El incendio “movió” a la ciencia e indujo aportes como la identificación de plantas altamente propagadoras del fuego y la validación de un método hidrográfico adaptativo para control y extinción de incendios forestales, precisa Begué.
Evocando los días terribles del incendio más grande que ha azotado al Parque Nacional Alejandro de Humboldt, declarado en 2001 Sitio Natural Patrimonio Mundial, Gerardo Begué Quiala asegura que lo más significativo es la “asombrosa capacidad de resiliencia del bosque”.
La imagen, para quien vio arder y hoy ve brotar, reverdecer… habla por sí misma. “Ciertamente, el impacto fue menor que el que pensamos, y la recuperación mucho más acelerada”, explica el Master en Ciencias Ecológicas, y director científico de la Unidad de Servicios Ambientales del parque desde hace una década.
Tras los primeros recorridos para evaluar el impacto, ya se hablaba de un daño más extenso que intenso. ¿Esa conclusión se ha afianzado con el tiempo?
Sí. Ardieron, en general, mil 823 hectáreas (ha) de bosques, sobre todo pinares, y en menor medida otras formaciones vegetales, esencialmente el matorral seromorfo de serpentina.
El fuego se magnificó en los parches de pino, algunos de los cuales se afectaron en la parte alta o ardieron íntegramente, y hoy están secos, y los más finos cayéndose -allí, priorizamos la rehabilitación. Pero incluso los pinares no ardieron por igual.
La afectación, que fue indudablemente muy extensa, no fue tan intensa, y eso es bueno. A pesar de ello, se calcularon pérdidas de 200 millones de pesos, que incluye los servicios ecosistémicos afectados, lo que aporta el bosque, oxígeno, el secuestro de carbono…, y los gastos directos para extinguirlo.
¿A qué se atribuye esa bendita disparidad?
Cuando evalúas todas las variables, te das cuenta que la intensidad del fuego se corresponde con la acumulación de material combustible, ramas y troncos secos… por eso el fuego fue más agresivo en los lugares llanos, donde había carga y por tanto quemó a su gusto, combinando los incendios de superficie, de copa y subterráneo, y se propagó más fácilmente, a veces incluso por medio de las raíces.
¿Cómo se lleva a cabo la recuperación?
Priorizamos los parches de pino más afectados, los que hay que plantar desde cero. Allí, aplicamos manejos especiales como la recuperación de los bosques de hojas anchas con especies como incienso, ocuje colorado, magnolia, muchos endémicos, de madera preciosa y semipreciosa, de crecimiento lento -se necesitan hasta 40 años para lograr 15 metros de altura-, pero más resilientes al fuego, resistentes.
Buena parte de esos pinares, hace unas cinco décadas, eran bosques pluvisilva - muy lluviosos, con vegetación de latifolia o de hojas anchas-, pero luego el cambio de uso, la explotación agrícola y el trabajo forestal fueron sustituyendo esa vegetación por el pino, que es endémico, y un colonizador primario que además tiene un crecimiento más acelerado. El problema es que son más vulnerables a las llamas, incluso dependientes del fuego.
Unas mil 823 hectáreas (ha) de bosques ardieron entre el 17 de abril y el 14 de mayo del 2021 en el Departamento de Conservación Ojito de Agua, catástrofe de la que se recupera el parque nacional Alejandro de Humbolt.
La candela dejó atrás muchas enseñanzas, “señaló” vulnerabilidades, “trazó” varios caminos y retos para la investigación, la práctica. ¿Cuáles son las principales lecciones aprehendidas?
Logramos identificar 13 especies de plantas que clasificamos como “Especies de alta capacidad combustible y propagadora de fuego”, que fueron catalizadores claros para quienes, como yo, participamos en la extinción y luego en la evaluación de impacto.
Por ejemplo, helechos arborescentes que pueden alcanzar hasta 8 metros de altura, y tienen una resina extremadamente combustible, que levantaban lenguas de fuego hasta 11 metros de alto y combinadas con el viento vencían los cortafuegos.
También están los pinos secos, pues tienen gran cantidad de tea (concentración de alquitranes en el tallo), así como al incienso seco. Ambos, cuando empiezan a quemarse no paran, y si ese tronco de 15, 20 metros se cae, perfectamente llega al otro extremos del cortafuegos y propaga las llamas, como nos pasó…
¿Cuál es el manejo con esas especies, también endémicas? Uno adaptativo que no afecta su amplia población y que consiste en eliminarlas de los bordes de los cortafuegos.
Estamos validando un Método hidrográfico adaptativo para control y extinción de incendios forestales en el parque Alejandro de Humboldt, basado en naturaleza y que no requiere grandes esfuerzos tecnológicos, pues aprovecha la amplia red hidrográfica del parque: ríos, riachuelos y afluentes permanentes.
La idea es identificarlos primero, y luego limpiar los cauces de vegetación y material combustible, dos metros a ambos lados, desde abajo y hasta arriba. Esto busca aislar al fuego, también aprovechando la humedad del suelo en esas áreas.
Además, nos permite marcar puntos donde sería posible usar motobombas para extinguir el incendio de manera más fácil y eficiente, pues fue un problema real para quienes estuvimos allí. En estos momentos, hemos trabajado unos 4,5 km de afluentes, poco si hablamos de la red pluvial más grande de Cuba.
También aplicamos el método de asistencia a la rebrotación en los árboles de hojas anchas, que son los de mayor resiliencia y funcionalidad, ecológicamente hablando. Les retiramos las partes dañadas, los limpiamos, y crecen con más fuerza.
En el reportaje Muerto el fuego ¿Se acabó el problema? (Juventud Rebelde, 29 de mayo de 2021) se hablaba de las trochas. Una disputa larga entre el CITMA y los guardabosques… Ustedes que no. Ellos que sí.
Las trochas, que no son ciento por ciento efectivas, las reservamos para las áreas de más alta vulnerabilidad, pero no como método extensivo, pues el parque se nos convertiría en un mosaico y eso es catastrófico para la biodiversidad.
De hecho, la fragmentación de hábitats es, a nivel mundial, una de las causas que incide en la extinción de especies. Los sistemas cortafuegos funcionan en bosques de producción, pero en un área protegida son fatales pues se busca la conservación, la integridad del ecosistema.
Dentro de las vulnerabilidades, hay algunas que no desaparecen y por tanto hay que aprender a lidiar con ellas…
Hoy hay un axioma que dice que el 99 por ciento de los incendios son por causa antropogénica, humana. Ese es un reto mayor: mitigar la penetrabilidad, antropización del área protegida. Hay leyes para eso, pero no siempre se cumplen.
La minería furtiva -que causó el siniestro del Humboldt- no se ha eliminado de la Reserva de la Biosfera Cuchillas del Toa, de la que el parque es el núcleo principal. Sigue la gente transitando, encendiendo fogatas para cocinar, haciendo picnic…: ahí está la vulnerabilidad y el peligro, más en zonas tan inhóspitas.
Y está el cambio climático, que fue un catalizador en su momento, pues había sequía agrícola y meteorológica, y no cambiará a corto plazo y lo que debe es magnificarse en el tiempo. Tenemos una contracción del 25 por ciento de la lluvia mensual y anual, que se expresa en muchos días secos. Con eso, tenemos que convivir y adaptarnos.
Se cuenta con la capacidad del pino para la recuperación de la mayor parte de los más de millón y medio de pinos muertos en el incendio.
Una urgencia que necesariamente, debe mover a la ciencia. ¿Cómo han respondido?
Ahora mismo, estamos redimensionando el trabajo hacia las ciencias sociales, para saber qué pasa con las comunidades que están dentro o cercanas al parque, cómo viven las personas, cuáles son sus necesidades…
Y, por supuesto, nos adentramos a investigar los fenómenos asociados al cambio climático, cómo inciden ahora y lo harán en el futuro, en busca de respuestas de adaptación. Es un proyecto que involucra a otras entidades del país, y más allá.
Tenemos aportes, algunos ya publicados o en proceso, incluidos los mencionados y otros, como investigaciones que redimensionan al fuego como una fuerza evolutiva, con una perspectiva holísticas y menos egocentrista.
¿Se ha concretado la ayuda internacional prometida? ¿Cómo contribuye a mejorar las capacidades para prevenir y combatir incendios en el área?
Tenemos asistencia de dos ONGs bajo la sombrilla de la Iniciativa Internacional del Clima adscrita al Ministerio del Ambiente, protección de la naturaleza y la seguridad nuclear de Alemania. Los primeros equipamientos deben llegar este año, parte de los cuales apoyarán el trabajo del Cuerpo de Guardabosques.
Se incluyen motobombas portátiles, herramientas para hacer líneas de contención, limpiar caminos y trochas de manera más eficiente, sistemas GPS, equipos de filmación…, que nos permitan combatir un incendio de una manera más tecnológica, humanizar el trabajo y aumentar eficiencia y efectividad.
Con todo eso, y lo que ya tenemos, queremos fortalecer nuestras capacidades, con énfasis en las poblaciones cercanas, porque sin los voluntarios, sin la movilización popular de los yateranos, la historia que hoy estamos contando, sería otra.