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Hospital Pedro A Pérez covid 19 3Maicol, de siete años, es uno de los niños que evolucionaban satisfactoriamente en la sala de confirmados. Los exámenes físicos y los complementarios, empero, no cesan. En la sala de confirmados a la COVID-19 del Hospital Pediátrico Mayor General Pedro Agustín Pérez, de Guantánamo, las madres o cuidadoras no pueden o quieren hablar de sus experiencias y los niños más locuaces, aseguran las enfermeras del servicio, están descansando.

Desde afuera, veo a la doctora Elienet Da Silva Faure mientras revisa, minuciosamente, al pequeño Maicol Samuel Rodríguez, de siete años, uno de los seis pacientes que ese día ocupan la sala con capacidad para 38 infantes.

El chequeo es, asegura la pediatra, varias veces al día porque “si bien la mayoría de los pacientes son asintomáticos y las dolencias más frecuentes son tos ocasional, fiebre, pérdida del olfato y el gusto, y malestar general –en ese centro, solo una niña presentó síntomas graves- sabemos que la evolución puede ser rápida y tórpida”.

Como tratamiento fundamental, tienen el heberón, y el antirretroviral kaletra para los casos con comorbilidades asociadas y aquellos pequeños que se mantengan positivos al SARS-Cov-2 en los PCR evolutivos del quinto y el séptimo día.

Los riesgos, que muchas veces suelen minimizarse en esas edades donde generalmente no hay comorbilidades –diabetes mellitus, problemas cardiacos, hipertensión arterial-, existen.

Da Silva Faure, jefa de la sala de confirmados, es categórica: “Tuvimos una sola paciente grave, que llegó con síndrome hidropígeno (edematosa), creatinina elevada y desarrolló una nefritis reversible; pero sabemos que puede afectar cualquier sistema, el renal, el respiratorio… por eso, nuestros exámenes físicos son tan exhaustivos, y los complementarios tan amplios”.

Su consejo de médico, “es no confiarse, porque sabemos que esta enfermedad puede dejar secuelas, y que cuiden a sus hijos, con control, nasobuco, medidas higiénico sanitarias…, porque no es para que un niño se contagie con la COVID-19 cuando se supone que su familia debe protegerlo”.

El flujo…

El camino a esa sala es largo y cuidadoso. Las historias salen sin que las “llamen”, asoman la cabeza en profesionales, técnicos y pacientes que esperan, llegan, se van por ahora.

Todo comienza en el cuerpo de guardia de IRA (Infecciones Respiratorias Agudas) que desde los primeros casos de la pandemia en el país se independizaron del resto de los cuerpos de guardia para crear un flujograma propio.

Cuando llegamos, Yanisley Nápoles Córdova y su pequeña hija Gabriela -3 años- están dando sus datos en el área de admisión. El proceso fluye sin trabas. Pedimos permiso para seguirla a cada paso y la madre asiente.

Adentro, a la izquierda de un pasillo estrecho y brillante, la pediatra Miladis Jays Massó la espera, se lava las manos con una solución clorada y empieza la consulta. Primero, narra la madre, aparecieron secreciones nasales, y luego la tos, primero húmeda y después seca.

“Sé que la niña no tiene COVID-19, sé que es asma…, pero igual la traje porque desde anoche está así, y hay que tomar todas las precauciones”, dice la madre y agrega que con el historial asmático de su pequeña en su casa se adoptan todas las medidas para no dejar entrar al virus.

Igual la doctora le mira las piernecitas, las toca para comprobar si retienen líquidos, chequea la temperatura, la respiración… “Cada caso, asegura la especialista, tiene un componente clínico y otro epidemiológico, que incluye el test rápido de antígenos. Mi función es determinar el destino de cada paciente.

“A un niño con síntomas, se le hace un test rápido; si da positivo, se ingresa en la sala de sospechosos –igual con 38 camas, justo encima del espacio para confirmados-, y si es negativo, hay dos conductas, se ingresa en la sala Lidia Doce para pacientes con IRA, o se remite a sus hogar, como seguramente haré con esta niña”.

Unos 10 minutos después, dos técnicas del laboratorio llegan con el kit del test de antígenos. Es un proceso molesto –para tomar la muestra se introduce un hisopo por la fosa nasal hasta el cornete superior durante unos 10 segundos- y les dejo espacio. Se oye un llanto y luego la calma.

Hospital Pedro A Pérez covid 19 1Desde el 6 de enero, el Hospital Pediátrico atiende a la mayoría de los niños contagiados con el nuevo coronavirus en la provincia. En la foto, Yanisley Nápoles mientras le toman la muestra para el test de antígenos a su pequeña hija.

Si pasara lo peor –tener a un hijo ingresado lo es- “en el Hospital Pediátrico están creadas todas las condiciones, tanto del personal médico, los medios de bioseguridad y la disponibilidad de medicamentos, tanto de heberón, kaletra…, para más de 40 días”, asegura el Doctor Nael Preval Preval Campello, director del centro.

Dentro del hospital, detalla, “se mantienen dos servicios (sospechosos y confirmados) y afuera, uno para vigilancia de sospechosos en el policlínico anexo de la Vocacional y otro para confirmados en la Escuela de Danza, lo cual nos da una cobertura total de 88 camas para confirmados y 87 para sospechosos”.

Como parte del flujograma, se han trasladado a Santiago de Cuba 29 casos, la mayoría menores de 18 meses y dos que necesitaron atención al grave, incluido un lactante que igual clasificaba para ser transferido a la hermana ciudad.

Ahora –para Yanisley y su hija- solo resta esperar, lo mejor.

La epidemiología y la última palabra

“La mayor cantidad de niños infectados con coronavirus han sido contactos de casos confirmados o sospechosos que luego dieron positivo”, asegura YennyHospital Pedro A Pérez covid 19 2“Mi consejo es que no se confíen. La COVID-19 puede afectar cualquier sistema, y tener una evolución rápida y tórpida”, advierte la especialista en Pediatría Elienet Da Silva Faure. Cleidis Torres Naranjo, especialista en Higiene y Epidemiología y subdirectora de Aseguramientos Médicos del Pediátrico.

“Hablamos –prosigue- de personas cercanas, familiares que viven con el menor o frecuentan la casa, o las propias madres. Hemos tenido 22 niños positivos menores de un año, y entre los sospechosos, incluso dos niños con 16 y 24 días, que por suerte no se confirmaron en el PCR”.

“Básicamente reciben el virus en sus casas, porque un adolescente es difícil de controlar, pero muchos de estos niños no salen solos, no saben caminar, y uno los supone a salvo, porque están bajo la constante supervisión de los adultos”, reflexiona la doctora.

El resto de los números son también alarmantes: Setenta pacientes de uno a cinco años, 100 de seis a 13, y 34 mayores de 13 años.

En general, responde a mi asombro, “todos han evolucionado satisfactoriamente, incluso aquellos con comorbilidades asociadas como asma, hipertensión, epilepsia…, de hecho luego de ser tratados, se han mantenido positivos a la COVID-19 solo seis niños, en el PCR del quinto día, y dos, en la prueba del séptimo día, que luego fueron negativos”.

Comparto algunas cifras con Orlando Beirut Osorio, jefe de grupo de la Dirección provincial de la Dirección Integral de Supervisión, y asegura que, a pesar del peligro, de la información y hasta de las multas, “los niños jugando al aire libre, merodeando en la noche, sin nasobuco…, es un problema sin resolver en Guantánamo”.

Los mayores problemas, explica, aparecen en los barrios alejados del centro de la ciudad, sobre todo en los llamados periféricos, donde además convergen otros problemas sociales, “que, sin embargo, no eximen a los padres de la responsabilidad de evitar que sus hijos se contagien con esa enfermedad”.

Por eso, y así lo valida el decreto 31 del 2021 del Consejo de Ministros, “cuando llegamos a un sitio donde hay niños en la calle, jugando, volando cometas, montando bicicleta, incluso de noche, localizamos a sus padres y le imponemos la multa que corresponde –por lo general de 2 mil pesos”.

Desde el 4 de febrero por ese decreto en Guantánamo se impusieron un total de mil 574 multas, con un importe de 3 millones 325 mil pesos, por mal uso o ausencia del nasobuco (mil 131), violaciones de las medidas dictadas por el Consejo de Defensa (233), aglomeración en espacios públicos (161) y 49 a directivos por el incumplimiento de las medidas dictadas para frenar la pandemia en entidades del estado.

Las relacionadas con menores, aclara el inspector, en su mayoría están incluidas dentro de los 233 multados por incumplimiento de las medidas del Consejo de Defensa Provincial.

Tiene años y experiencia suficiente para entender cuán complejo es decirle a un niño no salgas, no juegues... “pero más importante es cuidar a tus hijos para que no se enfermen, y frenar, desde casa, esta pandemia que nos afecta a todos”, resume y asiento.

La ecuación está clara.

covid 19 y niños Cuba