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En las Tetas de Santa Teresa volaban libres los tocororos y otras aves endémicas; no se iban, porque el amor de 35 trabajadores las mantenía unidas al zoológico de Baracoa, parque asentado en las faldas de aquellas lomas próximas a la ciudad.

Allí tenían seguridad, alimento y un entorno de llanos y montañas, donde el sol es controlado por el bosque, hecho de una armazón de árboles disímiles, cuyos troncos, con lunares de polymitas, sostienen aún las copas del zapote, la guanábana, la guayaba, el guapén, el mamoncillo, el granadillo, el algarrobo, la naranja, el café, el cacao, el mango, que a su vez les servían de alimento a los mil 44 animales de 115 especies que vivían bajo la sombra del ‘techo’ vegetal.

Ya no. Da mucha pena ver el ocaso de lo que un día fue maravilla, materialización del sueño de un hombre que en 1936 profetizaba al prometer a los niños pobres de entonces: “Un día les regalaré un león”.

reportaje zoo baracoa 1Anfiloquio “Rubio” Suárez, campesino naturalista que inscribió su nombre en la historia de Baracoa, junto a uno de sus siete leones.

Se llamaba Anfiloquio Suárez Castellanos y lo apodaban Rubio Suárez, Filo, Juventud, una memoria que hay que preservar manteniendo entre todos, Gobierno a la cabeza, el zoológico que él solito, con sus manos, su amor por la naturaleza y dedicación edificó en su propia casa de La Poa No.1 y regaló a los niños el 26 de julio de 1985. Fidel hablaba en la Plaza Mariana Grajales.

El zoológico de Anfiloquio agoniza en la que fue una zona de marcados contrastes, donde lo mismo se oían los chillidos de los monos y el canto de las aves, en armonía con el sosiego de los peces ornamentales; la agitación de los perros jíbaros y la peligrosa quietud del cocodrilo; el susurrante concierto de las palomas, el sijú platanero, los cernícalos y gavilanes, y la sigilosa vigilancia de las lechuzas; el robusto hipopótamo en su tranquilidad de estatua, junto a los amenazantes pasos de leonas en torno al aparentemente pasivo rey de la jungla.

Ahora es desolación, y los orgullosos baracoenses de entonces, propietarios del único y verdadero zoo de la provincia de Guantánamo, que definitivamente ‘engulló’ las especies del miniparque de la ciudad capital, expresan con desdén “para qué visitarlo, ni Modo Verano, allí no hay nada que ver”.

reportaje zoo baracoa 2Erick, como Pichi, el rinoceronte, es recuerdo de los días de esplendor del zoo de los niños de la Primada.Y en determinada medida es cierto: de los mil 44 animales de 115 especies que un día allí vivieron, apenas hay 240 de 12 especies, entre ellos, dos leonas con su soberano par de monos; pecaríes de collar, iguana, cocodrilo, palomas… se ‘reza por las almas’ del hipopótamo, los avestruces y muchas variedades de aves, afectados todos por el huracán Matthew primero, y por la influenza aviar, según informan las autoridades del parque. Tal parece que otro personaje de leyenda impone su maléfica profecía: El Pelú.

reportaje zoo baracoa 4Entre los pocos supervivientes.A esos problemas objetivos se suman las dificultades para garantizar la alimentación y carencia de pienso, que antes proveía Santiago de Cuba, de acuerdo con Ángel Tabera Sourt, administrador del parque, y Yurkenis Ductó Córdova, responsable de la Unidad No.2 de Aseguramiento y Apoyo de la Administración, grupo de Patrimonio, regente del lugar, que antes tenía a Comunales como “padre o tutor”.

A ojos vistas la posible solución al problema de desatención y progresivo e indetenible deterioro del parque está en la mágica fórmula contemporánea: crear una mipyme estatal, idea en embrión, pero al parecer tomando cuerpo entre los decisores. ¿Será?

El zoológico baracoense, el único del Alto Oriente, además de su importancia educativa, de promoción de amor por la naturaleza; de llamado al cuidado y protección del medio ambiente y sus especies de flora y fauna tiene un valor ético, sentimental e histórico que nadie puede desdeñar. La leyenda está aquí, y debemos conocerla:

Ruperto Anfiloquio Suárez Castellanos, el protagonista de esta historia, nació el 27 de marzo de 1915, en un seno familiar campesino marcado por la pobreza común de los campos cubanos. Tenía 21 años cuando, en 1936, llegó a Baracoa el circo Santos y Artigas, ocasión en que vio por primera vez un león, y para ello ayunó e invirtió sus únicos 10 centavos en una papeleta que le permitió insertar por siempre en su memoria la primera imagen de la majestuosa fiera.

En su entorno otros niños desposeídos se acercaban tímidamente a contemplar al rey enjaulado, pero tuvieron que huir en estampida ante un agente policial; entonces, pronunció su profecía: “¡Muchachos, un día les voy a regalar un león!”.

Años después, con el triunfo de la Revolución, Filo, creó un microzoológico en su casa de La Poa, muy cerca del actual. Amaba mucho a la naturaleza. Se metió en el monte y trajo caos y pericos, y después de 11 años de tenaz búsqueda se inmortalizó: capturó un almiquí vivo, demostrando que el fósil existía en Cuba. La historia es imprescindible, el zoo tiene el alma y la vida de ese hombre.

reportaje zoo baracoa 3Su mal humor le viene del castigo que significa confinamiento en solitario, sin los visitantes, sin Verano de ningún Modo.Un día, funcionarios de la Academia de Ciencias de Cuba, fueron a conocerlo. Le formularon una pregunta: ¿Qué sabe del pitirre?, y recibieron una respuesta típica de su ingeniosidad campesina: “Lo que sí no sé es a dónde va, pero sí sé que emigra de noche no siendo ave nocturna, y que llega a Cuba el 18 de marzo”. La sabiduría del guajiro selló una amistad que le valió el alegrón de su vida: el zoológico de Santiago de Cuba le regaló el primero, de los siete leones que tuvo en casa.

“El primero -contaba- era manso y lo mantenía en la vivienda atado por una cadena; ocasionalmente lo paseaba por Baracoa en el jeep de un amigo. Pero Duke… ese era otra canción. Llegó a mi casa cachorrito y juguetón, siempre enredado entre mis piernas, pero un día, no sé por qué se enemistó y ya jamás me tuvo gracia.

“Un mediodía, por descuido, al limpiar la jaula de dos secciones, el león se me escapó. De repente Duke, libre, estaba frente a mí -narraba Filo en una de sus últimas entrevistas.

“Me encontraba a merced de una fiera que me odiaba. Cruzamos frías miradas y la bestia avanzó hacia mí que, petrificado, intentaba cerrarle el paso. Me derribó y continuó camino hacia la carretera que no alcanzó por la barrera de alambres de púa. La gente huía despavorida hasta que providencialmente apareció Justina (Brabet, nota del redactor), su cuidadora.

“Solo ella tenía nervios, tomó el cubo habitual del alimento, lo llamó con cariño y el animal, receloso, venteó el aire y caminó sin prisa hacia su amiga, quien junto a él entraba en la jaula. Entonces me desplomé…, la tensión había terminado”.

reportaje zoo baracoa 5Cuentan que por la Gripe Aviar murieron muchos ejemplares de esa especie y otros fue necesario sacrificarlos. Quien llegara al hogar del Rubio Suárez quedaba inmovilizado por un cartel: ¡Cuidado, perro bravo!, sin embargo, al entrar todo era hospitalidad y recuerdos. Él, junto a su esposa Julita, te recibía afable, con una mirada azul y un apretón de mano muy férreo, porque como repetía, su símbolo era el hierro.

“Me han dado nueve infartos, dos edemas pulmonares; tengo tres heridas en el corazón”, te informaba y luego saltaba lleno de vitalidad, la misma de que hacía gala cuando, con firmeza, respondía al preguntársele por su zoológico: “No es mío, es de los niños, como lo prometí; se los regalé el 26 de julio de 1985”.

reportaje zoo baracoa 6Solo dos simios viven hoy en la instalación.La carretera hacia Baracoa, cerca de la entrada a la Primada, parte al medio este parque de flora y fauna. A la izquierda está la laguna donde otrora se refrescaban los búfalos de agua. A la derecha el área principal da paso a la historia del recinto: allí llegaron a multiplicarse en cautiverio las cotorras, proeza lograda por vez primera en el mundo por Juventud. Se reprodujeron el antílope, los gamos negros y moteados; los jabalíes; los leones Irma y Quirino; búfalos y monos.

Allí nació Mayito, un cebropony marrón de rayas negras, nueva especie surgida de los amores de una cebra Equus Guaggua Grandi; de Kenya o Somalia, y un pony Equus Caballos cosmopolitas. Ya no existe y el dolor se sufre también por la ausencia de otros valiosos ejemplares: el binturong, raro animal de negro peluche y garras de oso; la bella sitalunga, de elegantes cuernos; hienas y leonas; la pareja del flamenco rosado; Pichi, el rinoceronte; el tigrillo, un felino nicaragüense; los ñandúes, los patos huyuyos y el prehistórico almiquí. Todo eso regaló a los niños, animales que vivieron en ese parque que hoy fenece a la vista de todos.

¿Qué falló entonces y qué falla hoy? Nadie se lo explica; pero es imprescindible recuperar las pérdidas, que no hayan más, y hacer cada vez mejor el parque como retribución a su creador y sus propietarios: los niños. En cada trabajador del zoológico debe latir el corazón y el amor por el mundo animal de Ruperto Anfiloquio Suárez Castellanos, El Rubio, Filo, Juventud..., quien mereciera una estatua que lo perpetuara, a la entrada del recinto.

El Rubio Suárez falleció el 6 de agosto de 2002. Honrémoslo, recuperando el zoológico y su memoria.