Cuando restan pocos días para la etapa más lluviosa en Cuba (mayo-octubre), los embalses de la provincia de Guantánamo acumulan hoy 165 millones de metros cúbicos (m3), menos de la mitad de su capacidad de llenado.
Diseñados para almacenar de una sola vez 347,5 millones, las represas principales del Alto Oriente sufren con creces los efectos de la sequía y la consiguiente evapotranspiración distintiva de la árida franja costera sur, donde se alzan sus más importantes obras hidráulicas.
En consecuencia, disminuyen progresivamente las reservas de agua en los embalses, en los cuales es mucho mayor el área de volumen muerto, como las que se denominan aquellas en que por el bajo nivel del agua es imposible aprovecharla para el consumo humano, agrícola o industrial.
El parte de la Dirección de Recursos Hidráulicos refleja ostensibles mermas en el contenido de la presa La Yaya, la mayor de la provincia, y en la Faustino Pérez, principal fuente de abasto de la capital provincial, deprimida por la falta de humedad en el nacimiento de su fuente tributaria, el río Guaso.
A las puertas del período húmedo, la situación con el abasto es tan engorrosa que promovió un llamado del Consejo de la Administración Municipal de Guantánamo a la eliminación de salideros y el ahorro del vital líquido, por cualquier medio posible, incluido el de prescindir de emplearlo en el lavado de vehículos.
El comportamiento actual de las precipitaciones, debido a condiciones climatológicas inusuales, es tan errático que en lo que va de año ha descendido un promedio de 346 milímetros (mm), el 25 por ciento de los que históricamente se reportan.
La mayor cantidad de esas láminas lluviosas tuvieron por destino a Maisí, muy lejos del valle de Guantánamo, principal fuente de alimentos de la Villa del Guaso, la cual, para producirlo requiere de ese divino tesoro que es el agua, recurso que escasea y cada vez es más imprescindible para la soberanía alimentaria, en cualquiera parte del archipiélago cubano.