Dr. Fidel Sánchez García.Fidel Sánchez García tiene 30 años y es mi amigo, Un amigo de esos con el que compartes además de la mitad de tu vida, vivencias alegres, absurdas, tristes y eternas.
El amigo al que todos querían en el aula por su bondad a prueba de inmadurez, el que llevaba a todas las muchachas a casa después de presumir pasos de casino en las fiestas, el que a nadie sorprendió cuando dijo quería estudiar medicina porque además de ser un deseo de la familia, sabíamos que sería grande, y lo constatamos años después cuando pidió ayuda para su discurso de mejor graduado en la Universidad de Ciencias Médicas de Guantánamo en 2014, entonces, como ahora, me sobrecogió un gran orgullo de hermana.
Fidel es de esos de la primera línea como dicta su profesión (su corazón). Ya estuvo en la República Bolivariana Venezuela durante tres años y desde julio de 2019 se encuentra prestando sus servicios como colaborador médico en Malabo, capital de Guinea Ecuatorial, en el centro de África, que según leí es uno de los países más pequeños del continente y a la vez uno de los más desiguales del mundo.
“Estos meses han sido toda una escuela para mí. Laboramos en una brigada muy pequeña de médicos y enfermeras cubanas en el centro de salud Madre Bisilia, en la ciudad.
"Cada mañana nos saluda el sol mientras realizo el recorrido casa por casa en microbús para llevar a cada colaborador a su puesto de trabajo y luego de la jornada laboral regresarlos a sus viviendas, una responsabilidad que puso en mis manos el Doctor Peña, jefe de toda la misión y que agradezco por la confianza.
“Al llegar a la consulta múltiples y complejas patologías nos esperan, muchas de las que sólo había tenido referencia a través de la literatura. Hoy mismo -el día que envió estas declaraciones- he visto un sarampión en una bebé de unos 14 meses, se me partía el alma y pensé en mi pequeño José Alejandro y en todos los niños que en Cuba, gracias a Dios y al sistema de salud no lo padecen; acá las personas son pobres pero muy agradecidos, eso me recuerda a Cuba”.
Me cuenta, al tiempo que comparte fotos de un herpes zóster de estadío muy avanzado y la imagen microscópica de una gota gruesa de un paciente con paludismo de alta parasitemia y una filariasis, términos que apenas logro entender, pero que han servido para forjar el carácter de mi amigo, su convicción y espíritu.
Fuerte ha tenido que ser, según cuenta, para enfrentar la sucesión de días lejos de casa, de la familia, los amigos y en medio de la añoranza dar lo mejor de sí en cada momento: dormir poco, lavar su ropa, cocinarse, y al otro día asumir largas horas de consulta o guardia médica; una realidad que comparte con los miles de guantanameros que en todos los continentes prestan servicios de salud.
Ahora también es parte de otras cifras: es uno de los 2 mil 260 colaboradores que presta cooperación médica en 37 países afectados por el COVID-19, es uno de los hijos, esposos, padres, hermanos y amigos que han comprendido a cabalidad el sentido del deber de todo profesional dedicado a salvar vidas.
“En cuanto supe de la rápida expansión del nuevo coronavirus me preparé psicológicamente para enfrentarlo también acá. Enseguida todos estábamos estudiando la enfermedad y las medidas higiénicas y sanitarias para tratarla en pacientes.
“De momento trabajo junto a la doctora Arlet Lídice en el control y pesquisa del coronavirus desde nuestro centro. Hasta ahora se han confirmado pocos casos, aunque sabemos que esa cifra es solo un punto de partida.
“Se aíslan en el Hospital de Sampaca, en Malabo, donde nuestra brigada asesora brinda apoyo a los guineanos del sector de la salud.
“Extremamos las medidas de seguridad siempre, sabemos que la mayor arma para combatir esta pandemia es la prevención. Mi mensaje es que se cuiden mucho y eviten hoy los contactos innecesarios pues en todo momento estamos expuestos. Mientras tanto, nosotros desde la distancia abrazamos a Cuba”.