El análisis de los suelos bajo la óptica de la ciencia es fundamental para garantizar resultados en los cultivos y cosechas, servicio que presta la institución a personas naturales y jurídicas.La naturaleza a veces parece muda, incapaz de expresar sus dolores o necesidades, aunque hay quienes saben conectar con el lenguaje de esta, y ponen el conocimiento a favor de entenderla y mejorar la relación del hombre con ella. En la Unidad de Ciencia y Técnica de Base (UCTB) de Guantánamo, del Instituto de Suelos, hay personas acostumbradas a esa labor.
Especialistas del lugar diagnostican las carencias de la tierra. Sin mediación de recetas ni cuños médicos son capaces de proporcionarle a esta, frente al reto de la producción de alimentos, parte de lo necesario para que los cultivos lo agradezcan con vitalidad y mejores rendimientos.
Hay quienes todavía optan por la agricultura a base del empirismo, pero desde dicha institución los saberes están disponibles para irse al campo y se mueven hacia este con frecuencia.
Lo que entrega la ciencia
En el laboratorio del centro la teoría y la práctica se dan la mano. De la observación y el análisis emanan conclusiones y productos para favorecer tanto suelos como cultivos. Los biofertilizantes son de las contribuciones distintivas del lugar.
“Se obtienen a partir de la reproducción por fermentación de microorganismos (bacterias y hongos) que viven en los suelos. Al aplicársele a estos y a las siembras ayudan a la asimilación de nutrientes esenciales para el desarrollo vegetal”, explica Dania Rodríguez Mestre, jefa del laboratorio y especialista en producción de biofertilizantes.
El Rhizobium, el Azotobacter, además de la Fosforina y las combinaciones entre ellos son los biopreparados de esa entidad científica. En el caso del primero aporta nitrógeno a las leguminosas, mientras que el segundo cumple igual función para el resto de los cultivos. Y el tercero es capaz de solubilizar el fósforo existente en el suelo en estado no asimilable para ponerlo a disposición de la planta.
Personal altamente calificado labora en los laboratorios.
Tales opciones son oportunas para atenuar las limitaciones actuales de insumos químicos con que se beneficiaban los cultivos en el surco. Aunque, hay quienes desconocen la facilidad que tienen para adquirir estos bioproductos en la institución científica o ignoran que, por ejemplo, la Fosforina sustituye de un 50 a un 100 por ciento la fertilización química, y el Rhizobium lo logra de un 50 a un 85 por ciento.
Los biofertilizantes aumentan el rendimiento de las cosechas, y provocan más resistencia al ataque de plagas y enfermedades. Con ellos se realiza un manejo más sano de los suelos, pues el empleo de productos químicos en las actividades agrícolas provoca, en ocasiones, daños en la tierra. Es por ello que Rodríguez Mestre insiste en la necesidad de estudiarlos para saber con precisión el estado en que se encuentran y los nutrientes que demandan.
Illovis Fernández Betancourt, jefa del Departamento de Investigaciones, precisa que mediante la capacitación a los asociados en las cooperativas del municipio de Guantánamo han socializado los beneficios de estas producciones y su manera de aprovecharlas. La Empresa de Semillas se nutre del Rhizobium elaborado ahí, y lo vende en el paquete tecnológico a los clientes.
Buscando respuestas
Desde la institución los estudios permiten conocer las condiciones de los suelos, se incluyen en la cartera de servicios que prestan a personas naturales y jurídicas, una opción que aunque aprovechan algunos productores todavía, según reconocen los trabajadores del lugar, amerita por parte de entidades y agricultores mayor comprensión de lo que representa para el rendimiento de lo sembrado.
“Los estudios agroquímicos son de nuestras principales prestaciones, a partir de ahí el campesino conoce las características del suelo, los nutrientes que necesita y cómo fertilizar. Además, mediante los análisis de agroproductividad sabe para qué cultivos aprovechar la tierra.
La producción de biofertilizantes caracteriza el trabajo de esta institución científica.
“También, los estudios de salinidad son de los más realizados, por ser ese flagelo uno de los problemas que afecta a las zonas llanas de la provincia. Tal realidad amerita mayor sistematicidad por las frecuentes variaciones de las concentraciones salinas y las limitantes que supone al desarrollo agrícola. Entonces, a partir de los estudios, se potencian variedades más adaptables a esas condiciones”, explica Marianela Cintra Arencibia, directora de la institución.
Dania Rodríguez Mestre conoce al pie de la letra esos análisis mediante los cuales la ciencia advierte a la agricultura. Desde el laboratorio del centro, tecnología y conocimientos aportan a dicho fin:
“En las muestras recogidas se especifican datos como el tipo de suelo, la fuente de agua con que se riega, el cultivo que tiene, tuvo o el que se va a sembrar, se someten al secado natural, luego se muelen para el posterior examen con los equipos”.
“En el caso del servicio agroquímico se determina el pH, que es el grado de acidez o alcalinidad, también revisamos los niveles de materia orgánica, fósforo y potasio. Esos datos se registran y luego otro departamento evalúa y emite las recomendaciones”, explica la especialista.
En estos momentos culminan el estudio agroquímico de 250 hectáreas del polo productivo de Chapala, examen realizado también ya en cooperativas como la Mariana Grajales, y la Enrique Campos. Además, entre las empresas que han solicitado dicho análisis se encuentra la Agroforestal y Coco de Baracoa.
“Desde el centro estudiamos también la calidad del agua de todas las fuentes que abastecen los sistemas de riego de la agricultura en la provincia”, afirma Illovis.
Más allá de los anteriores servicios, la investigación desde el centro también tributa a la agricultura. Álvaro Blanco Imbert, especialista del lugar, trabaja en un proyecto que evalúa los efectos de las prácticas en más de 500 hectáreas de suelos, dígase actividad ganadera, siembra de caña o de cultivos varios. Ello favorecerá el manejo de esos terrenos también a partir del estudio del impacto del cambio climático.
A pesar de las bondades de la institución y el llamado gubernamental a aprovechar la ciencia en función de la producción de alimentos, Illovis Fernández Betancourt considera que aún no es significativo el interés del campesinado por la ciencia; el empirismo pesa en las rutinas, aunque existen excepciones.
Los servicios de la entidad están disponibles para quien lo desee, sin condicionamientos por extensiones de tierra. Dania Rodríguez precisa que cualquier persona puede solicitar un estudio de suelo, ya sea para un pequeño patio, cantero e incluso una maceta.
Legado de una alianza
José Antonio Márquez Calavia heredó de su familia la estrecha relación con esa entidad científica, y le vale el reconocimiento como agricultor destacado de la provincia. Es un hombre consciente de que el vínculo con la ciencia es garantía para producir con buenos resultados, máxime en su finca cuyo suelo, en la zona de Matabajo, se duele de salinidad.
Tributar al mejoramiento y cuidado de los suelos es el propósito esencial del investigador Álvaro Blanco Imbert.
“Hemos evaluado más de 40 variedades de semillas para saber qué cultivos tienen mejores posibilidades de desarrollo en esas condiciones. Los especialistas del centro van todos los meses y chequean la evolución de lo sembrado, características de la tierra, toman muestras para los análisis. En el caso de los biofertilizantes es evidente el aporte en cuanto a la vitalidad y la productividad de los cultivos”, asegura Márquez Calavia.
Habla con satisfacción de la oportunidad de viajar a Ecuador, Brasil, y Panamá junto a investigadores de ese centro científico para compartir su experiencia como agricultor en el manejo de suelos salinos, agradece los criterios de ellos para planificar las labores en la finca.
Por la UCTB conoció la variedad de ají chay adaptable a las características del terreno que posee. La ciencia es buena consejera, él lo sabe, por eso se asegura de que su familia conserve el vínculo con la institución y afirma:
“Tras la aparente tranquilidad en la entidad adscripta al Instituto de Suelos, la observación, los análisis, y el empeño aprovechan al máximo cada dato, y el apoyo a la actividad agrícola es tan solo una de las tantas contribuciones en un centro que interpreta el lenguaje de los suelos”.