaviano en Santiago de Cuba, para mantener funcionando las plantas generadoras de energía eléctrica. Solo había combustible para un día.
Esta solicitud había sido escuchada por el combatiente clandestino Carlos Laén, que tenía controles en las comunicaciones de la compañía de Teléfono y rápidamente lo informó a la dirección revolucionaria.
En realidad, Montseny no fue introducido en una máquina, como expone Agustina Blanco, sino que ayudado por Nelsa Pérez sale a pie para la clínica mutualista de los catalanes.
En la esquina de las calles Santa Rita y Aguilera fueron interceptados por un yipi tripulado por un esbirro conocido como Longchamp, el connotado criminal Ulises Poutou Pacífico y otros soldados, quienes insistieron en llevar a la pareja hacia el hospital, luego de la leyenda ofrecida por Nelsa de que su novio, Montseny, había sido herido cuando pasaba por el lugar donde supuestamente había estallado una cocina de balón y que era socio del centro Benéfico, situado en Carlos Manuel entre Prado y Aguilera. Finalmente, montaron a la pareja en el vehículo y los condujeron a dicha instalación.
Jesús Martín Leyva y Abelardo Cuza Navarro, que habían acudido al lugar a prestar auxilio, fueron detenidos como sospechosos y trasladados a la jefatura del Escuadrón 16 de la Guardia Rural, donde resultan bárbaramente torturados, para finalmente ser trasladados de este lugar y aparecer asesinados en la carretera que conduce a Santiago de Cuba.
El general de brigada (r) Demetrio Montseny, Villa, jefe del MR-26-7 en Guantánamo durante esta etapa, es un testimoniante decisivo para esclarecer lo ocurrido ese terrible día:
“La tiranía aprovechó la confusión de los momentos iniciales y cobró al pueblo otras dos víctimas. Abelardo Cuza, tío de Bertha, y el vecino Jesús Martín, padre de Fellito, el mensajero, que acudieron al lugar a socorrer a los heridos instantes después del estallido. Fueron detenidos y brutalmente golpeados. Trasladados en una ambulancia controlada por los masferreristas hasta la carretera de Santiago de Cuba, donde los asesinaron”.
Sobre los acontecimientos vinculados a los últimos instantes de la vida de Abelardo Cuza y Jesús Martín, existe una testigo excepcional, Martha Gaínza Azahárez, esposa del luchador revolucionario Bernardo Betancourt Molina. Ella relata:
“Vi cuando el esbirro Henry Rodríguez García, con gran escándalo, insultaba, blasfemaba y golpeaba a dos hombres con la culata de su fusil. Los bajó del cuartel por la calle Jesús del Sol, con insultos y culatazos de fusil sobre sus cuerpos. Uno iba descalzo y sus ropas raídas, callado, sin pronunciar palabra alguna, caminaba con dificultad -era Jesús Martín Leyva-; el otro, sudoroso, sangrando por una herida en la frente, que le propinó el esbirro con la culata del fusil, con su pañuelo se limpiaba el sudor y la sangre que le manaba de la frente. Sus ojos abiertos lo abarcaban todo, nada decía, nada pedía, sin una sola imploración, apurado en su andar -se refiere a Abelardo Cuza Navarro.
“¡Qué horror! Apreté contra mi pecho a mi pequeño hijo y me dije: Que el sacrificio de estos hombres libere a las generaciones futuras de esbirros de la calaña de ese Guardia Rural”.
Por otra parte, Bertha Cuza y su padre fueron detenidos y acusados de ser colaboradores de los revolucionarios. Demetrio Montseny salva la vida casi milagrosamente, pues hasta la clínica donde estaba recluido llegaron los esbirros de la tiranía, el teniente coronel Arcadio Casillas Lumpuy al frente, con el propósito de matarlo, lo que fue impedido por la actuación valiente de los médicos Enrique Pouto Suárez, Francisco Rodiz Fresneda y Desiderio Vallejo Galdeano, quienes se enfrentaron a la jauría sedienta de sangre.
Luego de los acontecimientos, Montseny permanece en el lugar por un tiempo bajo custodia y luego fue trasladado hacia Santiago de Cuba. En el mes de octubre, de ese propio año, obtiene la libertad condicional y se incorpora nuevamente a la lucha revolucionaria en aquella ciudad.
El dramatismo de los acontecimientos de aquel día caló profundamente en el sentimiento patriótico de la ciudadanía. Con el triunfo de la Revolución, el primero de enero de 1959, la fecha llegaría a convertirse, espontáneamente, en un momento de recordación solemne a los mártires de la localidad caídos en la última etapa de la guerra de liberación nacional.
En este lugar se erige hoy un monumento que alza al firmamento la oración martiana que reza: “La muerte no es verdad, cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”.
En Guantánamo, luego de los sucesos del 4 de agosto, la dirección del Movimiento debió ser reestructurada una vez más. Luis Lara, Toto, continuó como coordinador, Samuel González Rodiles pasa a ser Jefe de Acción y Sabotaje, en sustitución de Demetrio Montseny, y Jorge Laens pasó a ocupar la responsabilidad del Frente obrero, en lugar de Gustavo Fraga. El resto de los integrantes continuaron ocupando sus respectivos puestos.
No se produjo, en lo esencial, un debilitamiento de la organización, a pesar de lo ocurrido. En realidad el Movimiento 26 de Julio, concebido para la lucha amada en condiciones de clandestinidad y, por tanto, obligado a perfeccionar sus recursos operativos en la labor de conspiración, había ganado en experiencia.
A pesar de lo ocurrido el 4 de agosto, el movimiento contaba con otros puntos donde se fabricaban artefactos explosivos. El 24 de noviembre de 1957 se produjo una explosión en una fábrica de bombas en la casa del revolucionario Arturo Palacio, situada en la calle 8 Oeste y 10 Sur. Hubo heridos y fueron detenidos algunos de los que estaban vinculados a la misma como Roberto Pérez Pérez y Víctor Shueg Colás, poco después.
El año 1957 arrojó un saldo favorable en el proceso de la lucha insurreccional, sobre todo, por el nivel de organización alcanzado. La ascendencia e influencia del MR-26-7 entre las masas, ganadas en el desarrollo de la lucha armada abierta contra la tiranía batistiana, crecía por día. Luis Pérez Jaén, uno de los dirigentes locales de la organización, precisa:
En las postrimerías del año 1957, el Movimiento Revolucionario en Guantánamo cuenta con una mayor incorporación de hombres y mujeres. En tal sentido, se hace necesario aglutinar a todos los grupos de Acción y sabotaje en un solo aparato fuerte y con una nueva estructura, como lo había concebido Frank antes de su muerte. (Tomado del libro La lucha clandestina en Guantánamo 1952-1958. Apuntes y aproximaciones; de los autores Luis Figueras Pérez y Marisel Salles Fonseca, y publicado por la Editorial El Mar y la Montaña en 2011).