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topeteHubo extrañeza, pasmo, desazón. Un erizamiento recorrió su diálogo íntimo con la piedra. Para completar el cuadro, todo el que quería localizarlo, le soltaba: “Oye… nos vemos en tu estatua”. Los cercanos, los que nunca faltan, le pusieron un tabaco en la boca. Las bromas iban y venían. Una dulce venganza iba tras sus huellas.

El arte es un juego de espejos, y la amistad, lo es. “Topete” tomó unos versos de Mireya Piñeiro, habló con su guitarra y nació la canción dedicada a Ángel Íñigo Blanco. El escultor naif bromeaba con el trovador: “El único animal que me falta en el zoólogico… eres tú”. Naturalmente, hacía referencia a su fauna pétrea, aquella que le fue naciendo de las manos, entre frutas y cafetales, en una finca de Yateras.

Así, en la caliza, emergió un día la figura de un caballero asido a su guitarra, una rodilla en tierra, la otra pierna flexionada. En el mismo acto de rasgar las cuerdas, en el mismo instante de cantar. Lo insólito encontró lugar. A Guantánamo le nacía una escultura inspirada en un músico vivo, Lorenzo Cisneros Hernández, “Topete”.

Hubo conciertos y canciones cerca de la escultura, en el boulevard, en los escalones, a unos pasos del parque Martí. Y cantaron Silvio y Pablo, Sara, Vicente, Augusto Blanca, Moncada… Ahora la obra está emplazada en la Avenida Camilo Cienfuegos, pero la música sigue, las nuevas voces nacen.

El Trovador ha resistido todos los traslados, todos los avatares, todas las miradas.

¿Cuántas veces escuché canciones en aquella guitarra de piedra? ¿Cuántas veces sus ojos de piedra me siguieron camino a casa de mi hermana, de vuelta al río? ¿Cuántas preguntas difíciles le habré hecho? ¿Y cuántas confesiones a su corazón duro, de mis descubrimientos, de mis desatinos veintiañeros?

Una ciudad vino a mí, un milagro, cuando el mismísimo Lorenzo Cisneros me recibió en México; cuando me acompañó a la ciudad prehispánica de Teotihuacán, a las pirámides. Fundador del Movimiento de la Nueva Trova, fundador de la Jornada de la Canción Política, fundador del grupo 4 de Agosto. Lo he visto cantar en el Casa de la Trova santiaguera, en el teatro Carlos Marx, en la Casa del Joven Creador, en el bellísimo Metepec, en el descomunal Zócalo mexicano.

Lorenzo Cisneros, vive en la patria de Juárez hace casi veinte años. Y ahora sí se cumple el tango gardeliano: para su espíritu inquieto, ese tiempo no ha sido nada. Un compatriota, Manolito Mulet, ha hecho con él, la mancuerna artística perfecta. Y el Tope sigue tan cubano y tan guantanamero como siempre. Es un trovador de fe, irrenunciable.

Le abrazo cuando pone en mis manos sus discos Changüiseando a la trova y el son, y Regálame la lluvia. Son dos épocas. Un canto desde Cuba. Un pedazo de Cuba fuera de Cuba. Y yo, saltando mares, no tengo otra forma de retribuirle que tomarme una foto junto al trovador de Íñigo, que es como regresar, como volver el tiempo, como fundir la piedra.