Lo viejo hay que cuidarlo. Vale para las personas, pero también para la tecnología. A las primeras hay que atenderlas, alimentarlas, cuidar de su salud, garantizarles longevidad satisfactoria…
El mejoramiento del área de calderas permitiría aumentar la producción diaria de la planta.
A la segunda, explotarla con racionalidad, aplicarle los mantenimientos requeridos, sustituir sus piezas deterioradas, renovarla y garantizarle, igualmente, longevidad satisfactoria.
Cuentan que hace una treintena de años Francisco Rogelio Rodríguez López, con preclaro pensamiento, impulsó el nacimiento de la fábrica de conservas Flor de La Tagua, en el intrincado paraje serrano de igual nombre, industria inscripta en las transformaciones de la vida campesina en el Plan Turquino.
Los lugareños, con legítimo orgullo, lo repiten, porque el ingenio los vincula directamente con un hombre-leyenda, el comandante Pancho, desde que Fidel lo ascendió en 1962 o 1963, según sus propios recuerdos, o el General de las Montañas a partir de 1994, cuando Raúl lo promovió en la sierra de Galán, el punto más elevado de la geografía guantanamera.
Mario López: “La fábrica necesita ser modernizada para ponernos a tono con los reclamos agroalimentarios del país”.Cierto o no, tarea que toca establecer a los historiadores, lo importante es el sentido de pertenencia que la Flor de La Tagua despierta entre los lugareños y, en especial, de sus 16 trabajadores, decididos en no dejar rendir los viejos hierros con los que hoy se empeñan en procesar 248 toneladas de conservas de frutas, de las cuales ya 109 son estadísticas comercializables: 76 de mango y 33 de fruta bomba, que incluyen variantes en crema de ambos rubros.
Una mirada matemática curiosa descubre que solo han procesado el 44 por ciento del plan anual cuando corre el mes siete. La cuenta les va en contra y aunque no renunciarán, Mario López Barriento, el administrador, se adelanta a explicar y subraya: “No a justificar”.
“Tenemos potencial para superar las metas: el Alto del Mango ‘revienta de frutos’ y allí tenemos contratos con la CCS Armando Mestre, también con la Ángel Bousa, de Palmar; Frank País, de Honduras; Acopio, de Yateras, y para cuando termine esta temporada iniciaremos la de guayaba y luego el tomate…
La materia prima no es el problema, contra el proceso industrial conspiran por un lado la falta de envases (proveedora Empresa Alimentaria Provincial) y azúcar (Empresa Mayorista) y, por otro, las reiteradas roturas en los cansados “huesos” de este organismo fabril.
“Mire, hace dos meses faltan las latas de un ‘galón’ y solo envasamos a granel en tanques de los llamados de 55 galones; pero lo peor es la obsolescencia de la planta y lo desprotegida que está; baste decir que camina por gestiones e inversiones propias.
“No hay suministros, por ejemplo, de lo elemental: grasas sólidas para mantenimientos, electrodos para soldar, correas, bandas, mallas para los repasadores, mucho menos otras piezas que como los rodamientos ahora mismo tenemos que salir a buscar por nuestra cuenta.
“Así se mantiene trabajando la industria, con mucho deseo, amor e inventiva del colectivo, en particular Rafael Fiz López, un técnico de Mantenimiento del área de montaña, quien comparte nuestras vicisitudes y atiende, desde la nada, además, cinco panaderías y una dulcería”.
López Barriento invita a recorrer la vetusta fábrica con tecnología de hace 60 años y muestra la obsolescencia de la línea. Aunque nada se detiene definitivamente,Rafael Fiz: “Esto camina por el interés del colectivo y la gestión propia de recursos que debían planificarse verticalmente y cumplirse para los mantenimientos”. todo sufre el impacto de los años: despulpadora, bombas, repasadores, tachos, bandas transportadoras, tuberías, tanque de fuel oil y petróleo…
Reflexiona: la realidad cubana, hacer país, llama al autoabastecimiento municipal, lo reitera el presidente (evoca a Díaz-Canel); se impulsan y construyen minindustrias… Aquí la inversión es menor y la experiencia mayor. Ya existe, por qué no incluirla en los planes de desarrollo y modernizarla.
Cuánto más pudiéramos hacer y entregar al consumo poblacional, incluso a la exportación. Con estos mismos hierros, mejorados, atendidos, podemos ampliar la capacidad productiva y hasta entregar refresco embotellado, sirope, cascos de toronja, trozos de fruta bomba, vinagre, pru, ácido cítrico de naranja agria… No es una utopía, ojalá nos pongan a prueba.
Contra todas las contingencias, en pleno lomerío ronronea el ingenio, muele toneladas de mango hilacha y corazón, el mejor para las compotas infantiles, y persevera como bastión por la soberanía alimentaria.
Es, además, para los pobladores, un monumento al General de las Montañas, quien rememorando su andar serrano declaró a la colega Martha Reyes Noa: “Ejecutamos inversiones en maquinarias (…) herramientas, piezas de repuesto, entregándolas al que la necesitara, un modo de combatir el derroche y de ahorrarle gastos innecesarios a la economía, con la premisa de que una máquina puede durar el tiempo que vive el hombre”.*
Valga tal axioma para La flor de La Tagua. Se necesita.
*Martha Reyes Noa: Pancho, General de las Montañas, Pág 185.