Rosario, paciente de alta, elogia la atención recibida. Más de 300 pacientes dados de alta podrían situarse en una “zona blanca”, en contraste con las áreas consideradas “verde” y “roja”. Aquellos ya están fuera, sanados, gracias al desvelo, adentro, de casi un centenar de trabajadores de la Salud y universitarios de apoyo, desde la instauración, el 7 de enero último, del hospital de campaña contra el nuevo coronavirus, en la sede Regino E. Boti, de la Universidad de Guantánamo.
Rosario Dupuy Parra abandona su condición de paciente ingresada allí, con resultado de PCR negativo, asintomática, al sexto día de tratamiento terapéutico y atenciones, con regreso en transporte delegado a la unidad hasta su área de salud. “Buena atención, amoroso, atento, profesional, también en los servicios”, califica el trato recibido esta pediatra de 27 años, que, explica con sonrisa adivinada tras la mascarilla, llegó contagiada del SARS CoV-2 en el medio familiar.
Ella se suma a las más de 2 mil altas médicas de pacientes, de los 17 hospitales similares establecidos en la provincia de Guantánamo para enfrentar la escalada local de contagios de la pandemia. Las cifras rutilan en la charla y animan el optimismo del doctor Leonardo Fernández Fernández, director del hospital Boti, quien insiste, sin embargo, en acentuar el inmenso gasto físico y sicológico del personal y aporte material del Estado, para lograr resultados y eficiencia.
La ofrenda humana consentida
“El costo de la estancia por paciente aquí no baja de los 20 mil dólares; solo los medicamentos del tratamiento rondan los 15 mil”, expone Fernández, avalado por su amplia experiencia como especialista en situaciones de desastre, en el contingente internacionalista Henry Reeve, que colaboró destacadamente en hospitales de campaña en Italia, durante la fase más crítica de la pandemia en ese país europeo. También estuvo batallando contra el ébola en Liberia y en otras misiones médicas en el mundo.
“Pero el corazón de esto son los compañeros” dice, elogiando la entrega de cada uno en sus puestos, que permanecen de 12 a 24 horas seguidas laborando en elDoctor Leonardo Fernández Fernández, director del hospital de campaña en la sede universitaria Regino E. Boti. lugar, pese a los riesgos, tanto en la zona “verde” como “roja”, y padecer, también alejados de sus familias, las carencias de recursos por la situación económica del país y el mundo, agudizada por el criminal bloqueo de EE.UU., que persigue con saña toda gestión cubana.
“Además, se cometen errores, hay justas quejas, malestares, criterios, exigencias de pacientes, familiares y otras personas, que deben decirse, pero a la vez valorar más y mejor públicamente el sacrificio y la entrega en esta situación excepcional, de guerra, pudiera decirse, de dirigentes, cuadros, especialistas, no solo de Salud, sino de diversas organizaciones y organismos, como en nuestro caso, los de la Universidad de Guantánamo”, considera el prestigioso profesional.
Para organizar los procedimientos, los pacientes reciben al ingresar orientación verbal y por escrito de las condiciones del centro educacional convertido en hospital, sus derechos y deberes, horarios de alimentación y tipos establecidos, y otros aspectos de su interés, incluidos los nombres y números de móvil del Puesto de mando del centro, el administrador y el director.
Con el asesoramiento del veterano especialista en Medicina Interna y Terapia Intensiva, también se dotó de detalladas orientaciones específicas al personal médico del área “roja”, asistencial, jefe de equipo y jefe médico, acerca de las relatorías y acciones correspondientes. E igualmente, un consentimiento informado por escrito es firmado por los trabajadores en general sobre el compromiso, altruismo, sacrificio y dedicación imprescindibles para trabajar en este hospital.
Corazones ofrecidos
El doctor Fernández completa ahora un Manual de procedimiento interno para este hospital de campaña, que puede servir a los demás. “Mucho más que eso. Puede aplicarse en cualquier situación excepcional, es decir, que las experiencias actuales enriquecen nuestras posibilidades para eventos futuros de esa índole”, aporta el galeno de 68 años.
No solo decide el tratamiento médico en la zona “roja”, sino el proceder humano en todas las áreas.
“Estamos aquí para lo que haga falta, cada uno en su puesto, cuidando la integridad física de trabajadores y pacientes, la elaboración y el servicio de alimentos, la limpieza de las áreas y todo lo demás, con las rotaciones establecidas”, testimonia, por su parte, el jefe de grupo de Seguridad Interna, Ibrahím Díaz Llombart, devenido en la práctica asistente general para diversos servicios.
Tal disposición ejemplifica la de los más de 40 trabajadores universitarios, como reconocen el propio doctor Fernández Fernández; el director de la sede Rolando Rodríguez Pastor y el decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas, Vladimir Naranjo García, designado como delegado por el Consejo de Defensa Provincial.
Personal universitario y de Salud asumen tareas y similar disposición en el Puesto de mando, entre otras áreas, no solo en la zona “roja”, donde se habilitó un libro para que los pacientes escriban sus consideraciones.
La organización de los servicios diversos cuenta con la consagración del personal.
“Estamos agradecidos siempre”, anotó Vicente González Ruiz, entre otros varios pacientes, con sugerencias positivas. Para la joven residente en Epidemiología, Rachel Nathalie Méndez Sosa, y el jefe de Servicios de Salud, Robert Oroseno Martínez, destacan el valor de esta experiencia de colaboración entre instituciones a favor de los pacientes positivos a la COVID-19.
“Pruebas de eficiencia y resultados son las altas diarias -considera Oroseno-, y que ningún trabajador se haya infectado hasta ahora. Eso sí, damos el corazón”.