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mujeres cienciaEl Centro de Desarrollo de la Montaña, en Limonar de Monte Ruz, ha sido el terreno donde nacieron, crecieron y viven estas científicas.

Noryaysi Abreu Romero e Irliadis Urgellés Cardoza encuentran una cabal comparación con las orquídeas, esa familia de plantas monocotiledóneas que se distinguen por la complejidad de sus flores y sus interacciones ecológicas con los agentes polinizadores y con los hongos con los que forman micorrizas.

Ambas mujeres, provenientes de familias obreras y campesinas montañesas guantanameras, iniciaron sus rutas profesionales desde modestos puestos, y hoy son investigadoras en el Centro de Desarrollo de la Montaña (CDM), en Limonar de Monte Ruz, donde residen, a más de 30 kilómetros de la ciudad de Guantánamo, en las serranías del municipio de El Salvador.

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Noryaysi

Noryaysi confiesa su preferencia por la orquídea Prosthechea fragrans, que como todas las de esa familia es una epífita, es decir, que crece sobre otro vegetal u objeto usándolo solamente como soporte, sin parasitarlo nutricionalmente, y que habita los bosques tropicales de tierras bajas y los bosques montanos de hasta dos mil metros de altitud.

Quien es hoy la subdirectora de Ciencia, Técnica e Innovación del CDM, adscrito a la Agencia de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), es considerada fundadora de este único centro de investigación de montaña en Cuba, al que ingresó como auxiliar de limpieza el 29 de enero de 1994.

Sin haber terminado aún el nivel medio superior en su natal Limonar, y a través de la Unión de Jóvenes Comunistas, se vinculó al CDM desde que este se edificaba, cuenta en vísperas del aniversario de su inauguración el venidero 3 de febrero.

“Para siempre fue. Entonces era una jovencita que apenas hablaba; si me trataban fuerte, lloraba”. Y aprendió a lidiar con las pruebas en el laboratorio de microbiología, y desde el puesto de trabajo vencer estudios, hasta graduarse de técnico medio en Agronomía en el politécnico Coronel Arturo Lince, de Campo Largo, y ocupar una plaza como tal en el laboratorio.

Hasta las lágrimas llega en la conversación cuando habla, entre quienes la ayudaron como a otros jóvenes, de la desaparecida directora Georgina Berroa, quien antes estuvo en la subdirección que Noryaysi ahora lleva; de Amauri Díaz Rodríguez, actual director del CDM y por muchos años al frente del laboratorio; de todo el colectivo y de su propia familia, para asumir la maternidad de un varón hace 20 años, discutir en 2013 en el propio centro su tesis de graduación universitaria, ascender a técnico superior y en 2017 a Investigador Agregado, en camino hacia Auxiliar, que la ocupa actualmente.

“He participado en más de 30 proyectos de investigación, entre ellos el de las orquídeas, y otros estudios mayores, como el de la biodiversidad en el macizo montañoso Nipe-Sagua-Baracoa, al igual que en expediciones, y estudios de especialización en producción sostenible de café y cacao.

La Universidad belga de Lovaina certificó la calidad de nuestros ensayos microbiológicos, como parte de estudios académicos de la Universidad de Guantánamo sobre el cacao”.

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Irliadis

Irliadis es la jefa del Departamento de Tecnología Sostenible y Desarrollo Sostenible del CDM. En marzo de 1994 ya estaba como técnica en el Centro, invitada por la dirección, que la conocía desde que comenzó a laborar en el Estación Experimental de Café y Cacao de Baracoa, tras graduarse de técnico medio en el politécnico de La Alegría. Nació en el baracoense barrio de Hoyo de Sabanilla. Está casada en Limonar hace 28 años y es también madre, en su caso de una pequeña de 12.

“A la vez que trabajaba me gradué como ingeniera agrónoma en el 2002, en la Facultad Agroforestal de la Universidad de Guantánamo. Así pude ocupar una plaza de especialista y dirigir proyectos de investigación, que ya son seis, e intervenir en más de 30. También obtuve en 2013 una Maestría en Desarrollo Agrario Sostenible, y la categoría de Investigador Agregado y Profesor Asistente”.

Se apasiona con la agroecología, el empleo de micronutrientes en la producción agropecuaria, desde el suelo hasta la alimentación animal, “que no es solo para cultivar hortalizas”, aclara. Desde su departamento, además de supervisar los laboratorios de microbiología y físico-químicos, prestan servicios científico-técnicos a las formas productivas.

A su afán de superación y fijarse como vecina de Limonar contribuyeron los directivos y demás trabajadores del CDM, reconoce, con mención especial a la fallecida directora, a Jesús Martín, anterior director y actual delegado del Citma en Guantánamo, y el ya mencionado Amauri, desde su paso por microbiología.

“Le agradezco a la Revolución la oportunidad de superarme, y la ayuda que me ofrecieron y continúan dándome el CDM y mi familia, en lo profesional y lo personal. Somos seis hermanos y todos profesionales. Siempre he sido una campesina. Ahora me queda seguir al Doctorado en Agroecología”.

Aprecia que “los resultados del CDM no se han probado aún ampliamente por los productores en todos los cultivos y ganadería de las montañas. Y no todos le van mucho a un empleo intensivo.

Epílogo con futuro

Noryaysi e Irliadis han forjado una auténtica identidad montañesa en Limonar. Una y otra son como orquídeas autóctonas. Como profesionales de la ciencia propias del lugar en que viven y trabajan.

“Complicado” es el adjetivo preferido por Noryaysi e Irliadis, al igual que el director Amauri, y otros, para calificar el trabajo del CDM en la etapa pandémica y de crisis pospandémica, por motivos que rebasan este encuentro.

“Como lo amo -confiesa Noryaysi-, me duele el deterioro de las instalaciones. La humedad hace estragos en la construcción; el bioterio -para los animales de laboratorio- no se puede usar, pues el techo se cae. Nuestros experimentos se prueban, además de entre cultivadores de Limonar, en áreas de productores de toda la provincia, con contactos ahora limitados por la escasez de combustible”.

“Seguimos consagrados a nuestras investigaciones -dice Irliadis-, para mantener la condición de Vanguardia Nacional del CDM. La mayoría de nuestros investigadores residen en la ciudad de Guantánamo, y es un riesgo, en las actuales condiciones, de perder esa fuerza, que lleva años para formarse. Debemos potenciar la preparación de jóvenes técnicos en adiestramiento, en su mayoría mujeres, del entorno para darle continuidad y futuro a nuestra institución”.