Vicente Rodríguez Oquendo, reconocido recientemente como Miembro de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba. A pocos días del guantanamero Vicente Rodríguez Oquendo saberse entre los Miembros de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba confiesa que esa emoción solo se compara con el momento en que recibió la Distinción Carlos J. Finlay, máximo reconocimiento del Consejo de Estado, conferido a quienes destacan por méritos extraordinarios en la labor científica.
Tras la reciente noticia está la historia de un hombre acostumbrado a entregarle sus conocimientos al campo y a desandar por él cuantas veces fuera necesario, convencido de que solo así la teoría se transforma en resultados.
El camino
Estaba en la secundaria Regino Eladio Boti, cuando Rodríguez Oquendo conoció la posibilidad de estudiar en el Instituto Tecnológico de la Caña Carlos Manuel de Céspedes, ubicado en Niceto Pérez, centro necesitado de incrementar su matrícula. Él dio el paso al frente, Agronomía prometía ser una carrera interesante, y el futuro se encargaría de agradecerle la decisión.
“Antes de las clases pasamos por el campo. Lo primero que hicimos fue regar áreas de berenjena y un control fitotécnico de la centella de la yuca, conocida como primavera, unos gusanos que atacan el cultivo”, recuerda.
Fue el inicio de la ruta por la vida campestre del ahora Doctor en Ciencias Agrícolas, un hombre que poco a poco multiplicó sus conocimientos en centros de la Enseñanza Técnica en el municipio de Baracoa y la comunidad de Paraguay, dejándolos como herencia a generaciones que se formaron en especialidades industriales y otras relacionadas con la agricultura.
La tierra le debe a Rodríguez Oquendo varios de los métodos con que hoy se le saca resultados. Es un pionero de los estudios en la provincia sobre café y cacao, y durante sus años de trabajo en la Educación Superior asumió el diseño de una especialidad de postgrado sobre la producción sostenible de esos cultivos.
“Viajamos a Bayamo tres profesores de la Facultad de Agronomía de Montaña de aquí. Estábamos en Período Especial, allí nos reuniríamos con colegas de las universidades agrícolas del país. Llegamos, y al día siguiente desde temprano planificamos los módulos de la especialidad y cumplimos la misión.
Conexiones de vida
En Yateras a Vicente le profesan gratitud. Hace poco tiempo alguien de allí le hizo saber que lo recordaba como el único que logró la capacitación sistemática de los usufructuarios en pleno Período Especial.
“Fueron más de 10 años investigando en ese municipio para elevar el rendimiento en el cultivo del café y el nivel de vida de las serranías. Trabajaba con los campesinos y su familia, demostrándole cómo se atendía esas plantaciones, y la necesidad de la participación de todos los de la casa. Además, les hacía balance económico para que comprendieran los beneficios de ello”.
En aquellos momentos dos y hasta tres visitas mensuales lo llevaban a ese municipio, seguro de que cuando se busca resultados en el campo la receta no es presumir de la teoría y perderle las pistas al conocimiento compartido.
“Instruía a los productores y sus familias, porque la dinámica del campo debe ser planificada y es importante explicar en la práctica cómo se siembra, cómo poner las posturas, cómo recoger el producto y pesarlo, las formas de cultivar y beneficiar las plantaciones”, explica Rodríguez Oquendo.
Están los números que se volvieron históricos, de los que él habla con orgullo y seguridad, al contar que incluso en aquellos tiempos difíciles hubo yateranos que obtuvieron hasta 0,5 toneladas de café por hectárea.
Tras esos resultados estuvo la mano del guantanamero, el primero en socializar en Yateras las prácticas agroecológicas con la utilización de materia orgánica, abono verde, y la conservación de los suelos. Sus investigaciones lo ayudaron a revelar la importancia de la regulación de sombras en el cultivo de café, estudio con el que alcanzó el título de Doctor en Ciencias Agrícolas:
“Mediante este control se favorece la maduración uniforme del fruto, se extiende la vida de la planta, se despulpa mejor el grano y la calidad es superior de manera general”, detalla el académico.
Fueron tiempos de hacer mucho con poco, de cargar con la voluntad como principal recurso y de involucrarse en los objetivos sin dejarse intimidar por las dificultades. En la actualidad reconoce que hay asuntos pendientes.
“Hoy en la agricultura falta cerrar ciclos de investigación, se necesita acompañar al campesino en la base, chequear la aplicación de lo enseñado”.
Entre legados
Más de una hora de diálogo y uno siente que se revela una vida demasiado rica en cosechas profesionales, se teme porque la entrevista no le haga honor a tanta historia, más si se trata de alguien que supera el centenar de publicaciones científicas, una persona cuyo conocimiento ha superado fronteras nacionales con grandes responsabilidades.
“En el 2005 me encomendaron diseñar la maestría en Desarrollo Agrario Sostenible, a impartir en Venezuela, y presté colaboración como coordinador de esta hasta el 2014. Egresaron más de una veintena de profesionales”, cuenta.
Visitó 21 comunidades bolivianas que aprovecharon sus capacitaciones sobre temas agrícolas. En Brasil impartió conferencias sobre el cultivo del cacao y hasta España también llegó con disertaciones sobre agroecología.
Sobre sus 65 años Rodríguez Oquendo carga más de una treintena de lauros. Se refiere con especial orgullo a la Condición de Destacado conferida por la Academia de Ciencias de Cuba, por su contribución relacionada con el uso de los hongos micorrizas en las actividades agrícolas y forestales del país.
Vive el presente comprometido con numerosas tareas: el trabajo docente en la Facultad Agroforestal de la Universidad de Guantánamo, además de la participación en proyectos como los relacionados con la conservación de ecosistemas montañosos amenazados e innovación agropecuaria. Las razones para hacer ciencia parecen dispuestas a acompañarle por mucho tiempo.