Algunas construcciones constituyen amenaza para los transeúntes. (Los Maceo entre Crombet y Emilio Giró).
El hombre mira a lo alto y dice que “el día que caiga de allá arriba una cosa de esas y mate a alguien o lo mande directo al hospital, enseguida ‘los responsables’ se ocupan de buscar alguna solución”.
Quien comenta tiene los ojos puestos en el pretil del portal de una vivienda antigua de la calle Carlos Manuel, casi esquina a Aguilera, donde un equipo de Venceremos toma evidencias del riesgo de desplome de una estructura que, prácticamente en el aire es, sin duda y, desde hace tiempo, una amenaza pública.
Como él, que dice llamarse Eulogio Quiñones Mediaceja, otros que también se resguardan del sol en las inmediaciones del portal destartalado, mientras esperan la llegada del pan nuestro de cada día en el Punto de venta ubicado enfrente, lo secundan con opiniones similares.
Que cerca hay una escuela primaria y los niños pasan descuidadamente por ahí, dicen unos. Que Dios quiera nunca suceda nada, pero si se viene una desgracia, a las autoridades no les quedará más que lamentar la pérdida de vidas humanas y destacar la heroica actuación de los rescatistas, pero ya alguien pagó con su vida no haber prevenido el lamentable hecho, alega otro. Que el Gobierno debe ver cómo remediar el problema, considera un tercero.
Libres como son de expresar su criterio al respecto y sin que, de alguna manera, les falte razón, sin embargo, debe saberse que, aunque sea un inmueble con valor patrimonial, corresponde a los moradores realizar cualquier acción constructiva para mantener en buen estado su vivienda.
Tan emblemáticas como históricas edificaciones, leyendas del devenir de la urbe, se van derrumbando poco a poco como clamando por un Conservador de la Ciudad.
Bertha Rosa Mustelier, la propietaria del inmueble, lo sabe. Expresa que cuando ha ido a solicitar ayuda al Poder Popular y a Vivienda, le han dejado clara su obligación de enfrentar esa situación con recursos propios. Ella, que la ha habitado por más de 70 años, con su chequera de mil 552 pesos poco puede hacer en ese sentido, pues no cuenta con apoyo familiar alguno, y tampoco quiere perder las ventajas de vivir en el centro de la ciudad.
Aunque cualquiera puede entender esa última y muy personal decisión suya, en la vida real es una carga con la que ella no puede, y el único recurso que le ha quedado hasta ahora ha sido ir corriéndose hacia atrás, en la medida en que la casa, inmensa como es, se le va cayendo por pedazos. Solo en la sala, unas tablas atravesadas por su vecino, indican el intento de sostener la construcción dañada.
De cara a la calle, en una de las columnas del portal, un palo la sujeta, pero si para algo sirve es para frenar a los transeúntes, y ni eso sucede.
Si fuera un caso irrepetido, sería menos llamativo el hecho, pero sucede que en nuestra urbe no es precisamente puntual ese peligro.
Por casi una decena de cuadras anduvimos, y pudiéramos describir un inventario extenso de casos similares: portales, vigas, columnas y hasta paredes completas a punto de irse abajo, sin señalizaciones o resguardo alguno para quien pasa.
Si de ruinas que encierran peligros se trata, el emblemático cine Oriente es un ejemplo.
Y relatar hasta los interminables testimonios como este, en los que solo cambiarían nombres y direcciones, incluso, fuera del llamado centro histórico (en Máximo Gómez entre 1 y 2 Sur, dos viviendas contiguas, y en Prado y Cuartel, donde una pared de la casa de la esquina en cualquier momento cae sobre la calle, por citar dos ejemplos).
Una pudiera pensar, y entender, que en estos momentos ese asunto de la preservación del patrimonio no sea una prioridad de las economías personal y estatal, pero...
¿A cuenta de quién y a costa de qué?
Con nuestro inventario de portales en estado muy crítico, “atacamos” a la Oficina del Grupo de Desarrollo de la ciudad, donde solícita, nos recibe la prestigiosa arquitecta guantanamera, Zulma Ojeda Suárez, su directora.
Y sobre ella nuestra descarga: En calle Martí y Emilio Giró, el pretil, la viga y la columna que lo sostienen están separados, eso es un desastre. En Calixto García y Prado, además de peligroso, afea el entorno. En Martí y Jesús del Sol, igual. En Carlos Manuel...
En ese punto, Zulma comienza a agregar un repertorio de direcciones que aparecen en su mucho más extenso listado de portales cayéndose, y nos dice que, ciertamente hay cantidad de viviendas en el centro de la ciudad en las que, incluso, la llamada primera cubierta ya está deshabitada por sus moradores, sin embargo, con autorización de alguien, hay personas ejerciendo el trabajo por cuenta propia en portales que están prácticamente en el aire.
Y, en efecto, esa es otra arista del asunto. Que alguien valore más el dinero y la necesidad que su propia vida es una decisión muy personal, pero el punto es el disparate ese de emitir una autorización para prestar un servicio a la población en un lugar inseguro.
La arquitecta agrega otro lado nefasto de esos lugares con construcciones ruinosas: la suciedad y el desaliño que dan una imagen horrible de abandono.
Esta construcción en Los Maceo esquina a Donato Mármol es otro.
Por varios de esos anduvimos. Pero para muestra, un botón: un local ubicado en el centro urbano, exactamente en Los Maceo entre Donato Mármol y Bartolomé Massó, donde según vecinos del lugar, aquello se pasa de feo. Isabel Santana Cala, quien es trabajadora por cuenta propia en un garaje colindante con esa instalación, asegura que el espacio que ocupa esa antigua edificación se ha convertido en el vertedero de todo tipo de desperdicios. Que desde que ella labora ahí, hace unos meses “han venido dos veces los bomberos, porque hasta fuego prenden. Ojalá las autoridades hicieran algo porque, incluso, he visto ancianos deambulantes durmiendo ahí, y un día de estos amanece uno aplastado por una pared de esas que están en ruinas”, comenta.
“En muchos casos, es aconsejable tumbar, con mucho cuidado y pericia, para evitar una desgracia a los moradores y a los transeúntes. Pero a nosotros, en esos casos nos corresponde, y así lo hemos hecho, alertar a cada institución responsable y al Gobierno, y sugerir soluciones”, considera la directora del Grupo de Desarrollo de la ciudad.
Y a la sede del Gobierno local acudimos, y allí, al cabo de un mes solicitando la entrevista sobre el tema y de citas postergadas por otros imperativos, finalmente nos atendió Rolando Cantillo Hernández, intendente del Consejo de la Administración Municipal (CAM), con muy poco que aportar sobre las acciones realizadas para evitar más de una desgracia y el continuo deterioro.
Se centró en la consabida falta de recursos para enfrentar un asunto del que ni siquiera se conoce el dato exacto o aproximado de cuántas construcciones en mal estado representan un peligro para la vida de las personas. “El CAM no tiene un presupuesto asignado para atender esas viviendas”, afirma.
“La mayoría de las casas del centro histórico no están en estado crítico. Pero estén o no en una zona histórica o cultural importante, todas se rigen por la política de la vivienda, según la cual es responsabilidad de las personas asumir cualquier labor de reparación o conservación de su casa.
“No obstante -apunta-, para el centro urbano hay acciones direccionadas desde el CAM, que nos van a permitir ir recuperando ese patrimonio paulatinamente. Para ello, en principio, comenzamos a recuperar la Fábrica de cerámica roja y otras plantas para la fabricación de materiales a nivel local, pues la producción nacional no responde a estas necesidades”, alega acerca de la prioridad que tiene el tema en la agenda del Gobierno a esa instancia.
Al ser interrogado con respecto al ejercicio del trabajo por cuenta propia en locales cuya degradación estructural constituye un peligro, el intendente, sorprendido, dijo que lo tendrán en cuenta para identificar esos lugares y actuar como corresponde.
Se refiere a la recuperación de viviendas pertenecientes al llamado patrimonio de la ciudad, de lo cual tampoco conoce el dato exacto, como tampoco cuántas casas de familia o las ocupadas por instituciones estatales en el centro histórico están en peligro de derrumbe. Aclara que eso es de dominio de la Dirección en Guantánamo del Instituto Nacional de Ordenamiento Territorial y Urbanístico, y que son los dueños de la vivienda los encargados de solicitar a la Oficina del arquitecto de la comunidad para que dictaminen sobre tales peligros.
El dato y el punto de la discordia
Rafaela Sevillano Andrés, directora municipal de Ordenamiento Territorial y Urbanístico, nos remite a Patrimonio. No tengo el dato, dijo.
Pero la funcionaria hizo referencia a la Ley 145 aprobada recientemente por la Asamblea Nacional del Poder Popular, según la cual corresponde a ese organismo en cada demarcación, emitir un dictamen técnico que declare estado de ruina de una construcción, y eso, acota, puede relacionarse con ese asunto.
Tiene que ver, diríamos.
En la Dirección provincial de Patrimonio, por su parte, tampoco se tiene el dato actualizado.
Y en la Oficina del arquitecto de la comunidad del municipio, mucho menos:
¿Cómo se procede para determinar si una estructura está en peligro de derrumbe, identificarla y exigir que se actúe como corresponde en esos casos?, preguntamos al arquitecto Lexer Lisardo Rodríguez Lora, especialista principal.
No nos corresponde declarar, así en esos términos, una construcción en peligro de derrumbe. Nosotros, a solicitud del propietario o inversionista de una edificación que requiere un diagnóstico, ofrecemos el servicio y emitimos un dictamen técnico sobre las condiciones estructurales del inmueble.
Desconozco a quien corresponde, pero considero que quien tiene que poner el cartel (Cuidado, peligro de derrumbe) es el propietario del inmueble, para alertar a transeúntes del peligro que representa su estructura.
Eso nos queda claro, como también, en averiguaciones anteriores y posteriores, que nadie, absolutamente ninguna institución o autoridad vela porque eso último se cumpla.
Palos, tablones y hasta pencas de coco vieron estas reporteras atravesados o colgando como carteles o parabán frente al peligro, salvo pocas excepciones.
¿No le parece un contrasentido que ustedes, arquitectos de la comunidad, radiquen precisamente en una edificación con daños evidentes a primera vista, con peligro, incluso, para sus vidas?
Hace como ocho años nos están “mudando” porque tienen que desalojar una oficina que pertenece al Registro de Archivos de la Vivienda. Mientras tanto estamos aquí, sabiendo que puede desprenderse un pedazo de hormigón (del techo) y herir a alguien. El principal problema es económico, el suministro de cemento que llega a la provincia es insuficiente, para la realidad que tiene el fondo habitacional.
En mi opinión, no es un problema de dejadez, simplemente no hay recursos ni es un asunto de prioridad. No hay políticas de mantenimientos, por esta misma situación, al no conservar ya cuando se es imprescindible restaurar, las inversiones son muy costosas.
Apartando las carencias materiales y la conocida situación económica tan compleja, ¿qué sería, en su opinión, lo recomendable con esas edificaciones patrimoniales o no, que en cualquier momento pueden colapsar?
La Oficina del Patrimonio tiene identificados los niveles de protección que tiene cada edificación según su valor patrimonial, desde sus estructuras más insignes hasta los que son fachadas bonitas como las calles Calixto García o Pedro A. Pérez. Esos edificios de alto valor como el Palacio Salcines, esos sí no se pueden dejar perder.
La vivienda más antigua de la ciudad (Bernabé Varona entre Los Maceo y Moncada), una reliquia, recibió dos reparaciones, para nada duraderas, y ahora puede desplomarse el techo del portal, afirma su propietaria.
Hay otros con un valor ambiental, pero no hay materiales como las tejas criollas, madera, la herrería… Creo que eso que ustedes plantean son emergencias, y si una estructura se está cayendo y no hay recursos, lo primero que hay que hacer es apuntalar bien para evitar el derrumbe o pérdidas más lamentables, considera.
Buscando claridad y responsabilidad sobre las advertencias de peligro, en la jefatura provincial del Cuerpo de Bomberos, Wílmer Ramírez Frómeta, jefe de operaciones, da su punto de vista:
Nuestra misión es dar respuesta a emergencias, brindamos atención y auxilio en caso de que haya personas atrapadas, y posteriormente remitimos el caso al Gobierno y aseguramos, con un certifico, que el hecho ocurrió para que se realicen los trámites pertinentes.
Pero no nos corresponde certificar que una edificación está en peligro de derrumbe. No obstante, cuando recibimos una llamada de auxilio, también forma parte de nuestro trabajo orientar a las personas que viven en ella sobre el peligro de la estructura de una vivienda. En el centro de la ciudad en lo que va de año, solo hemos recibido una notificación por un techo que colapsó, pero no hubo lesionados.
Marilín Céspedes Donatién, directora de Vivienda del municipio de Guantánamo, asegura que a cada rato les informan de un derrumbe, y en esos casos vamos al lugar y siempre que las condiciones lo permitan procedemos a demoler o desmontar la estructura dañada, y corre por nuestra cuenta el pago a la empresa constructora que lo realiza.
Muchas viviendas del centro histórico, los propietarios, la han hecho de mampostería y con techo de placa, solo conservan los portales con su estructura original, porque es lo que exige la Dirección de Patrimonio. Como esa parte de la vivienda no se contempla para certificar que el inmueble es habitable, no lo reparan y ahí están, en peligro de derrumbe.
El desaliño y mal estado de algunas edificaciones afean sobremanera espacios de la urbe: Aguilera esquina a Serafín Sánchez.
¿Y entonces?, preguntamos pensando en qué se puede hacer.
Ya el plan de Vivienda no incluye las labores de conservación, como anteriormente, que se podía, a través del llamado Plan fachada, restaurar y, de hecho, en varias con valor patrimonial se accionó. Ahora solo se realizan rehabilitaciones de cuyo costo total, los moradores deben amortizar el 70 por ciento, pero con los precios actuales es casi imposible que muchos lo puedan asumir, en caso de que se cuente con los recursos para ello.
Pero, claro que no es correcto que renten para cualquier negocio una parte de su casa que no tenga seguridad. Eso hay que revisarlo, creo yo, asevera Céspedes Donatién.
Y cree bien, porque existen regulaciones para otorgar licencias al respecto.
Es preciso que las autoridades tomen en cuenta que la degradación estructural de un inmueble no es solo una cuestión de un ornato feo y descuidado, que lo es.
Se trata de una realidad que, aunque las fuentes consultadas la justifican con las actuales complejidades económicas del país, tampoco se previó, y ahí está la amenaza a la seguridad de las personas, tanto de los moradores o de quienes trabajan en esos locales, como también la de los usuarios de la vía pública. Y eso siempre va a ser una prioridad, pese a que sean muchas y de otra índole las urgencias.
Portales inseguros como el de Calixto García entre Prado y Aguilera, son ren- tados para el trabajo por cuenta propia.
Paredes peligrosas no faltan en la ciudad, esta en Prado entre Carlos Manuel y Beneficencia.