Sesenta años se cumplirán, este diciembre, de la terminación del viaducto La Farola, megaconstrucción guantanamera que trajo la luz definitiva a la ciudad Primada de Cuba y que, por su majestuosidad, calidad y derroche de soluciones técnicas, se erige en permanente homenaje a los constructores cubanos.
Veinte meses (desde abril de 1964 hasta diciembre de 1965) bastaron a los constructores para concluir el viaducto, cuyo proyecto original fue del ingeniero Maximiliano Isoba.
El famoso tramo se extiende desde el puente de Las Guásimas (Veguita del Sur) hasta el mirador próximo al Alto de Emilita, ocupando seis kilómetros de la llamada Vía Azul, es decir, de la carretera de 154 kilómetros que enlaza a las ciudades de Guantánamo y Baracoa.
Derroche de ingenio y esfuerzo constructivo.
Los ingenieros se propusieron hacer una carretera de hormigón de seis metros de ancho, pero como el terraplén existente no tenía el espacio requerido, en lugar de cortar la montaña (lo que no era aconsejable por estar constituida por rocas fracturadas o de serpentina) fundieron una placa volada sobre el precipicio, sostenida por gruesos pilotes prefabricados encajados sobre la roca y por vigas de hormigón de alta resis tencia.
Entre las soluciones ingeniosas re salta también el levantamiento de muros de contención en zonas estrechas de poca altura, denominados muros chiqueros, aporte del ingeniero Ángel López Landa, nombre imprescindible en la historia de La Farola, junto a Isoba y los también proyectistas Luis Pérez Cid, Gonzalo Paz y Américo Fuentes Labrada, responsable general de la obra.
En parte de los cimientos hubo que cavar manualmente, sobre laderas de amplia pendiente, siendo necesario sujetar con sogas a los trabajadores, rememora a sus 98 años Miguel Ángel Daissón López, uno de los 514 trabajadores que en el momento de mayor esplendor constructivo laboraron en el viaducto.
Chofer de un camión Berliet desde el inicio hasta la terminación de la carretera, Daissón López trabajó en la construcción de otras obras importantes en la provincia, como las presas La Yaya y Jaibo, el Plan Fidel en Maisí y en la pavimentación de la mayoría de los viales del territorio.
Su incuestionable vivencia le permite afirmar que fue el viaducto La Farola la más exigente de las construcciones en que participó, por la intensidad de las labores, la peligrosidad de la topografía y el hecho mismo de estar albergados y trabajar durante 11 días continuos para descansar tres.
“Las condiciones del terreno eran muy difíciles, por las pendientes, el abismo, las lluvias, los derrumbes y la estrechez para el desplazamiento de los vehículos”, afirmó por su parte Santiago Daissón, entrevistado por este reportero hace unos años.
“Recuerdo que, en no pocas ocasiones, los operarios de martillo tuvieron que perforar prácticamente en el aire, sentados en una silla, ubicada en la punta del boom de la grúa.
Yo dirigía una cuadrilla de 25 trabajadores, entre los que había martilleros, albañiles, cabilleros y carpinteros”, evocó Santiago, más conocido por El Guardia entre ami gos y compañeros de labor.
Otros protagonistas de la insigne obra, como Francisco Maldonado Bueno (albañil), Ciro Cabrera Carrión (mecánico) y Santiago Pérez Castillo (comprador), interpelados también en ocasión del aniversario 45 de la serpenteante vía, aseguraron que a pesar de las condiciones topográficas se trabajó a un ritmo intenso, con jornadas, no pocas veces, de hasta 17 horas diarias.
Maravilla de la ingeniería civil cubana
Solo de esa manera pudo hacerse realidad en tan breve tiempo el sueño de los baracoenses de disponer de una carretera segura, que tras seis décadas de su apertura continúa siendo una de las más relevantes del mundo, por su complejidad constructiva y el fastuoso recorrido de su viaducto, adosado a la ladera de la montaña, en el macizo Sagua-Baracoa.
La calidad constructiva del viaducto, sus soluciones técnicas y majestuosi dad las tuvo en cuenta la Sociedad de Ingeniería Civil, de la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (Unaicc), para incluir en febrero de 1997 a ese tramo vial entre las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.
Por La Farola transitan hoy algo más del 96 por ciento de las personas que entran o salen de Baracoa, y el 83 por ciento de las mercancías, cifras que expresan, en sí mismas, el impacto económico-social de esa obra, promesa y fraude de los desgobiernos neocoloniales, hecha realidad por la Revolución.
La Farola significa también el tránsito de una región geográfi ca a otra con ca racterísticas climatológicas e hidrográficas contrastantes: del sur seco, donde escasean las lluvias y la vegetación es semidesértica, al norte de abundantes precipitaciones y exuberante flora.
Desde el punto de vista paisajístico sobresale el impresionante cuadro don de la carretera se dibuja sobre preci picios y se retuerce una y otra vez en curvas cerradas, que posibilitan ver el camino.
Las vistas que muestra al transeúnte son notables por su espectacularidad, e incluyen las montañas, la densa vegetación y los manantiales que propician al viajero un agua refrescante y de calidad, filtrada en su zigzagueo por entre las serranías.
El viaducto es de Imías
La Farola, vinculada por tradición más a Baracoa que a Imías, es patrimonio de este último municipio, al cual corresponde toda la extensión del viaducto. En octubre del pasado año, tras las afectaciones causadas al vial por el huracán Oscar (dañó estructuras y provocó numerosos derrumbes y hundimientos del terreno), más el deterioro acumulado por casi 60 años de explotación, se anunció la primera reparación capital de La Farola, acción que conllevaba realizar un diagnóstico riguroso por es pecialistas de la Empresa de Servicios de Ingeniería y Diseño de Holguín (Vértice).
A partir de ese estudio se proyecta rían las acciones a realizar, algunas de ellas complejas, por la magnitud de los daños, lo escarpado del terreno y los medios técnicos exigidos. Por lo pronto se sustituyeron losas dañadas en varios tramos y se trabaja en la rehabilitación de otros, como el de Cagüeybaje, para que La Farola siga irradiando luz.