cuidar a los niños d ela pandemia 1Anisleidis no sabe cómo se contagiaron ella y su bebé, pero sí tiene una certeza es que “a mi casa no entra una visita más”.Anisleidis Portes Rojas se sienta a un lado mientras la doctora examina al pequeño Yon Adriano. La joven galena palpa el abdomen, recorre brazos y piernas, chequea algo en el pecho del bebé, intercambia algunas palabras con la madre, y sigue su ronda.

“Está bien, ha evolucionado sin problemas”, me confirma la madre y me sonríe, o eso creo leer tras el nasobuco. “Yo también estoy sin problemas, asintomática..., pero igual no puedo explicarle lo que una siente cuando le dicen que su hijo tiene COVID-19, que lo tienes tú”.

Lo peor es que no sabe cómo ni por qué. “Vivimos solos, con mi esposo que es el único que sale, a trabajar y a buscar lo que necesitamos, y está sano. Así que él no fue quien trajo el virus a la casa, pero igual estamos aquí, y aquí el niño cumplió los cinco meses, el domingo pasado”, se lamenta.

Ante la incertidumbre, dos certezas: “La primera es que nos sentimos bien, y asistidos en nuestras necesidades; y la segunda es que a mi casa no entra una visita más, y mi esposo tendrá que ponerse el nasobuco permanentemente, porque ni mi hijo ni yo vamos a regresar al hospital”.

“Ese es un sentimiento generalizado entre quienes ven de cerca a la COVID-19, no quieren volvérsela a tropezar”, asegura Leticia Pérez Herrero, la licenciada en Enfermería a cargo del Cuerpo de Guardia para casos respiratorios y las dos salas de confirmados en el Hospital Pediátrico Pedro Agustín Pérez, de Guantánamo.

“Y eso, agrega, que no hemos tenido complicaciones con la enfermedad, y estamos todos -médicos, enfermeras, asistentes, la mayoría jóvenes- muy pendientes de cada paciente, atentos, porque aunque la mayoría son asintomáticos, los tratamientos son fuertes y dan escalofríos, fiebre... Cuidamos de que no les falte nada, ayudar en lo que podamos”, dice la licenciada y vuelve a sus obligaciones, que son muchas.

La Doctora Neimaris Labañino Elizástigui, residente de tercer año de Pediatría, forma parte de esa fuerza. “Trabajamos en guardias de 24 horas, y el seguimiento a los enfermos es continuo, cada ocho horas de manera general, y cada seis cuando el niño tiene alguna comorbilidad”.

Entonces, hay que tener los ojos bien abiertos, “ya que la COVID-19 puede pasar asintomática, pero también puede afectar todos los órganos, así que como médicos no solo nos concierne la parte respiratoria, tenemos que ver si hay edemas, si el niño hace pipi regularmente, realizar los complementarios necesarios, tanto la química sanguínea como los rayos X”.

cuidar a los niños d ela pandemia 3El incremento de los pacientes en edades pediátricas y de lactantes es subrayado por la doctora Labañino Elizástigui.

¿Lo que más la impresiona? “La verdad, la cantidad de lactantes, menores de un año en este rebrote. En esta salita -anteriormente dedicada a los casos de Gastroenterología- de las 20 camas, seis son lactantes, y el resto, como ve, infantes bien pequeños”.

Y miro. La mayoría de los niños están tranquilos. En uno de los cubículos, el más cercano a la enfermería donde me afano en ponerme la ropa sanitaria, los guantes, el tercer nasobuco, las fundas, la careta..., un pequeño levanta una pistola anaranjada y apunta hacia su compañero de “cuarto”, que le responde con el cañón de su dedo índice y cara del malo de la película: la imagen de la inocencia.

Enfermedad grande en cuerpo pequeño

A pesar de todas las advertencias, el contacto con el coronavirus ocurre, y en estas últimas semanas “con particular frecuencia, al punto de que hace días no bajamos de los 100 casos activos”, asegura Yeny Kleydis Torres Naranjo, especialista de primer grado en Higiene y Epidemiología y subdirectora de aseguramientos médicos del Pediátrico.

El martes de la semana pasada se reportaron “105 pacientes en edad pediátrica confirmados, incluidos varios lactantes, 122 sospechosos que se ingresaron en el hospital y en varios centros anexos que acondicionamos para hacer frente al incremento de los casos”, explica.

Actualmente, además de sendas salas para confirmados y positivos, cada una con 38 capacidades, se recibe a los primeros en La Escuela de Danza (50 camas), y la Escuela de Música está habilitada hace unos 15 días, con 25 capacidades para niños con madres también positivas al SARS-CoV-2.

Los sospechosos son trasladados hacia el propio hospital (38 camas), el policlínico de la Vocacional (63), la Vocacional 2 (31), la escuela 14 de Junio (26) y, más recientemente, el hotel Tropical, con 22 puestos en espera de prueba de PCR confirmatorio.

cuidar a los niños d ela pandemia 2Violaciones de los medidas de prevención que no deben ocurrir.

Es, sin dudas, el peor momento de la pandemia desde que se registrara el primer caso de la enfermedad para el centenario centro hospitalario, que hasta el viernes pasado había asistido a 463 niños, 620 sospechosos y 48 madres.

“Es bueno apuntar que desde mayo no tenemos niños graves ni críticos, a pesar de que hace un mes estamos tratando a las edades de más riesgo, esos menores de 18 meses que antes eran trasladados a Santiago de Cuba. Evolucionan bien y con rayos X negativos”, explica la doctora.

Lo anterior lo confirma Didier Socarrás Capdevila, técnico en Rayos X dedicado a la atención de pacientes con COVID-19: “Por suerte, las placas salen negativas y los pequeños egresan rápido del hospital, porque una imagen con problemas implica secuelas de la enfermedad y llevar a ese pequeño a Terapia, pero igual es preocupante. Ahora mismo, vengo de hacer radiografía a una nena de cinco meses contagiada por una tía. Eso me hace tomar mucha más conciencia, en general y con mi propia familia”.

Los principales síntomas, retoma la palabra la especialista de primer grado en Higiene y Epidemiología, “son leves manifestaciones respiratorias catarrales con tos y secreciones nasales, fundamentalmente; también falta de aire leve, y fiebre”.

Entre las comorbilidades (enfermedades de base) que han atendido están el asma bronquial, las cardiopatías, los trombópatas, la enfermedad celíaca, epilepsia y parálisis cerebral infantil, “pero la mayoría de los pacientes pediátricos que ingresan en la provincia no tienen otras complicaciones”.

La pandemia, empero, sigue mostrando tendencias preocupantes. “De los cuestionarios epidemiológicos que realizamos a las familias, resulta que la gran mayoría de estos niños son contactos de casos confirmados o sospechosos, personas de dentro de la casa y de afuera, que van de visita a sus hogares. También vemos violaciones de las normas higiénico sanitarias, el no uso del nasobuco, la presencia de menores en aglomeraciones o jugando frecuentemente en la calle”, refiere.

Tales violaciones los llevan al hospital, “donde nadie quiere estar”. Dicha institución, a pesar de todas las carencias, “garantiza, los recursos, tanto de personal como de insumos, para cumplir los esquemas de tratamiento desde que el paciente llega como sospechoso hasta que se va con su PRC evolutivo negativo”, asegura la subdirectora.

cuidar a los niños d ela pandemia 4Violaciones de los medidas de prevención que no deben ocurrir.

Los protocolos, ahora con cambios, indican Heberón desde que el niño es sospechoso, además de Oseltamivir (tamiflú) y azitromicina, si también se clasifica como de riesgo por alguna patología asociada. A los confirmados, además de seguir la terapia con Heberón, se la adiciona el antirretroviral Kaletra.

¿Fatiga pandémica? Otra visión

Para Emilio Viel Fajardo, profesor de Psicología de la Universidad de Guantánamo, el “tema” de la COVID-19 es mucho más complejo de lo que parece, “porque no hay intencionalidad de favorecer el contagio, o sea, nadie quiere que su hijo, nieto, vecino enferme...

“Pero entonces esa percepción del riesgo entra en una seria contradicción con las demandas sociales, con la necesidad de las personas de trabajar, buscar alimento para el hogar, en medio, además, de una situación económica compleja en la que abundan, como fenómeno, las colas y todo lo que conllevan”, opina.

¿Qué tienen que ver los infantes con esto? “Ellos están en el medio, en las casas adonde regresan cada día padres, madres, abuelos, otros proveedores que casi siempre son los portadores del virus, a pesar de que no lo saben... porque si hay un valor mortal que tiene el SARS-COV-2 es justamente ese, que las personas pueden portarlo y no ser conscientes de ellos, y trasmitirlo en esas condiciones”.

Dentro de los hogares, arguye, ocurren otros fenómenos “porque estamos acostumbrados a sentirnos a salvo, a dar cariño a los niños, y cae mal cuando alguien insiste en el nasobuco, o en el distanciamiento. Culturalmente, no somos de andar a medias, y eso incide.

“Pero también hay indisciplina, pequeños que salen, juegan en la calle, o se reúnen..., y la familia lo sabe, pero tiene otras urgencias económicas, pero ha pasado mucho tiempo, las personas tienen necesidad de socializar. Son cosas que pesan, y no son simples, tienen que ver con toda la dinámica social que vivimos”.

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