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No hay como ver con ojos propios para entender la dimensión exacta. Recorrer el camino nivelado, y reconocer el desastre, ponerle olores, polvo de días sin llover, contexto de espacios y pérdidas, luz de amanecer, rostros de sueño regular a la comunidad de Yacabo Abajo, una de las más afectadas de Imías al paso del huracán Oscar.

A unos 500 metros de la carretera, un poco después del escenario de una de las fotos más desgarradoras tras el desastre -en la instantánea, publicada por el periódico Venceremos, una pareja de ancianos se guarece sobre un par de tejas, y el techo improvisado es lo único en pie de lo que fuera el refugio de sus vidas- está la escuela primaria Blas Roca Calderío, aunque la verdad, parece otro mundo: recién pintada, pulcra, funcional.

Pero es Yacabo Abajo. Uno lo sabe por las lomas que cuando el huracán “bajaron” hechas lodo y ahora enmarcan, con sus tonos de marrón y verde, el rectángulo de azul oscuro con bandera a la derecha y poblado de niños, por la vegetación cactácea, pues no hay que olvidar que el poblado pertenece a la franja conocida como semidesierto cubano, por el escaso régimen de precipitaciones que asola el lugar casi todo el año, casi.

Según fuentes oficiales, la crecida de ríos y los deslaves de tierra provocaron afectaciones a más de mil viviendas y seis escuelas en todo el municipio de Imías, incluido Yacabo Abajo.

El antes. El después

reportaje escuala yacabo abajo 1“Perdimos mucho, niños y maestros, pero nos unimos para salir adelante y, una semana después de Oscar, empezamos a dar clases en casas de familias”, rememora la directora de la escuela.

Amarilis Ramos Díaz quisiera no tener que recordar, pero lo hace. Es su deber, su responsabilidad como directora de la escuela primaria Blas Roca Calderío, donde 16 trabajadores, en su mayoría docentes, forman a 35 niños y niñas del poblado y otros cercanos, como La Trilla.

Las afectaciones en el centro de enseñanza, cuenta, se centraron en la base material de estudio, el mobiliario docente, algunos medios del programa audiovisual y los techos de cubierta ligera, “en general, no tan significativos como los sufridos por las viviendas”, reconoce.

Esos, a sus efectos, también se cuentan. “Más del 90 por ciento de los educandos fueron damnificados, de ellos siete perdieron sus casas de manera total. Entre los maestros, ocurrió algo similar, aunque tres nos quedamos sin nada”, se incluye y no es plural de modestia.

Quiero preguntar por el día después. Qué se siente, pero la dejo hablar y hago bien. Ella compone la voz, y me dice que siete días después del paso de Oscar, el 20 de octubre pasado, “recomenzamos las clases, en las casas de los padres que no sufrieron daños”.

reportaje escuala yacabo abajo 2Fue bueno para los niños reiniciar las clases, el movimiento ayuda a sus procesos psíquicos y a todos”.

Antes, ya avanzaba la recuperación de la escuela. Con ayuda de los docentes, de los vecinos que pudieron, de “todas las personas que vinieron a ayudarnos”, se limpió, se sacó del lodo, se salvó lo posible.

El apoyo material también llegó, del gobierno, de Educación, y del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que respondió con agilidad y donó un tanque de mil litros, tanquetas plegables de 10 litros y materiales de construcción que hicieron más que restaurar lo perdido.

“Nos donaron tejas y purlings para recuperar los espacios sin cubierta y recuperar un aula; y apoyaron a Educación con más purlings para crear divisiones en correspondencia con las necesidades de la matrícula, pues antes solo había dos espacios físicos, y los grupos tenían que acomodarse para dar clases, sin la privacidad necesaria”, precisa.

reportaje escuala yacabo abajo 3Entre los aportes de UNICEF está el juego Mi Comunidad, que tiene como objetivo reconocer los múltiples riesgos del entorno escolar, como premisa para poder prevenirlos y mitigarlos.

La agencia, además, ayudó “con medios de enseñanza, juegos, lápices, libretas, instrumentos de medición, colores, títeres… integrados en dos kits, uno de desarrollo de primera infancia y otro escolar, que nos ayudaron mucho en el reinicio de las actividades docentes.

“El resultado, continúa Ramos Díaz, fue que antes de fin de año ya habíamos reinaugurado la escuela, con una infraestructura y medios superiores a los que se habían perdido por Oscar, excepto por la base material de estudio, también muy dañada”.

Laider Mendoza Romero, maestra de la primera infancia, que incluye el grado preescolar y el programa Educa a tu hijo, tiene sus propios recuerdos del antes y el después:

“Todos estábamos muy tristes, así que reiniciar las clases fue lo más lógico, comenzar de nuevo a pesar de las dificultades, de lo mucho que perdimos -que perdió, supimos-. Fue bueno para los niños, que necesitan que la vida no se pare, pues el movimiento ayuda a sus procesos psíquicos, y para todos”.

Nadie estuvo solo. Las familias apoyaron, dentro y fuera de la escuela.
El claustro dejó sus dolores, para emprender el proceso de la enseñanza. Los niños y niñas prestaron atención. La ayuda llegó, desde muchos flancos: y así redefinieron, con sus propias palabras, la resiliencia.

Es, básicamente, lo que vemos: una escuela viva. Y estudiantes como Adan Luis Núñez y Yojana María Guilarte -él, del barrio La Trilla, damnificado; y ella, de un sitio al que no le afectaron las crecidas ni los vientos- “jugando” a reconocerse, a definir los múltiples riesgos que acosan su poblado, su escuela, sus vidas.

El juego Mi Comunidad, también donado por UNICEF, busca que los niños, con ayuda de los maestros y sus familias, armen un mapa multirriesgo donde ubiquen las principales vulnerabilidades ante eventos extremos, sin importar su naturaleza: saber, como primer paso para la conciencia, el cuidado, la prevención, el cambio donde sea posible.

¿Y saben cómo armarlo?, pregunto. “Estamos aprendiendo -interviene Adan. Yo, por ejemplo, sé que el principal problema de mi casa es el río, que cuando crece llega hasta la casa, moja mis cosas, y se lleva algunas si viene fuerte, y el viento que rompe las tejas o las vuela, y los árboles”.

No obstante, aclara, de todo cuanto aportó la organización de las Naciones Unidas, prefiere otros juegos de mesa que ahora entretienen a otros de sus compañeritos: “los rompecabezas, las damas y el parchís son mis favoritos”, aclara.

Lo que la cooperación une…

Si algo define la cooperación de la UNICEF y el Ministerio de Educación es la constancia y la agilidad, y Liera Tait Salazar, metodóloga provincial de la actividad científica de la Dirección provincial de Educación, es testigo de ello.

“La UNICEF, reconoce, ha sido un gran apoyo para Guantánamo en la recuperación tras catástrofes hidrometeorológicas, pero también a través de proyectos de educación ambiental, de reducción de riesgos, pues somos una provincia donde convergen muchas vulnerabilidades”, explica.

Ante la emergencia por Oscar no fue diferente. “Casi inmediatamente, se comunicaron con nosotros para conocer los principales daños y, en consecuencia, las necesidades más apremiantes que, en nuestro caso, fueron los techos”.

La ayuda, rememora, “se asignó de manera muy rápida, y además de materiales de techo, incluía varios módulos que favorecen el proceso docente educativo, la disponibilidad de agua segura, el apoyo psicológico y la prevención de eventos similares, a través del juego Mi Comunidad”.

A finales de octubre, precisa, “ya estaban los primeros recursos, y la tardanza en el resto, si la hubo, fue en el proceso de transportación y no fue responsabilidad de la agencia”.

Educación, respondió con igual prestancia. “Y esto, también, signa nuestras relaciones. Hay, considero, una confianza de UNICEF en que damos un uso correcto de los cuantiosos recursos que ponen en nuestras manos, que las tejas nuevas reponen las perdidas, los tanques se instalan, los medios se ponen a disposición de los niños…”.

Aportes de UNICEF a Guantánamo tras huracán Oscar

-Elementos de techo (1000 tejas, 663 purlings, 4700 tornillos, 2 600 mantas impermeables)

-76 kits de primera infancia

-86 kits de recreación

-200 kits escolares

-100 tanques de 1000 litros

-1488 tanquetas plegables de 10 litros