En brazos de su mamá, Aslan Amed.A sus cuatro meses de vida, entrecortada la respiración, y remitido para Guantánamo, Aslan Amed esperaba en la madrugada de La Caridad de los Indios, intramontano poblado de difícil acceso en el municipio de Manuel Tames.
“Solicitamos apoyo”, insistía un radioaficionado desde el agreste rincón. Pero, además de las pen dientes y la penumbra, entre el Hospital Pediátrico de Guantánamo y La Caridad de los Indios se interponía el montón de obstáculos made in Melissa, cual pandilleros dispuestos a la peor canallada.
Segmentos empinados, encaracolados, resbaladizos; piscinas de fango, grietas, precipicios, caminos obstruidos por barreras de árboles que sucumbieron a los embates del meteoro. Arroyuelos y ríos que vociferaban rugidos funestos. Y la oscuridad traicionera, en volviéndolo todo en las horas iniciales del recorrido.
En La Caridad… en primera línea, Iglenis
Al llamado de la afligida madre de Aslan Amed, en La Caridad de los Indios, la doctora Iglenis González Ramírez, médica de la familia y residente del segundo año en la especialidad de Medicina General Integral, echó a un lado un percance propio y acudió de inmediato.
Una dolencia nefrítica en ese instante la avasallaba, pero ella hizo de la sensibilidad personal un calmante; le importó más el dolor de aquel niño que el suyo. Fue por él, lo estabilizó, gestionó su traslado a una institución médica de la ciudad de Guantánamo, y lo cuidó durante 14 horas. Su desvelo fue un muro que la muerte no pudo franquear.
Mientras tanto…
A motosierra y machetes abrieron camino.Otra cadena de humanidad, formada por integrantes de las Tropas Especiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), efectivos de la Cruz Roja, e intensivistas del Sistema de Urgencia Médica (SIUM), se dispuso al rescate desde la urbe guantanamera.
En el trayecto se sumarían el presidente del Consejo de Defensa de Manuel Tames, y un par de doctoras jóvenes, a cargo del sector de la Salud en esa localidad.
Ya en pleno lomerío, en un barriecito al que llaman El Pensamiento, la oscuridad facilitó que una alcantarilla intentara engullir a uno de los rescatistas empeñados en sacar el camión de un atasco. Otro militar intervino, y al precio de una pierna averiada evitó lo fatal. Tremendo susto.
A pico y pala, las otras armas.El atasco se prolongó cerca de tres horas; el Kamaz de triple tracción salió por su poder soberano y descomunal, conducido por un hombre que para salvar una vida le puso valor, corazón y pericia al oficio.
Por una vida, en una cuerda.Más adelante, en Vega Grande, un vallecito ralo, largo y estrecho, cuando la naturaleza mostró su lado perverso y el río embravecido obligó a detener la marcha, efectivos de las Tropas Especiales de las FAR, de la Cruz Roja y del SIUM, entre ellos, una mujer, aferrados a una cuerda, cruzaron.
Loma arriba contra el tiempo y la geografía, llevando sobre los hombros un balón de oxígeno, una camilla, una mochila y medicamentos anduvieron a pie otros 14 kilómetros. La salvación de un niño y una madre angustiada los esperaban al final del camino.
El encuentro no fue, la victoria sí
Entrada la tarde, La Caridad de los Indios fue testigo y epílogo de un acto de humanidad iniciado en la madrugada anterior. Hambreados y con fatigas al límite llegaban los rescatistas. Pero Aslan Amed ya no estaba allí. Otros héroes, en un helicóptero de las FAR, lo habían tras ladado a la ciudad de Guantánamo.
Cuando los que acababan de llegar lo supieron, sus rostros dibujaron espontáneas sonrisas, y con suspiros liberaban tensión y exteriorizaban alivio; Aslan Amed estaba salvado. “Permanece con una bronquiolitis ligera, sin signos de alarma respiratoria”, explicó la pediatra Nolaiber de Arriba Brown, en la Sala de Cuidados Intermedios del Hospital Pediátrico Pedro Agustín Pérez, donde el pequeño sigue ingresado. “Sus parámetros vitales se mantienen estables”, detalló la doctora.
A su lado, de pie, con Aslan Amed en los brazos, Yiliena Castillo Caballero sonreía. “Salvaron a mi bebé -reconoce la joven madre-, se lo debo a Cuba y a todos, empezando por la doctora Iglenis”.
Una madre que al final puede sonreír; una joven doctora olvidada de su dolor para salvar a un bebé; soldados, rescatistas, mujeres, jóvenes con fibra de héroes y de heroínas -la fibra de su país- tendieron puente sobre el abismo hasta quebrar el peligro en un paraje remoto. La solidaridad siempre encuentra caminos.




