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Zamoy Odane BrownZamoy Odane Brown.Zamoy Odane Brown llega temprano, se acomoda en un asiento del Departamento de Relaciones Internacionales, de la Universidad de Ciencias Médicas de Guantánamo -donde cursa la carrera de Medicina- y va al grano.

Me habla sobre Cuba y las intentonas de cambio de régimen: “El capitalismo no es necesariamente el camino. Las transformaciones están bien, siempre hay asuntos para mejorar, y hace falta más prosperidad..., pero ustedes tienen más cosas por mantener que por cambiar”.

Sabe el significado de sus palabras. Nació en Jamaica, pero ha vivido seis de sus 26 años aquí, tratando pacientes, coexistiendo entre nosotros.

A veces, asegura, hay que saber qué pasa afuera para entender lo que ocurre adentro. “Vivir otra realidad, como la de mi país -una monarquía constitucional bajo el poder ejecutivo de la reina Isabel- donde incluso existen algunas políticas sociales..., pero donde si no tienes dinero no puedes ir a la Universidad”.

Por eso está aquí, y por cierta fascinación que le nació en la secundaria, cuando escogió para su prueba final a la Revolución. “Así que cuando vi la convocatoria de la Beca Jamaica-Cuba, no lo dudé. Tenía, además, excelentes referentes de profesionales que estudiaron aquí y hoy ocupan puestos de importancia en mi país, sobre todo, en el área de la Salud”.

El resultado es el joven de bata blanca que tengo ante mí, que ha cambiado mucho y transformado la visión que tenía de este país. “Antes de venir, solo tenía la imagen de los carros viejos, el ron y las mujeres bonitas..., pero he llegado a conocer a la Patria de personas amables, chéveres a pesar de las dificultades, de calles tranquilas y una política de salud accesible para todos”.

No se desentiende de las carencias. Estaban cuando llegó a Cuba, en 2015, y ahora se han agudizado, “entre el bloqueo que interfiere en todo -es como si te amputaran un miembro: no puedes avanzar normalmente-, y la pandemia, que ha generado crisis en todos los países, incluido el mío, donde hay mucho desempleo y precios elevados”.

Porque, y esto también lo dice a quien quiera escucharlo, “hay cosas que pueden cambiarse, mejorar las políticas internas, pero hay otras que no están en las manos de la nación, y eso hay que entenderlo”, refiere.

Vio las manifestaciones de julio pasado “con pena, pues esos actos tienen consecuencias graves. Eso repercute en la población. Si rompes las tiendas, si vandalizas, te haces daño a ti mismo. Si creas inestabilidad no es bueno para nadie, afecta al pueblo, a tu familia”.

Existen, afirma, “formas de lograr los cambios, sin presiones externas, porque la población los quiere y no porque alguna potencia extranjera presiona para que estos ocurran de acuerdo con sus conveniencias... Además, hay que pensar bien, no es cambiar por cambiar.

“La gente tiene que entender que no puedes comparar un país del primer mundo con uno del tercero, independientemente del sistema político. Hay quien cree que capitalismo es riqueza, pero cuando el mercado habla, quien tiene dinero puede tenerlo todo y el que no, quedarse sin nada”.

Jamaica, reconoce, es un ejemplo de ello. “Allí no tienes las carencias económicas de Cuba. Tenemos varias fuentes de ingresos, la caña, el turismo..., pero la desigualdad es enorme entre ese cinco por ciento de la población rica y la gran mayoría de la clase trabajadora o pobres”.

Por eso, insiste, cree en la Revolución cubana: “Porque siempre se pone al pueblo de primero, a pesar de todo. Eso le digo a mis compañeros de clases, y a quien sea que se detenga a escucharme, con el derecho de quien ama a este país y a su pueblo”.