terapia intensiva 2 3Rafael Soto sobrevivió a la COVID-19, es ingeniero eléctrico y con la poca movilidad en sus manos continúa trabajando, con muchos deseos de hacer y aportar.A Rafael Soto Agüero le cuesta hablar del personal de Salud en la Terapia del Hospital General Agostinho Neto, sin emocionarse. Le escucho llorar del otro lado de la línea telefónica, respira profundo y se disculpa, “cuando sobrevives gracias al empeño de personas así, profesionales de primera, las palabras resultan insuficientes para retribuir tal labor”, dice con voz cortada.

El 6 de junio fue diagnosticado con COVID-19. La noticia que nadie quisiera oír y menos él, un sexagenario con Polineuropatía Desmielinizante Inflamatoria Crónica, una enfermedad sensoriomotora, caracterizada por debilidad muscular progresiva.

“Estoy postrado, apenas puedo mover los brazos, no salgo de casa, pero mi hija estaba embarazada y estuvo ingresada por esa fecha en la sala de Ginecología donde se contagió. Sin saber que portaba el virus regresó de alta y enfermamos mi esposa y yo. Ellas fueron trasladas para Santiago de Cuba, y a mí me ingresaron en la Terapia Intermedia de la COVID-19 en el Hospital General”, rememora.

Entonces, la sala solo tenía 10 pacientes y la atención fue realmente extraordinaria, según cuenta el guantanamero. Ante la aparición de las fiebres, una enfermera con manos de ángel lo inyectaba, mientras la asistente le ponía comprensas para bajarle la temperatura, y aunque se sentían muy mal todos los aquejados, bastaba ver el esmero de los trabajadores para sentir mejoría.

Sin embargo, como suele suceder en circunstancias atípicas como las actuales, el cuadro clínico de Rafael Soto empeoró, hubo que trasladarle a Terapia Intensiva. Le faltaba el aire, y la preocupación por su familia apenas le permitía comprender el peligro al que se exponía.

“Me deprimí, en Terapia uno está solo o eso creía, porque el trato de aquellos profesionales me devolvieron la esperanza de regresar a casa. Canalizarme las venas, por ejemplo, resulta complicado, y las enfermeras con tremenda paciencia lo hacían. Me bañaban, alimentaban, medicaban, al igual que a los otros enfermos, incluso, a los inconscientes”, detalla.

Desde la perspectiva de Soto, el trabajo de la Terapia es muy duro, sin descanso, pendientes de cada detalle, los médicos, enfermeros, técnicos... parecen hechos de acero, solo al amanecer se les nota en los ojos el agotamiento.

“Pero siguen trabajando, peleando por salvar vidas, para ellos no hay imposibles... y eso conmueve”, dice mientras vuelve a respirar profundo para eludir las lágrimas que otra vez se asoman.

El servicio de Terapia

Para el doctor José Alexis Álvarez, director en funciones del Hospital General Dr. Agostinho Neto, los profesionales de la Terapia son los que más riesgo enfrentan con el SARS CoV-2, pues procederes como intubar o ventilar a los pacientes positivos los exponen constantemente.

“Trabajan 24 horas y descansan 72. El servicio es agotador, tiene deficiencias y carencias, pero jamás se detiene dada la rapidez con que se evoluciona a la gravedad de la enfermedad. El intensivista lidia con muchas tareas, incluso, la de atender a las familias ansiosas y hasta agresivas en ocasiones por la situación que viven, ante lo cual los profesionales deben sobrellevar todo para cumplir con rigurosidad cada proceder, aunque el tiempo no les alcance ni para tomar agua”, reconoce el directivo.

Explica que, en Guantánamo, para atender al paciente grave de COVID-19 se inició con dos salas de Terapia, hoy ya suman cinco, y una extensión del servicio en el policlínico de El Salvador.

Tras este último rebrote se reforzó la asistencia con integrantes del Contingente Internacional Especializado en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, quienes combatieron la pandemia en países como México, Panamá e Italia, detalla.

Durante la entrevista, el teléfono del doctor José Alexis no ha parado de sonar; se aleja un poco, da orientaciones y regresa al diálogo con el equipo de Venceremos que le interroga sobre la capacidad de oxígeno en la Terapia de la institución de Salud más grande del territorio.

“Hemos recibido ventiladores mecánicos y concentradores de oxígeno para no sobrecargar tanto la demanda del hospital, pero sigue siendo un estrés constante, ya que el consumo es creciente, por ser esta una enfermedad netamente respiratoria. Además, continuamos ofreciendo otras prestaciones que igualmente necesitan oxígeno.

terapia intensiva 2 1Los profesionales de la Terapia son los que más riesgo tienen de contagiarse con el SARS CoV-2.

“Pero estos trabajadores que atienden al paciente grave también se enfrentan a escasez de medicamentos -agrega- y cuando hay uno en faltan deben de buscar otras soluciones, porque de ello depende la evolución del enfermo.

“Es, sin duda, un trabajo desgastante, pero imprescindible, es nuestra línea de combate como parte del ejército de batas blancas formados en este país”, dice, y vuelve a sonar el celular, esta vez es una emergencia, otra más que debe atender. José Alexis deja a los reporteros al cuidado de una doctora, y camina de prisa por el pasillo del Agostinho Neto.

Media hora en la Zona Roja

La doctora nos lleva hacia una de las salas de Terapia Intensiva que atiende a positivos del virus en el hospital. Mientras subimos las escaleras nos alerta de no tocar nada. Llegamos al tercer nivel donde una improvisada pared de madera cierra la entrada, junto a un custodio que pregunta nuestro destino, mirándonos con recelo.

-Son periodistas, entrarán a la sala de Terapia, le explica nuestra acompañante.

Antes de tocar el timbre en una puerta con cristales y cortinas verdes, nos lavamos con agua clorada. Sale un joven y nos pide pasar por el filtro sanitario, es la frontera con la Zona Roja.

La Terapia Intensiva parece otro mundo en el medio del hospital. Es cerrada, fría y sientes que el tiempo se detiene, aunque allí todo corre más deprisa. Cada segundo cuenta en esta lucha por sobrevivir y por salvar al otro.

Cada minuto de atención al enfermo es importante, de ello puede depender mantenerlo o perderlo, asegura el jefe del equipo de guardia, doctor Arnolis Poll Fernández, especialista en primer grado en Medicina Intensiva y Emergencia Médica.

“Casi ni se duerme, ni se come, la dinámica de la sala lo impide. Ahora, por ejemplo, tenemos pacientes con ventilación mecánica invasiva, con quienes estamos lado a lado, porque estas 24 horas son decisivas para recuperarlos y buscar soluciones ante cualquier imprevisto”.

Poll lleva una escafandra blanca, mascarilla, careta, gorro, guantes y pantuflas. Las únicas partes visibles de su cuerpo son los ojos y la frente. Pienso en la imposibilidad de que los pacientes salvados lo reconozcan fuera de este espacio.

Señala que en esta parte del hospital el estrés es doble, porque están frente a pacientes graves e infectados, y cualquier descuido al proceder puede contagiarlos. Por ejemplo, al tratar de recuperar a alguien de un paro respiratorio y reanimarlo, es imposible mantener el distanciamiento, lo principal es devolverlo a la familia que lo espera.

El personal de Enfermería también lleva gran carga de trabajo. Así lo confiesa la cienfueguera Yaniris Román Suaréz, integrante de la Brigada Henry Reeve queterapia intensiva 2 2“Un paciente grave de COVID-19 lleva muchos recursos”, reflexiona Yaniris Román, enfermera intensivista de Cienfuegos. cumplió misión en la Ciudad de México recientemente.

Lleva más de 20 años como enfermera intensivista, pero se siente impactada al ver la situación del país. Explica cómo incrementan los cuadros de insuficiencia respiratoria grave, con necesidad de ventilación artificial, cifras sin precedentes en este servicio.

“Un paciente grave de COVID-19 lleva muchos recursos, especialmente, quienes requieren de una ventilación mecánica. Nos hemos convertido en aniristas, porque con lo poco que tenemos nos reinventamos para tratar de que ese paciente llegue a la estabilidad y condiciones óptimas”, dice sin apartar la vista del equipamiento médico ubicado al lado izquierdo de un enfermo a quien acaba de medicar.

En el próximo cubículo Poll mide los parámetros del ventilador mecánico acoplado a un joven. Al principio de la pandemia llegaban a la gravedad personas con comorbilidades y de la tercera edad, ahora todo ha cambiado, significa el jefe del equipo médico.

“Se presentan muchas complicaciones pulmonares y cardíacas, propias de esta nueva cepa viral, y tristemente fallecen personas aparentemente sanas, porque evolucionan tórpidamente de forma muy rápida, y lo peor es que en ocasiones tenían más de una semana con síntomas críticos en el hogar y llegan a centros asistenciales tarde, incluso, con paros respiratorios”, expone.

Trabajar en la Terapia Intensiva impone enfrentar los sentimientos para no dejarse vencer, aunque la muerte de seres humanos siempre golpea fuerte, reflexiona el galeno y observa alrededor como si recordara aquellos que no se pudieron salvar.

También habla de desafíos médicos, y recuerda a la materna que estuvo muchos días reportada de crítica, con pronósticos reservados para la vida y hoy está en el hogar junto a su pequeña, porque “aun cuando el estado de salud y los factores nos muestran que sea muy difícil recuperarlo, siempre ponemos el empeño en lograrlo, no hay imposibles”.

Le escucho, y esas palabras hacen que vuelva a mí, como un bumerán, la conversación con Rafael Soto, sobreviviente de la COVID-19, pese a las comorbilidades que le aquejaban.

Son las dos de la tarde, y el doctor Poll y su equipo médico no han almorzado. El sonido en un cubículo los moviliza nuevamente y se van, nos dejan sin apenas poder agradecerles su tiempo. Otra vez empieza la batalla para ganarle a la COVID-19, a las bronconeumonías, las paradas respiratorias, las emergencias hipertensivas... para arrebatarle vidas a la muerte.

El día será “duro” -pienso mientras salimos de la Zona Roja- como lo han sido todos en este rebrote iniciado en mayo, y que tanto el doctor Poll como sus decenas de colegas han vivido intensamente como guardianes de la Terapia.

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