Alberto Álvarez Loredo, dentro de sus años de trabajo, recuerda siempre la reparación realizada a un sistema de tuberías en una barriada guantanamera. "Nos avisaron de una tupición, y fuimos a hablar con los vecinos.

"Le planteamos la necesidad de levantar el piso para revisar el sistema hidráulico y estuvieron de acuerdo. El día que debíamos realizarlo, un vecino tenía un 'yipi' ubicado en una posición que nos dificultaba la labor. Le pedimos, amablemente, que lo retirara para poder trabajar, y no estuvo de acuerdo.

"Volví a hablar con él, de una forma no tan amable esta vez, siempre manteniendo la educación. Accedió al final, pero casi me busco un problema personal, debido a su falta de consideración. Al revisar las tuberías, gran parte de la afectación se debía a una mala manipulación que él mismo había hecho en cierta parte del circuito", explica.

2Alberto no es solo ese hombre que se indigna ante lo mal hecho y actúa en consecuencia, sino también un personaje, en el más integral y oficial de los sentidos. El pasado 29 de abril, le asentaron en el pecho la medalla que lo acredita como Héroe del Trabajo de la República de Cuba, como retribución a tantos años de esfuerzo ininterrumpido.

Cuenta que nació en la zona de Santa Lucía, en el municipio de Minas de Matahambre, occidental provincia de Pinar del Río. En 1974, ingresó al Instituto Tecnológico Amistad Cubano-Soviética donde, cuatro años más tarde, se graduó de especialista en obtención de piezas por fundición de metales, título con el que se adentraría, por primera vez, en la vida laboral.

"Comencé a trabajar en el Combinado Metalúrgico de Puerta de Golpe hasta que, en noviembre de 1982, me trasladé hasta Guantánamo, cumpliendo con un llamado a la juventud para mover especialistas hasta el Oriente del país. Aquí formé una familia y me quedé", relata.

Poco sabía, por aquel entonces, del ejemplar devenir social, familiar, político y laboral que le depararía su tierra adoptiva, porque Alberto, no es solo un trabajador incansable y comprometido con el momento histórico: su vida, es la historia de un hombre que, según reza la prédica martiana, no mira de qué lado vive mejor, sino de qué lado está el deber.

Años a la Vanguardia

En 1989 -mientras trabajaba como asesor técnico en la fábrica de Hierro Gris de la provincia- alcanzó, por primera vez, la categoría de Vanguardia Nacional. Desde entonces, mantiene dicha distinción, año tras año.

"Lo más importante no es llegar a la vanguardia, sino mantenerte. Mucha gente se conforma con el mérito, pero no debe ser así. Por eso no todo el mundo lo logra, porque lleva muchísimo sacrificio", asegura.

Unos años después, debido a su entereza profesional y calidad humana, se integra al Movimiento Vanguardista de la Construcción, donde, luego del horario laboral, apoyó obras en diversos puntos de la urbe guantanamera. Levantaba, así, cimientos de la ciudad que lo acogió como propio.

"He sido, desde entonces, organizador del movimiento. En él, trabajamos en disímiles proyectos, en varios municipios. Apoyábamos la construcción y reconstrucción de todos los policlínicos del municipio; los hoteles Guantánamo, Brasil y Martí; el bulevar, las plazas Mariana Grajales y Pedro Agustín Pérez. Varios lugares insignes de la ciudad llevan mi huella", comenta.

Tal pareciera que Alberto no tiene la capacidad humana de negar un desafío, y que estos parecieran perseguirlo, como conscientes de su decisión de cumplir -sacrificio y sudor mediante- con todo cuanto se propone.

"A unos días de mudarme a mi actual vivienda -recuerda- en la primera reunión de los CDR en la que participé, la antigua presidenta renunció porque su vida personal no le permitía seguir con el cargo. Como por casualidad del destino, ese día me habían entregado la Orden Lázaro Peña, de II Grado, y cuándo preguntaron por alguien para asumir el cargo, todos los vecinos acordaron que yo sería el más indicado. Y aquí estoy".

No sabe de comodidades mientras haya algo por hacer, alguien a quien ayudar. Por ello, "cuando los compañeros de la Campaña Antivectorial se quedaron sin fuerza laboral, participé, en la zona sur, fumigando; cuando se hizo necesario apoyar las zafras cañeras y cafetaleras, lo hice. Si no podía permanentemente, solicitaba 15 días de vacaciones y me iba. Aportaba mi granito.

"Después del paso del ciclón Matthew -en octubre de 2016-, me fuí hasta Maisí, para colaborar en lo que hiciera falta. Bebíamos el agua que llevamos, y dormíamos a la intemperie. Años después, cuando el paso del tornado causó estragos en la capital del país, fui con una brigada. Estuvimos en el municipio de Regla, apoyando la reparación y construcción de viviendas", comparte.

A pesar de haber culminado sus años de trabajo, en diciembre del pasado año, como trabajador de una UEB de la Empresa provincial de Acueductos y Alcantarillados, a la hora que lo llamen, va, razón por la que -según dice- se siente "realizado, porque he estado en el lugar y el momento que tenía que estar, allí donde ha sido necesario. Todavía tengo mi mochila con dos 'mudas' de ropa, para lo que haga falta".

Hijo insigne de la Patria

3"Uno siempre sueña con llegar a ser Héroe de la República de Cuba, porque esa es la máxima categoría que se puede alcanzar como ciudadano cubano. Soñarlo no cuesta nada, pero vivirlo, estar allí a un lado del Presidente y ver cómo te pone la medalla, y te saluda, es la mayor gratificación posible", confiesa.

Alberto, más que un obrero consagrado, como consta hasta este punto, es un ser humano con una voluntad inquebrantable. En 2009, alcanzó la medalla Jesús Menéndez; en 2015, la Orden Lázaro Peña, de III Grado; en 2018, la Orden Lázaro Peña, de II Grado, y, en 2021, la Orden Lázaro Peña, de Grado I, todos pasos necesarios para transitar hasta la categoría de Héroe.

Predica con el ejemplo, para que todo aquel que se contagie de su espíritu, siga sus pasos con certeza. "Siempre he sido fiel a mi trabajo, a mis responsabilidades. He tratado de hacerlo lo mejor posible y, llevar a mis trabajadores a que sigan mis pasos. Soy el primero en llegar y el último retirarme. Eso hace que, donde quiera que llego, la gente me salude, y me llena de regocijo.

"Muchos piensan que cumplí alguna misión internacionalista, pero uno puede volverse héroe desde su pedacito. Solo tienes que cumplir con tu trabajo de todos los días, y luchar por tí, por los tuyos, por tus compañeros, por tu familia. Por la gente que te rodea y quiere".

Ahora que todo el camino ha sido transitado, pareciera que no queda mucho por hacer. Sin embargo, "ahora, más que nunca, es momento de cumplir con las tareas, funciones y deberes. De demostrar que el heroísmo no implica una gran hazaña, sino pequeños sacrificios desde el día a día", concluye.

Su espíritu sigue inquieto como el primer día, aún cuando su cuerpo ya no lo acompañe de la misma forma. Alberto, el Héroe, el incansable, es de esos hombre que albergan en su interior la voluntad de miles; la voluntad de un pueblo entero. Lleva por dentro la dignidad humana.

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