Me habla de su ciudad, Turín, y las fábricas de acero donde su padre trabajaba de noche, porque los dueños querían evitar que esparciera sus ideas comunistas entre los obreros. De sus luchas estudiantiles, de aquella Cumbre del Grupo de los Siete que levantó un movimiento de denuncia sobre las desigualdades generadas por el capitalismo.
De cómo la represión, brutal, acabó con la vida de un joven compañero, y torció la suya. “Yo era nadador, y no pude seguir porque los gases que usaron contra nosotros, vetados por las convenciones internacionales, me provocaron un asma”.
Y de las ocho horas que pasó haciendo campaña para que no le entregaran a una representante de la contrarrevolución cubana la condición de hija ilustre de su ciudad, “porque yo no lo podía permitir, a pesar de que en aquellos momentos todavía no había tenido lazos estrechos con Cuba”. Y lo logró, por cierto.
Es el preámbulo. Justo después de ese episodio, la embajada de Cuba en Italia propone organizarle un programa en la isla, si se decidía a volver. “Y vine, me reuní con varias instituciones, incluido el Centro para la promoción del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, con el cual armé un evento en Italia. En ese contexto, me di cuenta de la necesidad de una agencia, y así nació la Agencia para el Intercambio Cultural y Económico con Cuba, AICEC, en 2014, de la cual soy presidente”.
El hombre de negocios toma la palabra, el empresario orgulloso de sus zapatos sucios, convencido de que un economista que no camina no sabe nada de economía: “Así empezamos a trabajar, a crear vínculos coherentes con la actualización del modelo económico, con la idea de desarrollo del país”.
Se vincula a la campaña por el Aniversario 500 de La Habana, y de conjunto con una empresa de pinturas italiana, cierra un contrato para producir esos compuestos en las fábricas de Vitral del país y ahorrarnos unos 22 millones de euros.
En esos tiempos, cuenta, se acerca por primera vez a Guantánamo. “Yo estaba en Santiago de Cuba cuando Matthew pasó por Baracoa, y a los pocos días, fui en condiciones muy difíciles. Entonces, con la misma empresa, gestioné la donación de 14 mil litros de pintura para reanimar esa ciudad bellísima”.
Hasta la Primada de Cuba, llevó el proyecto de la Calle Italia en el propio 2016, que ya había inaugurado en Santiago de Cuba, y en el 2017, se estrenó en la ciudad de Guantánamo.
Ahí comenzó el proceso de “enamorar” a Lavazza, una de las empresas cafetaleras –de torrefacción- más grandes del mundo, para que compraran café cubano. “Logramos una transacción grande en La Habana…, y fuimos el primer cliente del polo exportador de Guantánamo a través de la empresa Asdrúbal López, en el 2019, con un lote de cacao, gracias a una licencia temporal”.
Ese mismo año, refiere, “exportamos 11 contenedores de café desde Guantánamo y el Ministerio de Comercio Exterior le otorgó la licencia definitiva para exportar. Mientras hablamos, se están cargando rumbo a Italia 10 contenedores de café robusta, la primera operación con esa variedad del grano”.
La idea, recalca, no es ser el enésimo proveedor de Cuba. “No vendemos nada, porque la prioridad del país es exportar. Por eso, fuimos los primeros en comprar producciones de un campesino privado, aguacates de Güines; productos elaborados, turrones de maní de Santa Clara. Adquirimos frutas, miel y azúcar orgánico… Es nuestra manera de darle un golpe al bloqueo, ayudar al pueblo y, por consiguiente, a la Revolución”.
Dice “bloqueo” sin medias tintas, y asegura que quisiera tener tiempo para contarle a los cubanos los muchos trabajos que pasan para cualquier negocio, “para algo tan simple como pagar un producto, para cualquier país que no sea Cuba, por supuesto. Y eso no es justo”.
La respuesta, desde AICEC, ha sido la de la resiliencia, “que desde Matthew pude reconocer en los cubanos, que convierten cada golpe en una oportunidad… Esa misma capacidad me hizo trabajar por estrechar los vínculos con la isla cuando la COVID-19 nos cogió a todos”.
Con los números de contagiados y fallecidos al alza, y con el precedente de la brigada médica cubana que se había solicitado para Crema, Michele Curto vuelve a la carga. Habla con el presidente de la región de Piamonte, y le presenta la idea de llevar una segunda brigada a Turín.
“Los profesionales venían, y nos dijimos que no podíamos dejarlos solos, así que armamos un grupo de 35 personas, nos certificamos con la Cruz Roja Internacional y nos unimos a la zona roja como voluntarios traductores. Recuerdo que los cubanos nos decían la Henry Reeve de Italia”.
Prefiere que me lea el libro Juntos, una historia universal –que se presentó el martes en pasado la Universidad de Ciencias Médicas- sobre la experiencia de la brigada médica cubana en Turín, a tratar de explicarme la belleza, el sacrificio de aquellos días.
“Ellos aterrizaban a mediados de abril, y no aparecía una tela para hacer una pancarta de bienvenida, pues todo estaba cerrado, así que hablé con mi madre. El resultado es que esa inscripción de “Bienvenidos a Turín. Gracias Cuba” que sale en todas las fotos está hecha con una sábana del ajuar matrimonial de mis padres.
Después, llegó un momento de definiciones. “Este país sufría intensamente, y le arman los sucesos del 11 de Julio. Dos días después, empiezo a llamar compañeros, a insistir en que no debíamos dejarlos solos, y surge la iniciativa de mandar el avión Poniéndole corazón a Cuba”.
La solidaridad fue tremenda. Se recaudaron 350 mil euros en cuatro semanas, y se logró armar un envío de 205 metros cúbicos de ayuda humanitaria, con pequeños aportes desde todos los rincones, y el apoyo de los jóvenes voluntarios, y de los trabajadores que armaron el cargamento para el avión, en medio de sus vacaciones de verano.
“Fue una manera de decirles a ustedes que no estaban solos… En esa historia también chocamos con el bloqueo, que nos impidió comprar los relajantes musculares que requerían los pacientes intubados…, para que veas cuán inhumano es, en medio de una pandemia”, reafirma.
Se selló el abrazo con el ensayo clínico Soberana Plus Turín, “un proyecto que trabajamos un año en silencio, y recién llevamos a cabo con voluntarios italianos que viajaron a Cuba para inocularse la vacuna. Fue una manera de aprovechar los vínculos de confianza creados durante la estancia de la Henry Reeve”.
Pregunto por Chocolate con café, y me cuenta la historia, la invitación del Grupo de Café, Cacao y Coco, la experiencia de conocer a Waldo Mendoza, “que hace un gran esfuerzo, y tiene un compromiso enorme con este festival, que conmueve”, y los planes de hacerlo más grande.
“Tenemos un turoperador en la Agencia, y vamos a involucrarlo porque este evento tiene un gran potencial turístico, todo es muy bello, muy natural. Además, estamos trabajando para que, si este año se inauguró el carácter internacional del festival, el año que viene se consagre. Claro, la provincia tiene que prepararse. En enero vengo a hacer coordinaciones”.
¿Cree que es posible, factible una economía próspera sobre la base de la solidaridad?, pregunto finalmente.
“Es posible y es necesaria. Aprecio todos los cambios, el trabajo del presidente Díaz-Canel, las reformas económicas, los nuevos actores…, pero también es urgente levantar el bloqueo. Es que por eso existe el bloqueo, porque no quieren que se demuestre que es posible una economía solidaria, por eso atacan a Venezuela, al Mercosur, a Cuba...
“Por eso cuando alguien me dice que el bloqueo no hace daño, yo les digo, que lo levanten, que nos dejen vivir. ¿Qué les asusta tanto una islita con 11 millones de personas?”.