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Tula y EmilioTula y Emilio

Una pareja en la vida y el arte

 

Buscando el huequito en la agenda de Getrudis y Emilio me colé unos minutos en el Teatro Guiñol de la ciudad de Guantánamo para hacer esta entrevista. El mismo Guiñol que los unió en el arte y en la vida. Emilio Vizcaino Ávila y Getrudis Campo Bernal son actores guantanameros con más de 35 años dedicados al arte teatral y, de ellos, 28 siendo pareja.

 

Tula - como todos la conocen- es graduada de la Escuela de Instructores de Arte y llegó al Guiñol como actriz, mientras que Emilio entró como tramoyista y posteriormente atrezista (construye los títeres); allí coincidieron y ambos permanecieron: el teatro los unió en la vida.

 

"Yo creo que es más fácil", dice Tula tras soltar una sonrisa, "se nos ha facilitado estudiar juntos, idear, montar no sólo en el Teatro, sino también en casa; y hemos creado, hace años, un equipo y gracias a ese trabajo conjunto hemos podido realizar muchas obras juntos".

 

"En la casa, a parte de los quehaceres, estamos en un proceso de creación constante, pensando y estudiando el teatro, o produciendo", añade Emilio, actual director del Grupo Teatro Guiñol Guantánamo, "pues hemos creado del año 1999 hacia acá un dúo de trabajo".

 

Amor cruzado

 

Gertrudis es fundadora de la Cruzada teatral Guantánamo-Baracoa y desde 1991 anduvo alegrando corazones serranos junto a un grupo de compañeros, más la Cruzada del 95 sería diferente para ella, pues su pareja sería integrante por primera vez.

 

"Tula fue mi Lazarillo, mi guía, pues ya tenía conocimiento por haber hecho cuatro Cruzadas. Fue un salto a la libertad poder estar en los campos, trabajar para los niños, y aunque fui como constructor de títeres, por una necesidad, en plena cruzada tuve que asumir un personaje bajo la dirección de Tula y de Maribel López", sería para Emilio el inicio de una carrera como actor del Guiñol.

 

"Ya lo dijo él", reitera Tula, "su Lazarillo; muy bonita esa primera Cruzada, la dedicamos a leer poesías, descubrir la naturaleza, bañarnos en el río y la playa. El amor es diferente cuando se está en esos lugares".

 

El retoño

 

Por muchos años intentaron tener hijos, más Tula no salía embarazada. Recurrieron a consultas y técnicas de fertilidad y reproducción asistida, nada resultaba, hasta que dejaron de intentarlo.

 

“Pero vino la casa y parece que esa tranquilidad ayudó -comenta Tula.

 

"Siempre estábamos cerca del curato, y en una ocasión vino una monjita a traer una santa nueva y me vio rezándole. Me preguntó qué pedía:

 

-Una niña, respondí.

 

“Así, con género definido. No sólo quería un hijo, quería que fuera niña, y la monjita me aseguró que la Santa era muy milagrosa, que me lo concedería y cuando así fuera le pusiera María José, para que llevara el nombre del padre y la madre; eso lo fijé en la mente".

 

Tula tenía 45 años cuando nació el esperado retoño. "María José llegó en un momento oportuno, y le encanta el mundo en el que nos desenvolvemos nosotros, que es el mundo de ella también".

 

"La niña, hoy con 14 años, siempre va a las cruzadas con un pequeño espectáculo o trabaja con nosotros, anima los títeres, en ocasiones es quien ensaya a su papá la obra Los Zafiros, pues conoce a la perfección los textos", dice Tula con el más grande orgullo, el de madre. "Pienso también que ese intercambio de niño a niño es muy bueno, y la fue motivando a seguir yendo a las cruzadas y llevar nuevas propuestas".

 

Ellos, los artistas, los actores

 

"Esta es una de las profesiones más nobles que existen", comenta Emilio, "porque en el momento de la presentación le es necesario al actor despojarse de todos los problemas para dar lo mejor, hacer guiños con recursos estéticos y que el público los reciba, hacer entretener, hacer reír, todo a cambio de un aplauso".

 

Verlos en escena es el mejor testimonio del resultado de trabajar por tantos años la línea estética del dúo: la fluidez de los textos, la compenetración de los personajes, sus reacciones a los imprevistos, pues involucran al público en muchas de sus obras. La pasión y entrega a la pieza teatral de Tula y Emilio transmite al espectador su dinamismo, simpatía y pasión por lo que hacen.

 

Una pareja en la vida y en el arte, mutuo medio de expresión, mismo proyecto de vida, pues no conciben sus días fuera del teatro. "Es un arte difícil, complejo, dice ella, "es una responsabilidad muy grande", dice él, y ambos aseveran: "no se puede hacer sin amor".

 

La Negra y El ChinoLa Negra y El Chino

Acortando distancias con palabras

El tesoro guardado por La Negra y El Chino por casi 40 años son más de 200 cartas de ida y vuelta entre Guantánamo y Angola. Algunas conservan sus sobres y sellos, dibujos de flores y corazones al fondo, versos enamorados, apodos cariñosos, más lo que permanece hasta hoy es, sin dudas, el amor que los unió desde adolescentes y los mantiene juntos cuatro décadas después.

 

Riquel Romero Pérez (el Chino) y Noelvis Rodríguez Díaz (la Negra) son una pareja de campesinos del Valle de Caujerí, en el municipio de San Antonio del Sur.

 

"Esto viene desde la secundaria", afirma Riquel. "Él tenía noveno grado y yo octavo, y la relación empezó en La Cuabita, Yateras, hace más de 40 años", interviene la Noelvis para precisar, pues por lo general las mujeres llevan mejor esas cuentas, "en el 82 (1982) nos hicimos novios, él tenía 19 y yo 15 años".

 

No hay distancias si hay amor... y cartas

 

Con poco más de un año de novios fue inevitable la separación de unos 11 mil kilómetros entre Cuba y Angola, cuenta El Chino: "yo decidí irme, estaba loco por cumplir misión internacionalista cuando empezara el ejército y se me dio la oportunidad".

 

"Cuando lo supe puse el grito en el cielo", dice La Negra, y ríen a carcajadas.

 

"En Angola el correo se establecía por el mismo avión que transportaba personal. Llevaba y traía las cartas. Ese papel que hacía más cortas las distancias entre los familiares e internacionalistas. Era duro cuando las repartían y para ti no había, ahí te entraba “el gorrión”, tremenda añoranza por la tierra, por tu gente... Era una alegría inmensa que te llegara una carta, de quien fuera y principalmente de la novia".

 

"Nos escribíamos semanal" -recuerda La Negra con jovialidad de novia: "a veces recibía hasta tres en un solo viaje; siempre guardaba sobres y sellos, así en cuanto el cartero llevaba las cartas, las respondía rápido y las echaba en el buzón".

 

"Una noche estaba escribiendo, y se escuchó cerca de la unidad un tiroteo, estábamos en guerra y eso era en sí una alarma de combate, tuve que hacer la pausa, y resultó ser unos compañeros nuestros que estaban perdidos y dispararon para que los fueran a alcanzar", trae Riquel los recuerdos a la mente sin forzarlos.

 

Fotografié algunas cartas de ambos, leí fragmentos y me sorprendí al encontrar una encabezada como "el día más bello del año, hermoso para los enamorados"; en ella, con sencillas palabras la joven muchacha aseveraba: “sería imposible olvidarte, reina en mi corazón la alegría de ser tuya, de tenerte y que me tengas toda la vida, pues este amor llegará a ser tan puro y bello como agua clara, tan útil que aunque pasen años y años no se destruirá".

 

El reencuentro

 

Cuando llegó “enseguida nos casamos, aprovechando la cuarentena” afirman con tono jocoso y pícara sonrisa. "Nos casamos y fuimos a vivir a Camagüey, donde su familia. Vine a parir a Guantánamo, y nos volvimos a ir". Una niña es guantanamera y la otra camagüeyana, pero desde mediado de los años 90 se establecieron en el Valle de Caujerí, donde han hecho vida hasta hoy.

 

"El eslabón fundamental para unir a la pareja los hijos", afirma Riquel. "La rutina cambia porque aunque no significa que se aparte a la pareja, los hijos pasan a ser lo primero en la vida y demandan mucho tiempo y atención, sobre todo de la madre", añade La Negra.

 

Empero, “Riquel es quien se levantaba en la noche a preparar y dar la leche a las niñas, todavía lo hace con los nietos; si había que lavar toda la ropa de la casa me ayudaba, y para lavar los paños me ponía a hervir el agua; el primero en levantarse es él: hace el café…", en resumen las responsabilidades del hogar son compartidas.

 

Dos hijas resultó el fruto de este matrimonio que hoy disfruta de cinco nietos varones.

 

"No creo que exista diferencia entre el amor por los hijos y nietos, pero es un tanto diferente: "hay cosas que cambian, es una realidad, mi pan era sagrado, nunca se lo di a mis hijas, sin embargo, los nietos me lo quitaron, no como pan por dejárselo a ellos. Nunca mis hijas durmieron conmigo y ahora los nietos no sólo duermen, hasta me orinan".

 

"Nuestra relación se ha mantenido por tanto tiempo porque se ha fundamentado no sólo en amor, también en la comunicación, la comprensión y el respeto", comenta el esposo cariñoso y dedicado, "además como costumbre del campo, por herencia familiar, se lucha por cuidar y mantener el matrimonio".

 

Esto implica en muchas ocasiones ceder, hacer sacrificios... "Cuando vino de Angola un grupo de amigos partió para Alemania en el programa de colaboración del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). El Chino soñaba con tener una moto esa era una oportunidad. Pero La Negra, “parada en 31” le aseguró: “si te vas para Alemania te quedaste” y hasta ahí llegó el motor, “prefirió la motorina", refiriéndose jocosamente a sí misma, y entre carcajadas continuó, "todavía anda a caballo por preferir la motorina".