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Luis choferLuis, después del arreglo en Guantánamo del ómnibus, pudo ir al encuentro de su casa y familia, su mayor anhelo tras el percance.

La guagua se impulsa y los frenos dicen un “hasta aquí” que suena a saludo fatal. Algo va mal y Luis ya lo sabe. Traga en seco. Cada segundo vale y duele. Volante en mano siente sobre los hombros el peso de la vida propia, la del compañero de profesión y la de los pasajeros. Su hija es lo primero que le viene en pensamiento y la necesidad del reencuentro le impulsa a la acción, a no parar.

Va loma abajo, sorteando las peligrosas curvas del viaducto La Farola, zigzagueando para que la gravedad no haga de más sobre la alta Yutong que cerca de una hora antes salió de Maisí, con rumbo a La Habana, cargada de viajeros que poco a poco van descubriendo que, aunque el chofer sigue firme y silencioso, algo no va bien, nada bien.

La escena de una “guagua suelta” por ese peligroso viaducto mete miedo a cualquiera: la montaña que sostiene la carretera deja montes en subida casi vertical a un lado y del otro el vacío que se abre en brusca caída con pocas probabilidades de final feliz posible; pero Luis no deja que el temor le entre de frente, se aferra al timón, a su experiencia, a las ganas de volver a su familia y la responsabilidad de tantas vidas literalmente en sus manos.

Llega una curva cerrada y la guagua intenta virarse, pero el joven chofer sigue aferrado a la salvación, mete toda fuerza y logra enderezarla. Ya todos saben que algo va mal y la tensión sube. Otra curva se abre adelante, más pronunciada y difícil. Luis sabe que no podrá pasarla y actúa en consecuencia: se abre a la derecha y mete el vehículo de fabricación china casi de frente a la montaña, que con sus matojos para en seco al vehículo. Muchos lloran, el nerviosismo impera, pero todas las vidas siguen intactas. Se hizo el milagro.

Accidente Farola abajo

Las redes alertan sobre un accidente en el viaducto La Farola en la tarde del 25 de marzo de 2025. Una publicación tras otra disemina, como pólvora, las imágenes de un carro de pasajeros de Ómnibus Nacionales (ON) fundido contra una maleza casi llegando a una de las tantas curvas de ese vial, entre las siete maravillas de la ingeniería civil en Cuba. En casi todos los posts, la hazaña de que no existieran heridos tras desandar sin frenos por cerca de un kilómetro bajando la loma, se le atribuye, como en efectivamente fue, al chofer Luis Antonio Rodríguez Griñán.

“Me tocó uno de los retos más difíciles que se le puede presentar a un chofer: que los frenos no respondan, pero hay que seguir adelante. Cuando me sucedió eso bajando, no sé cuántas cosas pasaron por mi cabeza, aunque lo primero fue mi hija, que es el amor de mi vida.

“Nunca le dije nada a los pasajeros. Por dentro me convencí: Hay que frenar la guagua con la loma, porque no hay de otra. Si llegaba a la curva siguiente de donde la logré parar por completo, no estuviera respondiendo todas estas preguntas”, me cuenta por el chat de Facebook Luis, nacido hace 31 años en Puriales de Caujerí, en San Antonio del Sur, pero que vive en Bauta, provincia de Artemisa.

Según este conductor, fue muy emocionante el momento en que los pasajeros se pudieron bajar del vehículo. Muchos llorando iban y le abrazaban, dándole las gracias. El medio de transporte se dañó en el frente completo. “Créeme, amigo, una cosa es contarlo y otra vivirlo”.

Amor por el volante

Luis dice que manejar es algo que siempre quiso hacer. “Todo surge de tantos viajes que di cuando pequeño para visitar a mi familia en Puriales de Caujerí y veía a los conductores uniformados, con buena presencia. Me dije entonces que iba a ser chofer de ómnibus y así se dio”.

El viaje de La Habana a Maisí, ruta de ON más larga del país, ha sido recorrida muchas veces por este joven, volante en mano, de hecho, cuando se decidió subir hasta la capital maisiense -antes llegaba hasta Imías, donde se hacía trasbordo en carros de montaña-, en el estreno Luis, acompañado por Rudy Frometa, estuvo entre los chóferes que hicieron el recorrido.

“En cuanto a las lomas y demás cosas nunca he tenido miedo, porque al que le gusta manejar, cualquier reto que le pongan siempre lo disfruta. Pronto subo de nuevo en el viaje de La Habana a Maisí. Vuelvo a la loma si Dios lo permite”, concluye chat mediante, confirmando su valentía.