En estos momentos, una de las nuevas misiones del CDM es la introducción de una tecnología para producir embriones somáticos de plátano, ante la necesidad de semillas para ese cultivo. Si hay dos refranes que no van con el Centro de Desarrollo para la Montaña, en el corazón del intramontuno consejo popular de Limonar, en El Salvador, es “quien mucho abarca, poco aprieta” y “nadie es profeta en su propia tierra”.
En treinta años, se han distinguido por tener un equipo de múltiples especialidades que van desde las ciencias llamadas “puras” hasta las sociales; y por no disponer de áreas experimentales propias, lo que los ha obligado a “coger monte” con su ciencia a cuestas, por el macizo Nipe Sagua Baracoa.
Uno de los principales méritos del CDM es el conocimiento y vínculo con los hombres y mujeres de la montaña. “Nos preocupamos por conocerlos, para entonces poder identificar sus necesidades, y poder trabajar en responder a ellas”, precisa Amauri. Asimilar graduados de carreras tan distintas como Química, Veterinaria, Matemática y Sociología, dice el Máster en Ciencias Amauri Díaz Rodríguez, director del CDM, “permite una mirada realmente integral al desarrollo de la montaña” que, a la vez, se refuerza con el vínculo con los campesinos y las empresas del territorio.
Lo cotidiano -el científico y el campesino en el mismo espacio-, a ojos ajenos es todo un acontecimiento. Así se lo hizo saber el embajador de Bélgica luego de que, en El Silencio de Niceto Pérez, el ganadero “Pipi” Venereo explicara, con lujo y detalles, cómo allí se aplicaba la ciencia.
Pero todo surgió de la necesidad. La primera, la definitoria que el CDM viera la luz, la de desarrollar las montañas desde un centro científico. Esa, fue la luz.
Sueño de tres décadas
Para ir atrás, realmente a los inicios, Amauri evoca el 2 de diciembre de 1991 cuando, en instalaciones mejoradas de lo que fuera un campamento del ejército juvenil del trabajo, se inauguró el Centro Científico, con la presencia de Rosa Elena Simeón y el General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro.
Se parió como solo es posible hacerlo con sueños grandes: con una tropa de científicos de otras provincias que viajaban cada mes e iban contribuyendo a la formación de los más jóvenes entre quienes, por cierto, estuvo Amauri.
“Eran los años del periodo especial, y aquí estaban esos grandes investigadores ayudándonos en la transferencia de las principales tecnologías del país para contribuir a la producción de alimentos…, asesorando, formando”, rememora.
Se producía en dependencia de las necesidades y se transfirió mucha tecnología de café, cacao, cultivos varios sobre todo viandas y granos, producción de animales, preparados biológicos para manejo y control de plagas, y biofertilización…
“Así se comenzaba a cumplir -recalca- la idea del entonces General de Ejército Raúl Castro cuando, en una visita a Sabaneta, dijo que allí se iba a someter a prueba todo lo que se deseaba desarrollar en el Plan Turquino. De esa idea surge la necesidad del CDM y de una institución de educación superior”.
Dos años después, con el sueño idéntico, las coordenadas se moverían unos ochos kilómetros, a su ubicación actual en el Consejo Popular de Limonar: El 3 de febrero de 1994, con la presencia de Raúl y Rosa Elena, se inauguró oficialmente la nueva sede.
Nuevos no fueron solamente los muros. Atrás, quedaron también muchos trabajadores. A bordo, eso sí, quedaban los nuevos investigadores, técnicos…, algunos de los cuales siguen hasta hoy.
Otro hito llegó en 1996, con la fundación del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, CITMA. “Se creó el sistema de programas y proyectos, se aprobó el programa nacional de montaña y cuatro de los seis proyectos que presentamos. Es, realmente, cuando comenzamos el trabajo de investigación científica”, precisa Díaz Rodríguez.
La investigación les aportó visibilidad, y resultados valiosos con colaboración de otras instituciones. Se desarrolló la tecnología para el cultivo del cacao y, luego, la zonificación agroecológica de ese cultivo que permitió conocer qué otros sitios tendrían condiciones para acogerlo, iniciaron las investigaciones del coco.
Con el nuevo milenio, llegó la colaboración internacional por medio de un proyecto con la ONG inglesa Savethechildren (Salvemos a los niños) que impactó en todas las escuelas de montaña de Limonar. Se entregó material didáctico, nos involucramos con círculos de interés”, abunda.
De esa época, vienen proyectos que marcan su quehacer en los últimos años, como el trabajo con las orquídeas, que comenzó con fondos de colaboración para la creación de un banco de germoplasma que permitió identificar más de cien especies en el macizo, un objetivo que se amplió al potencial para la obtención de bioproductos, las relaciones con sus hospederos (forofitos)…, un empeño que sigue hasta hoy.
A finales de 2013, emprendieron un proyecto con la ONG OXFAM para trabajar la tecnología de los microorganismos eficientes -que aplicaban desde 2011- y las ferias de semillas en los municipios de Manuel Tames y Niceto Pérez.
“Nos permitió extender su uso, pero además fuimos pioneros en aportar un cepario a partir de cepas microbianas que aislamos de la hojarasca, pues hasta entonces se tomaban del medio natural, y mezclamos con la idea de desarrollar productos propios”, explica el científico.
Con OXFAM emprendieron REDAR (Redes para una agricultura resiliente) y se participó en la construcción de una herramienta para la evaluación de la resiliencia de fincas campesinas frente a la sequía, primero, y en un segundo momento, huracanes.
La lista de proyectos y resultados, en tres décadas, es extensa. También, su crecimiento, su papel formador de investigadores científicos, y la superación de sus 60 trabajadores, de los cuales 35 son de nivel superior y 14 de medio superior, incluidos nueve investigadores, un doctor en ciencias y varios máster.
En los últimos años, aunque siguen comprometidos con el desarrollo de la montaña, la subordinación del CDM a la OSDE Agencia de Medio Ambiente los ha “movido” hacia un perfil más cerca de las investigaciones relacionadas con el medio ambiente.
Díaz Rodríguez menciona, “como el más abarcador y ambicioso” el proyecto Biodiversidad en agroecosistemas de montaña. “Fuimos a los agrosistemas cafetaleros, cocoteros, cacaoteros y agrosilvopastoriles…, y como parte de este, continuamos el trabajo con los escorpiones, que viene de hace muchos años”.
El veneno del Heteroctenus junceus es, quizás, su investigación más visible. Allí se inició y se continúa. Existe, abunda Amauri, “propuestas de negocios para exportar el veneno, pero faltan certificaciones de procesos; y despejar nuevas incógnitas surgidas de la investigación para demostrar las supuestas propiedades antitumorales y analgésicas”.
“Plantea un problema, continúa el científico, el hallazgo de que no hay diferencias entre los alacranes según su medio, pero sí en sus venenos en dependencia de dónde se desarrollen y su sexo”.
“Se proyecta trabajar de conjunto con República Dominicana y México para potenciar el CDM con equipamiento tecnológico, y organizar los ensayos preclínicos y clínicos… Se trabaja”, argumenta.
Rigor y ciencia, valga la redundancia…
Protagonistas al habla
Aunque en Cuba se producen productos homeopáticos a partir de la toxina del alacrán, el CDM apuesta por un producto que demuestre científicamente sus supuestas propiedades.Por encontrar, Arley Abreu Romero, especialista para la investigaciónde corte agronomía, café y cacao, y licenciado estudios socioculturales; en el CDM encontró hasta pareja.
“Llegué con noveno grado, como obrero agroforestal, y todavía estoy aquí 27 años después. Ha sido mi escuela, mi lugar de formación profesional y humana”, me dice mientras “ordeña” a un escorpión para extraer la toxina.
Es una historia bastante común que, empero, no deja de ser meritoria: lugareños que entran al centro como una opción de trabajo más, y allí encuentran tierra fértil para crecer, en todos los sentidos.
“Uno de mis grandes orgullos es mi participación en eventos científicos, porque eso implica un aval a tu trabajo, que lo que haces tiene un rigor alto, un mérito para cualquier investigador”, asegura Nancy. Dice Nancy Loa Lobaina, que esta puede ser su última entrevista como trabajadora del CDM, así que se disculpa de antemano por emocionarse y nos pide saber dónde publicaremos, para gestionarse el “recuerdo”.
Pero, para ser sinceros, una entrevista entera no sería suficiente para contar su vida y trabajo en el CDM. Es de las fundadoras, de las que comenzó en Matasón como técnica veterinaria y en Limonar alcanzó categoría docente y científica, participante en múltiples proyectos, muchos de los cuales emprende en el Laboratorio de diagnóstico parasitológico.
“Yo no lo pensé. Me enamoré del trabajo y del Centro desde la primera vez. El Centro me dio realización, propósito, un colectivo de trabajo que es familia, una casa, y un sentimiento de ser importante para la gente, el campesino”, asegura esta mujer que nació en el Valle de Caujerí.
Son historias que se repiten, con diferentes nombres, sitios de origen, formación, algunas señales, pero que tienen, como denominador común, el orgullo y la permanencia…