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COVID 19En Guantánamo la COVID-19 tenía sus cifras en pausa, una pausa cómplice de la Nueva Normalidad y el regreso de algunas libertades, pero la sensación del peligro hecho pandemia picaba tanto cerca como distante. Ya Ciego de Ávila y Pinar del Río, sabían lo que era pasar varios días sin nuevos reportes del virus hasta que de repente la enfermedad se coló en esos territorios.

La provincia se acostumbraba a la “aparente calma”, la que permitió hace poco retomar las clases, y que en el teatro Guaso el grupo Komotú volviera a arrancar sonrisas, aunque los rostros nunca renunciaron por completo a los nasobucos, el pacto con la vida desde hace mucho obligó a asumirlos como parte de la cotidianidad; ahí están con sus diversos formatos, mediando entre las dosis de aire que aspiramos.

Eran más de cien días sin casos positivos a la COVID-19 reportados dentro Guantánamo hasta que el pasado sábado el parte del Ministerio de Salud Pública, informaba de dos personas con la enfermedad.

Una vez más la pandemia nos recuerda el significado de sus números, ahora no tan distantes, ahora podríamos tenerlos más cerca de lo que imaginamos, y suelen acompañar las dudas sobre la posibilidad de algún asintomático caminando con el peligro ignorado dentro de su cuerpo.

La cifra hizo que la cinta amarilla en un cuadrante del suroeste de la urbe del Guaso definiera un perímetro en el que solo bastan dos palabras para advertir el riesgo: “No Pase”.

El área perteneciente a una veintena de contactos de los casos positivos, habla por sí sola de ese retorno de la pandemia a este oriental territorio, más allá de las cintas amarillas se advierten los médicos forrados de su ropa verde y la pesquisa constante.

En una esquina de la zona sur tres personas conversan sobre esos números que alimentan ahora en la provincia el conteo de la COVID-19, la luz de un foco les basta para ignorar la oscuridad de la noche, dejan escapar sus dudas y temores, también las especulaciones.

Se llevan las manos a la cabeza quienes apenas saboreaban las aperturas que la Nueva Normalidad supuso para bares y múltiples centros recreativos, sobre la vida nocturna de la ciudad también pesa el acecho de la pandemia y el lamento de muchos.

El SARS-CoV-2 vuelve a colarse en Guantánamo, atormenta la invisibilidad con la que nos burla, y su sed de vidas se vuelve el mayor temor de quienes nos acostumbramos a su ausencia durante tantos días. Tras cada sueño la provincia despierta ansiosa por saber si las cifras del virus aquí volverán a detenerse durante un buen tiempo.