Yanisleidis Estévez Durán, la Violeta de esta historia, junto a sus padres adoptivos.
Cuenta Violeta que hace unos días sintió deseos de visitar el sitio donde nació su historia. Tenía curiosidad por saber en cuáles condiciones se encontraba, si recordaba algún rostro de los que trabajan allí o identificaba alguna de las áreas.
Quería experimentar, ya de grande, qué sentiría al trasponer aquellas puertas que un día se abrieron ante ella dándole paso a la educación temprana, alimentos, juguetes y juegos, ropas y avituallamiento, cariño y confort. Deseaba ratificarse a sus 22 años de vida, que allí habían hecho la mejor elección. Y hasta allí fue.
Retrospectiva
Corría el 2002 y Yanisleidis Estévez Durán, la Violeta de esta historia, con once meses de nacida, caminaba por los pasillos del Hogar de niños sin amparo familiar, ubicado en el reparto Caribe, de la ciudad de Guantánamo.
Se le veía risueña todos los días cuando la llevaban al círculo infantil Flor del Caribe, pero feliz, lo que se dice feliz, era especialmente los viernes, cuando el matrimonio de Marbelis Pons Pérez e Iván Caballero Álvarez llegaban hasta esa institución a buscarla y llevarla con ellos a pasar el fin de semana.
Yo fui testigo un día de la felicidad de la parvulita y me resulta imposible describir lo que reflejaban sus ojos color del tiempo al encontrarse con el referido matrimonio. De aquella ocasión nació el reportaje Mi familia no es un dibujo, publicado en Venceremos el 20 de abril de 2002.
Y es que la pareja de Marbelis e Iván, en aquel entonces, estaban “locos” por tener hijos y no podían concebirlos por las zancadillas de la vida. Entonces se adentraron en el mundo de los trámites para adoptar una criatura. Aclaro que Marbelis sí tiene una hija de su primer matrimonio.
Luego de acercarse al Hogar, integrar un escalafón y conocer de la existencia y situación parental de la pequeña Yanisleidis, optaron por ella. Pero largo les fue el camino, por las rigurosas y entendibles gestiones a correr.
Lo más que lograron fue clasificar, entre otros, como padres sustitutos de la niña, que no es más que el método empleado por la institución infantil para brindar atención a menores que se encuentren viviendo en esos Hogares infantiles, en lugar de los progenitores biológicos imposibilitados de hacerlo por diversas causas.
La conducta moral y social, características higiénicas y organizativas del hogar, así como la solvencia económica, nivel de sensibilidad con los niños, entre otros, fueron requisitos para confiarle los cuidados de la menor, medidos entonces a los candidatos a padres sustitutos, que evaluaban la referida institución, los Comité de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas. Marbelis e Iván cumplían con creces cada uno de esos aspectos.
La infancia temprana de Yanisleidis, -Violeta- se desarrolló entre mimos, cariño y educación que le propició la pareja, pero un día tuvo que regresar al lado de su padre biológico, Diosdado, en el marino poblado de Caimanera.
Difícil se tornó la situación para la menor que llorando y negada a alimentarse clamaba la presencia de los padres sustitutos, y ellos a su vez eran víctimas de la depresión. A golpe de afecto los tres habían encontrado lo que el destino les tenía negado.
Fue entonces que por temor a que la niña enfermera, más de lo que ya estaba desde el punto de vista afectivo, Diosdado decidió localizar a Iván y Marbelis, regresó a Violeta con ellos.
Junto a ellos mudó sus “dientes de leche”; usó por vez primera uniforme escolar; aprendió a leer y escribir y a contar. Eran ellos quienes disfrutaban con cada disfraz que vestía cuando se requería en el centro educacional. Eran ellos quienes asistían a reuniones de padres. Con ellos corría por los parques, montaba bicicleta…
Cuando Violeta cumplió seis añitos, supo del padecimiento de los nervios que sufría su madre biológica, a quien sus padres sustitutos siempre enseñaron a amar. Por dicha razón, y luego de vivir enfermedades ocasionales de Iván y Marbelis, por ese entonces mostró la habitual inclinación infantil por estudiar Medicina: “Para poder atenderlos y curarlos”.
Facsímiles de los dos reportajes escritos sobre esta familia que los conservó cuidadosamente.
Actualidad
Ya suman 22 los años de Violeta y su historia la prensa no la pierde de vista. Reaparece en Macambo, poblado del municipio de San Antonio del Sur. Allí, junto a sus padres adoptivos, nidifica el amor.
Iván no ha cambiado mucho, pero las canas aparecen en su barba. Su indumentaria descubre al hombre de trabajo rudo. Marbelis ha aumentado de peso y exhibe un color de pelo diferente. Usa espejuelos permanentes, pero es igual de gentil y solidaria.
¿Violeta?, Violeta sigue con los ojos color del tiempo, la risa a flor de labios y el cariño que engancha a quien se aproxime.
¿Por qué Violeta, si estás registrada con otro nombre?, algo parecido le pregunté hace varios años, y la respuesta fue la misma. Esta vez usa palabras nuevas.
“Así me llamaron mis padres cuando a ellos llegué. Cuentan que televisaban una novela con el nombre de Violetas de agua y que yo me parecía mucho a la protagonista. Comenzaron a decirme así en la casa y de pronto todos en el barrio también lo hacían. Desde entonces nadie me llama por mi nombre real. Me sentiría extraña si lo hicieran.
“Más de 20 años han pasado llamándome Violeta, aunque mantengo el nombre que mi madre biológica me puso. Yo creo que aceptar Violeta es una manera de agradecer y honrar a quienes me han criado con tanta entrega y amor”.
“Amor que ha crecido como ella en tamaño y edad, -acota Marbelis y ejemplifica: “No existe noche en que ella se vaya a la cama sin antes darle una vuelta su papá y cobijarlo para que no pase frío o en las mañanas cuando sale temprano para San Antonio u otro lugar se despide de mí con un beso, aunque vuelva muy rápido.
“Si me ve dormida se pinta los labios y los deja marcados en el mosquitero. Ya son muchos los besos pintados, que aunque he lavado el mosquitero miles de veces no se quitan, es como para perpetuar su cariño. Son muestras sencillas y tal vez insignificante para algunos, pero para nosotros de mucho valor”.
“Solo trato de hacer algunas de las cosas que ellos hacían por mí cuando era pequeñita y que recuerdo muy bien -tercia la joven. Mi mamá me daba la mano por los barrotes de la cuna para que yo me durmiera y ahora de grande yo se la doy igual para que duerma ella. Mis padres son mi vida” –dice mientras una mirada desbordada en ternura se posa en los tutores, quienes cómplices responden con igual destello cariñoso.
Cuando eras niña soñabas con estudiar Medicina, sin embargo, Derecho es lo que te ocupa hoy, ¿por qué el cambio?
“Para la Medicina, además de sensibilidad se necesita mucha vocación y descubrí que no tenía la suficiente. Derecho fue mi elección, tal vez basada en mi propia vida. Aunque legalmente nunca fui adoptada, quiero ayudar a personas que deseen realizar trámites para adoptar algún niño. “Quisiera viabilizarle las gestiones sin muchas complicaciones y demoras, siento que en toda esa espera se pierden momentos maravillosos que pueden vivir tanto el adoptado como los adoptantes.
Ahora eres mayor de edad y como bien dices jurídicamente nunca llegaste a ser hija de Marbelis e Iván, ¿No sentiste temor de que tuvieras que regresar al seno de tu familia consanguínea?
“Realmente no. Estos padres míos nunca me ocultaron ni evitaron cualquier relación con mis padres biológicos, al contrario, siempre buscaron la manera de un acercamiento hacia ellos y mi hermana Anita, aunque sabían que mi madre biológica estaba muy enferma y no podía asumirme a mí, tampoco lo hizo con mi hermana, quien ahora es médico veterinaria y vive en Sancti Spíritus. Ella también tiene su historia”.
“Mi papá, Diosdado, intentó tenerme con él en una ocasión, pero no pudo, y me entregó a Iván y Marbelis. Mas, desde entonces, él también forma parte de esta familia. Llega aquí y es un miembro más.
“Como vez mi historia no es aterradora ni nada que se parezca, digo esto pues casi siempre cuando se habla de un hijo adoptado, aunque reitero que legalmente no lo soy, se piensa en cosas como que fue abandonado por sus padres biológicos, hija de padres reclusos, un poco que se sataniza a los padres que te concibieron, a veces con razón, pero otras no. También muchos te tratan con lástima como si no fueras una persona normal o no hayas hecho una vida dentro de lo común.
“En temas de este tipo también los adoptados corren suerte de estar con padres y familias maravillosas, otros no tanto, o igual salen hijos muy buenos y agradecidos, otros no.
“Por suerte el proyecto del Código de las Familias que ya comenzó en Consulta Popular habla de todas estas cuestiones con claridad, algunas ya estaban, otras son nuevas, lo importante es que se pensó desde los afectos de todas las partes. Eso es lo fundamental.
“Yo he tenido la suerte de estar en esta familia en la cual no hay distinción si me engendraron o concibieron. Adoro el café claro que desde pequeña mi abuela Erenia me daba; las conversaciones de ciencia y literatura con mi viejo Iván y las lecciones de negocio con mamá Marbelis -sonríe pícaramente-. Disfruto las escenas de celos de la hija biológica de Marbelis cuando viene de Francia, aunque yo también me pongo algo celosa cuando ella está aquí, pero ambas sabemos que para nuestra mami no hay diferencia alguna.
“Lo que más lamento es que hace un año falleció mi madre biológica y no pude hacer nada por ella, como me lo inculcó mamá Marbelis. Y lo que más deseo es poder inscribirme con el nombre de Violeta, junto al original de Yanisleidis, para cuando me gradúe salga también en el título, ya estoy en gestión de eso”.
Supe que visitaste el lugar de donde nació este vínculo afectivo…
“Sí, sentí curiosidad. Llegué y me reconoció una cocinera. Fui al dormitorio de las niñas y me descubrí en mi camita y al lado mi hermana Anita. Vi los juguetes. Me emocioné y créeme que hasta lloré.
“Caminé por los pasillos y cuando me paré en la puerta fue increíble cómo recordé a Iván, a pesar de tener en aquel momento solo un año, cuando me iba a buscar en el bicitaxis los fines de semana.
“Hay dos cosas que me gustaron de mi visita al Hogar de niños sin amparo familiar, y es que vi muy pocos niños viviendo allí. No es como en mi época y eso es bueno, pues da la impresión que cada vez son más las familias que se ocupan y preocupan por los hijos, por esa parte afectiva que tanto se necesita”.
…Y qué otra cosa te agradó?
“Me ratifiqué que fue allí donde nosotros tres hicimos la mejor elección. Ellos me eligieron a mí y yo a ellos. Fue allí donde elegimos formar esta familia. Y allí volveré con mis padres cuando me gradúe, se lo prometí”.