Flora Ciero VelizFlora Ciero Veliz junto al doctor guantanamero Leonardo Fernández Fernández.Las sirenas de las ambulancias atormentarán por mucho tiempo los recuerdos de Flora Ciero Veliz; esos fueron los sonidos comunes en los días de más ensañamiento de la COVID-19 con el pueblo de Crema, en Italia, nación europea donde esta guantanamera vive desde hace 18 años. A través de Facebook, a la cubana la delata el dolor por las vidas que allí se ha robado la pandemia.

“Los boletines estadísticos eran desconcertantes, peores que los de una guerra; había tristeza y desesperación; por la televisión se informaba que las salas de Terapia Intensiva en los hospitales no daban abasto”, comenta Ciero Veliz.

Cuando la primera brigada médica del contingente Henry Reeve llegó a ese país para apoyar la lucha contra el SARS CoV-2, algo de satisfacción se coló en sus días, en medio de tanto tormento; un trozo de Cuba latiría por la vida en la nación del viejo continente:

“La noticia me llenó de emoción, comencé a llorar desde que entraron a Malpensa hasta el arribo a Crema; ese día hacía mucho frío, la alcaldesa pidió colaborar para la donación de abrigos y todo lo que sirviera para este clima al que no estaban adaptados; fue una movilización general, el pueblo demostró tener un corazón grande, da gracias por su ayuda y coraje”, recuerda.

A Flora Ciero también la reconforta haber cuidado a estos hermanos de su tierra; cuenta que en el centro donde labora, en el cual se fabrican instrumentos médicos, se les garantizaron a los cubanos máscaras para la protección contra el coronavirus.

El diálogo virtual con el reportero corre horas antes de llegar a la provincia el doctor Leonardo Fernández Fernández, guantanamero del grupo que desafió la COVID-19 en la nación italiana, entonces ella confiesa:

“El profesor Leonardo es un mito; yo lo conocía, pero él a mí no; siempre escuchaba hablar de él, una persona inteligente, preparada, humana, con mucho talento; algunos de mis compañeros de trabajo fueron sus alumnos.”

Introduce en el chat que mantenemos por Facebook un video del homenaje que realizaran las autoridades de Crema a los galenos; en él, Fernández Fernández flexiona su rodilla izquierda contra el piso y baja levemente la cabeza en humilde saludo a los presentes en la plaza Duomo, de esa ciudad.

También se ve a Flora con la bandera cubana. Y se jacta al decir: “Todos se hicieron fotos con mi bandera”. Las imágenes, multiplicadas en el chat, permiten verla con sus paisanos internacionalistas y también acompañada de una joven africana que agradecía a los galenos del Archipiélago.

Fue en la plaza de Crema donde vio por última vez a los médicos antillanos, porque a partir de ese momento entraron en cuarentena. Con anterioridad, muchas veces los visitó en los centros de hospedaje, observando los protocolos de seguridad: el distanciamiento desde la entrada, y el empleo del nasobuco.

“Cuando podía, iba con dos amigos que también aman a Cuba; se debía respetar un reglamento, ver gente de tu tierra acá es algo indescriptible, tanto para ellos como para mí”, confiesa con una añoranza apreciable en sus letras, llena de expectativa por el recibimiento al doctor Fernández, anunciado en redes sociales.

Cuenta la guantanamera que ya en Crema todo vuelve a la normalidad, “a partir del 22 de junio se comenzó a trabajar en casa, se abrieron las oficinas sin descuidar las medidas de precaución”, y afirma que la tristeza, la desesperación de las personas, las imágenes de escuelas y negocios cerrados y esas calles vacías serán de las cosas más difíciles de olvidar.

Italia guardará en su historia algo más que los encantos del arte renacentista, tendrá ecos de sollozos impregnados en los recuerdos del siglo XXI, por los caprichos de una pandemia que viste a la muerte con cifras, y deja números clavados como dardos en la memoria; pero Flora Ciero prefiere recordar que hubo médicos cubanos en Crema que ayudaron a frenar ese mal.

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