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1 AldeidisLa joven doctora Aldeidis Acosta Samón, cumple el servicio social en la comunidad de Los Arados, en Maisí. A Aldeidis Acosta Samón desde pequeña la seducía el placer de salvar vidas, calmar dolores, ver alivios reflejados en los rostros… motivos que la enrumbaron por el camino de la medicina y hoy Maisí la ve desandar a poco tiempo de graduada envuelta en una rutina que lleva implícita la lucha contra los caprichos de una pandemia ladrona de alientos.

“Hoy a mi labor por la mañana en lo que se conoce como el habitual trabajo en el terreno para el seguimiento a personas con determinadas patologías como hipertensión y diabetes, se suma la pesquisa activa con el objetivo de llevar un control de quienes puedan tener sintomatologías asociadas a la COVID-19 y otras acciones para evitar las posibilidades de expansión del virus”, afirma.

Ese es parte del diarismo de la doctora que dedica la tardes a atender a los pacientes de la comunidad de Los Arados en el consultorio de esa zona, donde se ha ganado el cariño y aceptación de las personas, aunque la juventud que delata su rostro una vez la castigó con la desconfianza de un paciente:

“En una ocasión, mientras estaba de guardia en el policlínico, llegó un señor con crisis hipertensiva, al verme tan joven pidió que lo atendiera otro médico, ni siquiera se quería sentar, tuve que tratar con él poco a poco, hasta que pude conocer el motivo de la crisis que fue por una discusión en la casa, a medida que vio la preocupación cedió paulatinamente.

“A esa persona finalmente la mediqué y mejoró, hoy me ve en la calle y me saluda cariñosamente, incluso a veces me visita en el consultorio”, rememora Aldeidis Acosta, quien afirma que durante sus años de estudio encontraba emoción en las guardias, aunque ahora con el aumento de la carga de trabajo, y las responsabilidades la sensación no es la misma:

“En mi primera guardia sentí algo de nervios, era mi primera vez sola para todos los casos que llegaran al policlínico, muy diferente a cuando estudiábamos, que teníamos a los profesores para guiarnos en lo que necesitáramos, aunque afortunadamente aquel estreno fue tranquilo solo hubo crisis hipertensivas que pude controlar y una persona con asma bronquial descompensada”.

Añade que esos casos y los de cólicos nefríticos son los que más abundan durante las faenas en el policlínico de La Máquina, en aquella guardia no hubo sustos, por su corta experiencia afirma que tal vez lo que podría asustarla un poco sería un accidente masivo, pero doctora al fin asegura estar preparada por si un día le tocara enfrentar un momento así, sus tiempos de estudiante le dejaron lecciones claras:

“En Guantánamo mientras estudiaba me tocó atender un niño con asma bronquial, es una situación a veces compleja porque los padres se ponen nerviosos, piensan que su hijo se va a ahogar, y nos enseñaron a atender al paciente y tratar de calmar a los familiares, brindarles apoyo y sobre todo que vean seguridad del médico y confíen en uno”, explica la joven doctora.

Pese a los momentos de tensión de los que pudiera estar minada la cotidianidad de un médico hay tareas en las que Acosta Samón encuentra un goce especial.

“Hay algo que me apasiona mucho y es la atención a los lactantes, porque son personitas con las que debemos tener una singular atención, ellos no te expresan que tienen un dolor, y eso implica paciencia y examen físico detallado, además disfruto la evolución favorable de esos niños”, confiesa.

Ella lleva en la conciencia sus propios principios de lo que significa ser un buen médico, más allá de la prestación de un servicio de calidad afirma que “es sufrir el dolor de la otra persona y ganarse su confianza”, en un camino profesional que apenas comienza sabe que asumirlo así es garantía para el buen trabajo.

Camina por el Maisí al que nunca temió regresar a pesar de estar en el extremo más apartado del país, volvió al encuentro con su playa como antídoto de relajación que disfruta, al diálogo con el mar y sus sonidos, a la tierra que la mira y le agradece estar al cuidado de los hijos de ese pueblo.