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Faro red

Mi jefe no las pone fácil. Lo mismo en pleno lunes llega con la idea de un reportaje que no estaba en tus planes, que un martes por la tarde te orienta, como si fuera cualquier cosa, entrevistar a Ariel Soler Costafreda, o sea, a él mismo.

Incluso entre colegas, interpelar a ese monstruo del periodismo, que borda una información de párrafos elegantes, planta un comentario duro, pone punto y final a una entrevista a la que no le falta nada, es capaz de crónicas de altos quilates y reportajes completísimos, es todo un desafío.

Pero no hay forma de negarme­: por algo, por mucho, es el jefe.

¿Por qué el Periodismo?

El Periodismo, por casualidad. Cuando terminé el Servicio Militar solicité trabajo en el Venceremos y me rechazaron. Luego, las relaciones familiares tocaron las puertas de un miembro del entonces Buró Regional del Partido, y entré.

Llegué como redactor de mesa, tutoreado por Ramón Boris Miranda, jefe de Redacción y excelente Maestro empírico de Periodismo. Ayudaron Andrés Díaz y Nicolás Trujillo. Era agosto de 1973 y algunas semanas después vino el Circo Nacional de Cuba, no había periodista disponible y me soltaron la bola:

-¿Te atreves a hacer un reportaje? Esa noche traspasé la carpa en la hoy Plaza Polifuncional Pedro A. Pérez y consciente de que no podía faltarme ni un solo dato, por poco entrevisto al león.

Llegaste a la prensa sin ser periodista. Luego, pasaste la universidad. A estas alturas ¿crees que el periodista se gradúa o se hace?

Mi profesor fue Gonzalo Martín Vivaldi y su Curso de Redacción, hasta hoy mi libro de cabecera. En la Universidad de Oriente crecí en los conocimientos universales con excelentes profesores como Malo de Molina en la asignatura de Gramática. También aportaron los de la especialidad, en particular, Rafael Fonseca.

Era el tiempo del plomo, de las máquinas de escribir y de los linotipos. El peso de la palabra, literalmente… ¿Me equivoco cuando siento que hablas de esa época -con detalles, santos y señas- con nostalgia?

Se piensan realmente con nostalgia. Las nuevas tecnologías no borran esos recuerdos: la redacción con sus máquinas Robotrón y las cuartillas pautadas que iban creciendo en el cesto mientras lograbas el lead adecuado en la noticia o gancho para el reportaje. Estruja, bota; Estruja, bota… Como gastábamos papel. Diarismo, malas noches, presión por el cierre, que te llevaba en ocasiones a estructurar la noticia directamente dictándola al linotipista. Era grato.

Fotorreportero de guerrra reducida

Cumpliste el sueño de casi todos los periodistas en ciernes: ser corresponsal de guerra. ¿Cómo es reportar un conflicto bélico real?

Angola fue una parada inesperada. Fuimos como civiles de relevo para la revista Verde Olivo en Misión internacionalista. Además, reportaba para una hora diaria en español en la Radio Nacional de Angola. Viajamos el país, unas veces por cientos de kilómetros de carreteras minables, otras en aviones comerciales angolanos tripulados por portugueses, solos, y hubo episodios de guerra en que de una u otra forma estuvimos involucrados: bombardeo sudafricano a Kahama, atentado a un hotel en Huambo, entrega de una escuela militar por Arnaldo Tamayo a 11 km de esa ciudad, cuyo vial cada noche minaba la UNITA. Pero todo no era desgracia.

Nunca dejamos del todo ese gusto por el fuego cruzado: la polémica en tiempos de paz. ¿Crees que hay una medida justa para la crítica?

No me considero hipercrítico, aunque mi estilo tiene tendencia mordaz. Hay que ser primero valiente, pues la crítica lastima intereses. Los señalamientos siempre tienen un alcance en espiral ascendente: el panadero tiene un administrador, este un director y ese una cadena de mando superior que es tan responsable de los problemas en la base como el propio enjuiciado, y a veces quieren que el periodista “pague el pato”. Consejo: Estar muy claro, contrastar fuentes, que nadie pueda rebatir lo dicho.

Eres un preciosista, un metódico. Pero en el Periodismo la errata es un gaje del oficio y nadie escapa. ¿Qué equivocaciones te duelen más?

Meteduras de pata no han faltado. Recuerdo que por absolutizar en una ocasión (trabajaba en AIN) aseguré en un reportaje que en Cuba solo había una máquina de impresión por cuatricromía, en el Poligráfico Juan Marinello. Metí un “palo”, y contento lo vi publicado en Granma. Mala hora: Fidel había leído el trabajo y señaló que con la Feria del Libro, el país importó varias de esas máquinas. Mandó a corregir y aquello sacudió a la Agencia…, y a su autor.

Antes de que el país adoptara aquello de hacer más con menos, ya tú te afanabas en el Periodismo. ¿Es posible la belleza en tanta síntesis?

Escribir de más para nada ornamenta. Hay que dominar el idioma, la redacción, las estructuras nominales, verbales, el uso de los gerundios y las palabras en general. Ser precisos con ellas, aquilatar bien los sinónimos. Saber emplear el lenguaje figurado, los retruécanos, la cadencia narrativa y entonces se tendrá un lenguaje escrito elegante. Para qué decir con 10 palabras lo que puede expresarse con dos.

Juegos centroafricanos

Aunque estuviste fuera algunos años, Venceremos ha sido la casa laboral de la mayor parte de tu vida. ¿Qué significa para ti? ¿Amor para toda la vida o la costumbre es más fuerte que el amor?

Aquí me hice trabajador, me hice periodista, y casi todo cuanto he logrado en la vida tiene relación con la estabilidad de mi trabajo aquí. En suma, son 49 años de servicio en la prensa escrita.

¿Sigue siendo el Periodismo el oficio más bello del mundo?

Muy bello y me ha despertado el interés del escritor: Va por su tercera edición Baracoa, más allá de La Farola, Premio Puerta de Papel del Instituto Cubano del Libro, y se incuba una novela, nacida de las experiencias de reportero en el ámbito judicial.