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Carlos Enrique García FernándezCarlos Enrique desde la zona roja.El médico Carlos Enrique García Fernández conoce los secretos detrás de la Zona Roja. Allí, donde el peligro al contagio está más latente, las vivencias de cada jornada le convencen de que escogió la profesión correcta.

“En los centros de aislamiento se viven días difíciles, de mucho agotamiento, pero ver regresar a sus hogares a las personas que cuidamos de la COVID-19, y sentir desde lejos el agradeciendo al personal de salud, hacen que cada momento sea especial y único”.

Así cuenta vía WhatsApp este joven de Guantánamo, quien hace apenas un año obtuvo su título de licenciado en Medicina, y ahora atiende a pacientes positivos al Sars-Cov2, en el centro de aislamiento de la sede Regino E. Boti de la Universidad de Guantánamo.

Cientos de desafíos en el ejercicio profesional han surgido desde que en febrero asumió sin vacilaciones enfrentar la pandemia, atrás quedaron los temores de arriesgar la vida, de poder infectarse (y contagiar a otros), “porque cuando el deber llama uno tiene que responder -afirma el galeno, quien nunca se ha contagiado con el virus, aún teniéndolo cara a cara- pues también hay que saber protegerse y prevenir enfermarse”.

Largas jornadas de desvelo tiene para contar, historias alegres y tristes que rememora, como el caso de un matrimonio que adquirió el letal virus, y por el riesgo que tenían, ingresaron en distintos centros de aislamiento.

“Uno de ellos falleció y su pareja (la cual atendí) repetía: 'lo que más me dolió fue no poder despedirle, ni abrazarle por última vez'. En ese instante sentí ganas de darle yo ese abrazo, pero era imposible por medidas de seguridad. Sólo pude garantizarle mi apoyo y asegurarle que todo saldría bien para él, que tuviera fuerzas porque iba a volver con sus hijos”, confiesa el joven galeno.

Situaciones como estas se dan casi siempre en la vida de los médicos, Carlos Enrique lo sabe, pero igual cuesta asimilarlo, y por ello hay que estar preparado y bien capacitado, como el equipo de profesionales que le acompaña a diario.

“Permanezco 14 días en el hospital de campaña, con alrededor de 50 pacientes bajo cuidado en dos salas. Trabajamos con mucha empatía, de manera que los enfermos se sientan bien anímicamente, pese a las dolencias que provoca el virus. Es importante buscar cercanía al aquejado, tratarlo con buena fe y responsabilidad, aunque apenas nos identifiquen por el traje de bioseguridad que evita el contagio”, detalla el joven residente en segundo año de Medicina General Integral.

Carlos Enrique comenzó a enfrentar la COVID-19 desde que inició la pandemia, en el área de salud del sur de la cuidad de Guantánamo, desde el consultorio 14. Allí, con mucha paciencia y constancia, logró crear conciencia en los residentes para cumplir los protocolos sanitarios. Hoy, a más de un año de lucha contra el nuevo coronavirus, el joven doctor sigue cumpliendo su faena como médico de la familia, alternando el trabajo en la comunidad con el de los centros de aislamiento.

“Ahora en mis días de descanso, tras concluir el ciclo de rotación en las instituciones médicas, decidimos con otros colegas crear un grupo de ayuda para atender a quienes están en ingreso domiciliario y necesitan nuestros servicios, pues realmente son muchos en el municipio. Es una acción voluntaria, vamos a servir al pueblo y a su salud, que es para lo que nos han preparado”, afirma Carlos, a quien desde la distancia admiro y aplaudo, confiada en que en esos principios de altruismo podemos depositar la confianza de que viviremos y venceremos.