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Estudiantes enveranoClaudia Marla Llamos Ortega (Estudiante de Periodismo) y José Llamos Camejo // Foto: C.M.LL

La mañana del pasado día 17, al llegar a la puerta del cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, Gabriel Iribar Tarruella sintió que empezaba a saldar una deuda con su corazón: “desde hace tiempo me prometí visitar el sepulcro de la familia País, y aún no lo había cumplido; ese día llegó la oportunidad; me la dio el Campamento”.

 

Recién graduado de la carrera de Medicina, este joven de 25 años, cuando habla de los héroes, conmueve con la mirada. Más grande que su descollante estatura parece la admiración que le profesa a los hermanos Frank y Josué País; “¡qué consecuentes en su compromiso con la patria!, ¡y qué grandeza la de Rosario, la madre, ante el dolor de la pérdida de sus hijos!”.

 

“Frank es mucho Frank”, exterioriza el guantanamero de sonrisa franca y barba ligera. Habla de la emoción que sintió al reverenciar a Céspedes y a Mariana Grajales, a Martí, a Fidel, y al colocarle flores a dos santiagueros que, siendo jóvenes como él, enfrentaron con sus vidas a la tiranía de Batista.

 

Reverenciar a la familia País, un deseo que le había negado el azar en sus anteriores visitas al santuario de la patria, y una vez más impresionarse con la ceremonia que involucra a otros jóvenes de uniformes y marcialidad impecables, en el cambio de Guardia de Honor a nuestros padres fundadores, todo eso Gabriel pudo cumplirlo durante una de las actividades del Campamento de Verano 2023.

 

De esa estancia guarda también testimonio gráfico Iriannis Tamayo Quintana estudiante del segundo año de Medicina. Aunque en otras ocasiones ha recorrido ese lugar sagrado, ella experimenta siempre la emoción de la primera vez. El diálogo con Iriannis y Gabriel, y con otros, toma el curso de los héroes, la vida, la obra, lo divino y lo humano de quienes nos dieron patria libre y soberanía. Entonces discurre limpio, como un manantial el compromiso de estos jóvenes con aquellos.

 

El Saldo

 

Uno escucha las vivencias –no solo las de Santa Ifigenia- que durante cinco "moviditas jornadas” les deparó el Campamento de Verano 2023 a los más de cien jóvenes que acudieron a este en representación de la Federación Estudiantil Universitaria, de la Enseñanza Media, y a contemporáneos de otros sectores y diferentes municipios del territorio, y enseguida comprende lo útil que resultan iniciativas como esas.

 

De sus revelaciones a Venceremos, se deduce lo enriquecedor que fue para ellos acudir a citas con la historia, como la relatada, y a otras de carácter comunitario, además de encuentros en instituciones sociales y culturales, a los que se sumaron actividades de índole productiva y de esparcimiento.

 

Gratifica ver, por ejemplo, en rostros de la tercera edad, el brote espontáneo de sonrisas durante un par de horas de afectos en intercambio con abuelitos, jornada de bailes, canciones y buen humor, aderezada con regalos de piezas personales a los de cabellos encanecidos. Gestos así dicen mucho de los pinos nuevos.

 

En otro escenario un aguacero parecía dispuesto a impedir que los del Campamento de Verano 2023 intercambiaran con habitantes de La Caoba, comunidad vulnerable próxima a la Loma del Chivo, en la ciudad de Guantánamo; pero no fue así, ante la eventualidad, los muchachos y muchachas cambiaron la táctica, y en zaguanes, corredores, patios, portales, el diálogo se hizo más familiar y cercano. Se habló de prevención, sanidad, higiene hogareña, de consumos dañinos, de cooperación, convivencia y respeto. Y el asunto no acabó allí.

 

Los acampados también subieron al lomerío, en busca de otro sitio espectacular: el “zoológico” de Manuel Tames, donde Ángel Íñigo Blanco le dio movilidad a las piedras, al esculpir en ellas más de 420 piezas, portadoras de algunas tradiciones de nuestros campos, y de lo misterioso y bello de la vida salvaje que habita las selvas mundo.

 

Antes, los recibió el Rincón de la Viuda, finca La Esperanza. Fue allí donde se mezclaron con gente del lugar, en la tarea de arrancarle las malas yerbas a unas parcelas sembradas de girasoles, boniato, yuca y maíz, entre otros cultivos destinados al consumo humano y animal.

 

Jornadas de alegría y crecimiento pusieron a los integrantes del Campamento de Verano en contacto con la naturaleza y la historia, con la cultura y las tradiciones de Guantánamo. Después de días de compartir, de dar y recibir, de sembrar esperanzas y fomentar nuevas amistades, esos muchachos y muchachas se conocen mejor a sí mismos, a su pueblo y a su provincia.