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abril aniversariosEn la imponente pared que limita la playa de piedras negras se adicionó el monumento que recuerda el sitio exacto del desembarco.Abril, para los cubanos, es un mes cargado de historia, de acontecimientos épicos y simbólicos. Por ejemplo, Girón de 1962, con el descalabro mercenario en apenas 72 horas de enconado batallar. Más cercano en el tiempo, hace 28 años, el Comandante en Jefe penetraba con la mirada la oscuridad de la noche y viajaba en el tiempo sobre la inmensidad del mar Caribe.

El escenario: La Playita, en Cajobabo, municipio de Imías, provincia de Guantánamo. Sus botas las bañaba esa noche un manso oleaje. El silencio absoluto solo era interrumpido por el discreto rumor de la mar al batir sobre las rocas y la arena. Nada impedía el correr de la imaginación y recrear la tormentosa noche del 11 de abril de 1895, cuando por el mismo paraje, 100 años atrás, desembarcaba Martí para encabezar la Guerra Necesaria, cuyo clarín llamaba al combate ya desde el 24 de febrero de 1895.

Noche de simbolismo extremo aquella del 11 de abril de 1995. El Líder histórico de la Revolución, albacea del Apóstol, apretaba férreamente el asta de una Bandera cubana como recibida en la orilla de manos del Maestro, y al volverse, con marcial paso, avanzó hasta el Monumento Nacional erigido en el justo sitio por donde una centuria antes La Playita había entrado para siempre en la historia patria.

El mayor general Máximo Gómez Báez; los generales Francisco Borrero Lavadí y Ángel Guerra Porro; el coronel Marcos del Rosario Mendoza y el capitán César Salas Zamora arriban junto a José Martí “a una playa de piedras, La Playita (al pie de Cajobabo) -significaba en su diario de campaña el Más Universal de los cubanos y consignaba: “…me quedo en el bote el último, vaciándolo, dicha grande”. Eran las 10:30 de la noche, según apuntes del Generalísimo.

Ahí comienza el corto e intenso vivir insurrecto de quien el día 15, ya en Rancho de Tavera, donde habían pernoctado, un Consejo de Jefes presidido por Máximo Gómez le otorga el grado de Mayor General del Ejército Libertador.

En ese instante ya combatían en las serranías guantanameras los 23 expedicionarios de la goleta Honor con Antonio y José Maceo, y Flor Crombet a la cabeza. Habían desembarcado el primero de abril de 1895 por Duaba, en Baracoa, y horas después, en el Alto del Pino, con solo 11 fusiles, 825 proyectiles, 23 revólveres, y 15 machetes infligían la primera derrota a las tropas españolas, que en lo sucesivo no darían tregua a esa avanzada de la Guerra Necesaria, que ya tenía en Cuba su Estado Mayor completo.

El 19 de mayo de 1895 Martí cae en combate en Dos Ríos, de cara al sol, y 27 años después del fatídico día, el 23 de abril de 1922, el coronel Marcos del Rosario, uno de los cinco expedicionarios que compartieron tamaña gloria con José Martí, regresa al histórico escenario y marca el sitio exacto del desembarco. Allí se erigió el monumento primario: dos bloques cubiertos de cemento, simple marca, significativo gesto de respeto y recordación.

abril aniversarios2La Playita, pequeño litoral de piedras negras por donde desembarcaron en noche tormentosa.

De 1928 a 1929 una sociedad de masones adosa al imponente farallón el actual obelisco, declarado el 10 de octubre de 1978 Monumento Nacional. Se trata de un conjunto construido en mármol del que brota la proa de un bote custodiado a ambos lados por sendos bloques con inscripciones sobre la vida de José Martí y Máximo Gómez. Dos sables recuerdan las armas mambisas.

Sucesivas intervenciones introdujeron nuevos elementos, entre ellos una marca de hormigón con la inscripción 1895-1947, constancia de que ese último año un grupo de cadetes y oficiales del Ejército de la República realizaron la tercera reedición de la ruta martiana.

En 1986, al cumplirse el aniversario 150 del natalicio del jefe supremo del Ejército Libertador, Generalísimo Máximo Gómez, fue renovada la base del obelisco, mientras en 1995, en ocasión del centenario del desembarco y la visita de Fidel, los sables, originalmente de acero y deteriorados por el ambiente salino se sustituyeron por otros dos de bronce.

En el infranqueable y gran valladar que supone el altísimo paredón está para siempre sembrado el monumento, frente a las rocas que nacidas de la mar hacen más bello un paraje de piedras y diminuta playa en su dimensión geográfica, pero inmensa en la historia que cada 11 de abril convoca a los cubanos a una inaplazable cita en este Altar de la Patria.