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entrevista rayoGracias a la voluntad de promover investigaciones sobre esos eventos, ha sido posible dotar a la Defensa Civil de herramientas para saber qué condiciones los propician, asegura Aragón Matos.

Los antiguos, en los cinco continentes, asociaban el trueno con un dios. A menudo, con el más poderoso de todos. Le llamaban Zeus (mitología griega), Thor (nórdica), Indra (hinduismo), Xólotl (azteca), Changó (Yoruba en Nigeria), deidades temperamentales e impredecibles, y cóleras mortíferas.

Un poder ante el que nadie es indiferente, aunque Andrés Aragón Matos, jefe del Grupo de Pronósticos, del Centro Meteorológico provincial, está convencido de que al margen de las fascinaciones, “todavía no existe una cultura real de la magnitud de su peligro”.

La gente, en general, los ve como un fenómeno lejano hasta que la noticia aparece en titulares como el del 29 de mayo pasado, cuando una descarga eléctrica atmosférica causó lesiones a siete trabajadores en Moa, Holguín, de los cuales una falleció, u ocurren siniestros como los de la base de supertanqueros, de Matanzas.

¿Pero son en verdad tan raros? ¿O estamos literalmente expuestos a que nos caiga un rayo?

Hoy se sabe, como resultado de un estudio científico a nivel nacional, que las descargas eléctricas, rayos o fulguraciones constituyen la primera causa de muerte por fenómenos naturales en el país, y en Guantánamo, donde en unos 30 años -de 1987 a 2017- se contabilizaron unas 60 muertes.

Superan en decesos a otros eventos asumidos en el ideario popular como más peligrosos, por ejemplo, el huracán, potente, pero se sabe cuándo pasará, por dónde, sus vientos, la lluvia…, y con eso en mente uno se prepara, porque además, hay mayor percepción del riesgo.

El rayo, por otro lado, es hasta cierto punto impredecible.

¿Hasta cierto punto? ¿Cómo puede, una persona que no es especialista, ‘cogerle la seña’?

Las tormentas eléctricas no ocurren en cielo despejado. Tienen que existir las nubes tormentosas o cumulonimbus (con un desarrollo vertical considerable, en forma de montaña o de enormes torres), esa nube negra que uno ve en el cielo, incluso, cuando todavía no hay lluvia.

Hay que entender el mecanismo. El calor es la energía de esas nubes -que también generan las tormentas locales severas- y provoca a su vez el vapor de agua. Por eso, aunque pueden manifestarse tormentas eléctricas en cualquier mes del año, son más frecuentes en mayo, junio y julio.

Ese vapor de agua va subiendo hasta saturar la celda, que se condensa, y se convierte en pequeñas partículas de agua, que siguen ascendiendo a temperaturas más frías, y pasan a ser partículas de hielo, y todavía más arriba, se forman en granizo.

El choque de esas tres partículas va generando cargas eléctricas: positivas en la parte superior de la nube, y negativas en la base, y pueden interactuar entre ellas, con otra formación nubosa, o con la carga de la superficie terrestre, que es cuando cae el rayo, como se dice popularmente.

O sea, hay varias señales. Uno ve la nube, pero también es posible notar los rayos, y escucha los truenos, el sonido que sucede a la descarga.

¿Cómo protegerse entonces?

Lo ideal es mantenerse bajo techo, en un lugar seco, con las puertas y ventanas cerradas. Y, en caso de que estés en un cuerpo de agua, ya sea el mar, una presa, un río, una piscina del tamaño que sea, salir inmediatamente, pues el agua es conductora de la electricidad.

Sin embargo, a veces eso no es posible…

En caso de que no sea posible, la recomendación es buscar no ser el objeto más alto de los alrededores, porque siempre el rayo “buscará” el sitio más elevado. Por eso, no se aconseja guarecerse debajo de árboles. Hay mucha sabiduría popular de la que beber, en este sentido.

Las personas del campo, por ejemplo, tienen una gran cultura al respecto. Yo nací en Yateras y mi familia nos “guardaba” en cuanto empezaba a tronar, si estábamos mojados nos secaban, y así…

También hay varios mitos, como el de tapar los espejos por la posibilidad de que el rayo “choque” contra la superficie y pueda impactarte, como si un espejo pudiera contener los millones de voltios que puede tener una sola descarga.

¿Es cierto que se está seguro dentro de los carros estacionados, y que en las ciudades también, gracias a los pararrayos de las edificaciones?

En los autos hay cierta protección –se cumple el efecto Faraday, de modo que la descarga se reparte en la superficie externa metálica y el interior queda a salvo-, pero no significa que sea total.

Lo mejor es no pasar por la tormenta, mantener los cristales arriba y guarecerse en un sitio techado y seco.

Los pararrayos protegen, fundamentalmente, las edificaciones o las instalaciones específicas donde están colocados. De modo que, si vas por la calle cuando truena, detente y ponte lo más a salvo posible.

Las personas que fueron impactadas en Moa, por ejemplo, esperaban el transporte obrero en una parada, bajo techo.

Además de los meses de mayor cantidad de descargas eléctricas, y muertes, ¿hay otras características geográficas, de horarios… que favorezcan la ocurrencia de esos fenómenos atmosféricos?

Las fulguraciones pueden ocurrir en cualquier geografía, época del año u horario. Eso es importante. Pero, claro, las favorece el calentamiento de los meses ya mencionados, y las montañas, no por gusto los municipios de

El Salvador y Yateras son donde más ocurren, además de Guantánamo. En cuanto al horario, se dice que la mayor probabilidad está de 3:00 a 4:00 de la tarde, una o dos horas después de registrarse la temperatura máxima del día que, por lo general, ocurre de 1:00 a 2:00 pasado meridiano.

¿Es cierto que no son frecuentes en las noches?

La noche no está totalmente exenta de rayos. Pueden aparecer líneas de tormentas eléctricas asociadas a frentes fríos, u otros eventos, pero ciertamente las interacciones entre las nubes y la tierra son menos, y las fulguraciones, por lo general, ocurren dentro de la misma nube tormentosa o entre ellas, al menos en Cuba.

Desde una posición de espectador, ¿cree que existe suficiente divulgación de los resultados científicos acerca de las tormentas eléctricas, su potencia, su peligro?

En principio, existe información suficiente y clara. El Estado tiene un gran interés en estos fenómenos y su alerta temprana, y promueve investigaciones, como la que usamos como referencia, sobre las tormentas locales severas en 30 años, y que incluye a una de las investigadoras del Centro Meteorológico.

El estudio en cuestión trabajó con una base de datos recopilada a partir del reporte de tormentas locales severas, con información de las estaciones meteorológicas e imágenes de satélite, que permiten adelantar condiciones que pudieran dar pie a algunas de estas situaciones.

Pero, en la práctica, no siempre se divulga como se debiera, con la frecuencia y profundidad que merece.

Localmente, por ejemplo, aprovechamos los espacios radiales y algunos intercambios con entidades, no así el tiempo televisivo, que es muy breve.

Si fuera suficiente, creo que habría más percepción del riesgo del poder destructivo del rayo, y menos víctimas.

Incluso así, aparecen brechas entre lo que se sabe y lo que se aplica.

¿Cumple usted mismo las medidas de protección que enumera?

Absolutamente. Y así lo he trasmitido a mi familia. Para donde sea que vaya, si veo indicios de tormenta, me pongo a buen resguardo. Es solo cuestión de esperar un rato, para cuidarse la vida.