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Lo único intacto es ese aroma exquisito, que al paladar no lo deja tranquilo. Todo lo demás parece cambiado en el interior del recinto fabril, amplio y como de estreno. Puertas adentro, ni el tímpano proletario sufre como antes, ni los grados Celsius castigan la piel.

El sitio promete más de un renacimiento; la que el Che Guevara fundó en Baracoa, el 1ro. de abril de 1963, parece otra y la misma industria. Es la impresión del recién llegado, tras adentrarse en la unidad empresarial de base (UEB), Derivados del Cacao Baracoa.

Suenan más realistas ahora esos «toques finales», dichos y repetidos antes –al menos en 2019 y 2021– para anunciar que la inversión iniciada en 2018, a un costo total de 43 000 000, entre moneda nacional y extranjera, estaba «a punto de mate», y que la puesta en marcha de las dos líneas de procesamiento industrial renovadas tecnológicamente, era cuestión de tiempo.

Primero, los fabricantes foráneos a los que se les compró la tecnología, demorados en el envío de sus técnicos para capacitar a los operarios, montar una parte de los equipos, probarlos y echarlos a andar. Luego, la pausa laboral, impuesta por la COVID-19.

Al parecer la historia empieza a cambiar ahora; la nueva línea de procesamiento industrial de cacao funciona desde noviembre de 2022; la destinada a fabricar bombones y tabletas ensaya su encargo desde el pasado abril, sin que los técnicos aún la hayan validado.

POR LAS «VENAS» RECONVERTIDAS DEL CHOCOLATE

Corre el optimismo y no parece infundado. Aunque está por validar con excelencia y volúmenes productivos, alienta ver el empeño del colectivo y el desempeño operacional de la novísima maquinaria. Una descascaradora desnuda los granos de cacao. A martillazos los recibe el molino de premolienda; los pulveriza otro refinador, a golpes, roces y volteretas, antes de llevarlos a la prensa compactadora.

Sendos extractores absorben la manteca y el licor contenidos en la que ya es una torta grasosa; los separan en vasijas aparte; después la masa entra en el embudo que antecede a la micropulverización y envasado.

La línea Número uno, de procesamiento industrial del grano, incluye equipos para secar, tostar y desbacterizar la materia prima, tubos de enfriamiento y sistema de agua caliente, este último para conservar la densidad de los productos en elaboración.

Que los nuevos aparatos trabajen en solitario es algo normal, y a la vez «otra diferencia», dice Juan Miguel Martínez, jefe de brigada en la nueva línea de procesamiento. «Cada equipo viejo necesitaba un operador y hasta dos», recuerda Martínez, quien ha dedicado 27 de sus 50 años a los menesteres del chocolate. «Ahora –continúa–, tuvimos que reubicar fuerzas para otras áreas, porque a estas máquinas las controla una sola persona, desde allí» –y señala una puerta–, entramos.

En la sala de control hay silencio, una computadora y una muchacha con la mano en el mouse y la vista fija en el escritorio; Yisel Ochoa Llorente no escribe, da clic, observa un esquema con trazos, puntos y números, «indicadores de los equipos; desde acá monitoreo la presión y demás parámetros –explica–; observe aquí; la temperatura está bien, ¿ve?, la normal oscila entre 92 y 98 °C. Mire el sistema de enfriamiento; si falta agua, esta raya se pone roja y se dispara la alarma».

Derivados del Cacao Baracoa también amplió y modernizó su laboratorio de análisis físico-químico y sensorial, que, junto al desbacterizador, aclara Pedro Azahares Cuza, al frente de la entidad, permitirá evitar eventos microbiológicos, en garantía de un producto final con estándares internacionales de inocuidad, «algo imposible con la vieja tecnología», asegura el directivo.

La inversión deja mejoras en otras áreas productivas, del edificio socioadministrativo, y en la base logística y de transporte; además, incorporó sistemas contra incendios, y de aterramiento contra descargas eléctricas, y una cisterna con capacidad para almacenar 540 m3 de agua, suficientes para sostener el flujo productivo durante una semana.

Parte de las máquinas nuevas. Foto: Escalona Furones, Leonel

UN CAMBIO QUE TRAJO CAMBIOS

Jardis Calderín prefiere hablar sin palabras; coloca un saco vacío en la envasadora, activa la máquina y el cronómetro al mismo tiempo, e invita: «mire pa’cá»... el aparato invierte 42 segundos en rebozar la bolsa con 15 kg de polvo micropulverizado; «¡dos veces más rápida que la que teníamos antes!», pregona.

Ventajas similares ofrecen los demás aparatos de la Línea uno de procesamiento industrial, favorecida con la reconversión tecnológica, afirma el ingeniero Reynaldo Mosqueda Martínez, inversionista de la obra; «antes procesábamos siete toneladas de cacao en 16 horas; con estos equipos hacemos el doble de ese volumen en el mismo rango de tiempo».

Pero no se trata solo de cantidad, valora Reynaldo Mosqueda, «hay un salto cualitativo en la producción, un producto más refinado, de mejor acabado, superior en cuanto a sabor, olor y textura, en fin, más  competitivo».

Añade que, al cacao, los aparatos vetustos no podían extraerle toda la manteca; los recién instalados sí lo hacen, con ellos «se aprovecha mejor un producto que podemos vender en el exterior a excelentes precios». De hecho, la UEB da pasos para exportar en breve dos contenedores de manteca, y un volumen similar de cacao micropulverizado.

Voces obreras saludan el nuevo aire; «la vida ha cambiado mucho para nosotros aquí», admite Jardis Calderín, «con aquellas máquinas todo el tiempo había bulla, y el calor era insoportable», recuerda. «A esta hora (12:28 p.m.) –detalla Miguel Martínez– la temperatura aquí era de casi 40 grados».

«Todo terminaba en un mismo local –añade Miguel Martínez–; de la prensa salían ardiendo las tortas y se almacenaban aquí; teníamos que someterlas a un proceso de enfriamiento que a veces obligaba a esperar 24 horas para iniciar la micropulverización; lo más que lográbamos eran cien sacos en una jornada, ahora los duplicamos; el cambio ha sido como de la noche al día», concluye.

OTRA OPORTUNIDAD Y NUEVOS DESAFÍOS

Insignificantes parecerán, si no fallan los cálculos, las dos toneladas y media de tabletas y confituras que salían de la Línea dos, en el doble turno de una jornada. La reconversión tecnológica hará posible incrementar hasta 9,6 toneladas el volumen de esos productos, en el mismo lapso.

Mucho mayor aún será el alza en la producción de bombones, dicen los responsables. Y también dicen que desde el mes de abril esta línea les vende pasta de chocolate amargo a fábricas artesanales de Ciego de Ávila, Camagüey, Baracoa, Santiago de Cuba y Granma.

No obstante, en la Línea dos, la máquina envolvedora de tabletas afronta dificultades para sincronizar; técnicos extranjeros han de obrar el reajuste; se espera que arriben en los próximos días, le confirmó a Granma el director de la UEB, Pedro Azahares Cuza. De ser así, la estratégica línea recibirá por fin los «toques finales», ojalá que el buen augurio no le resbale.

El trepidar sigiloso de los motores al mediodía disimula el ajetreo fabril, que es intenso, y ahora más eficiente, fresco y sin estridencia, obra de la novedad tecnológica. Pareciera que el apetito energético de la fábrica también quedó en el ayer.

Alcen copas la salud obrera y medioambiental, la económica no, es muy pronto: todavía la entidad le debe valor agregado a la capacidad instalada. Aún le adeuda miles en MLC a la Empresa Forestal y del Coco de Baracoa. Capacidades tiene para superar ese arrastre, y extraerle rédito a esa delicia bautizada, en siglos y latitudes lejanas, como «el alimento de los dioses».