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poetaEllos no estaban, no podían, no era su hora aun; pero tal vez los intuía, los presentía en el tiempo. Si uno conoce Guantánamo, sabe que detrás del horizonte, hay más. Guantánamo es paridora de gente así, en permanente estado de ebullición.

Hoy voy a dar un salto en mis memorias. Voy a evocar desde estos tiempos, desde ahora mismo, desde el presente. Es el Guantánamo del que nunca me iré.

Ella se puso en guardia, puso el pecho. Tomó un rayo de sol como florete, de la palabra hizo su empuñadura y se lanzó sin miedos. Bastó una tarde para entender a la chica de Grafomanía, para izar velas junto a ella. Yecenia Ramírez Sosa no era todavía Yess, como ya empieza a asomar por el mundo literario.

Grafomanía, nació el mismo Día del Idioma, un 23 de abril, hace ocho años. Fue una osadía necesaria, un salto a la contemporaneidad, una estrategia de promoción de la lectura con un motor fuera de borda. De la aldea a la aldea global. Fui jurado de una de las ediciones del concurso internacional Abriendo Puertas, que ellos auspician. Un nombre bien puesto. Desde el oriente del Oriente, puede tocarse el mundo.

Yecenia ramírez

Para mí, su nombre está ligado para siempre al V Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura, que organizamos con la UNEAC en Santiago de Cuba, en 2016. Promover la lectura es un arte mayor. Ella conmovió al jurado central, a las instituciones invitadas y resultó la escritora con más premios.

¿Qué lectura marcó tu vida?, preguntaba la convocatoria. Ella escogió El libro más triste del mundo, de Otilio Carvajal y el personaje de Luquitas: un niño baldado, pero con la esperanza intacta por volver a caminar. Ella contó como el libro la vivió, como de pronto la historia literaria se volvió la historia real de su hijo, como el libro reforzó su fe.

La autora de Coleta, corazón de papel y de Los ombligos del mundo, tiene otros tantos libros en su mente. No importa si desde un guión, si desde la Asociación Hermanos Saíz, si desde un poema: ella tiene el don de tocar, la capacidad de fundar. Y su voz, la voz de Yess Ramírez, no hará otra cosa que crecer.

Da gusto conocer a gente como ella. Y como DaRoDe, como Daniel Ross Dieguez. Un día me encontré su blog La presilla del Cemí y no pude soltarlo. Lo seguí por los caminos olvidados, por la transparencia con que atrapa la naturaleza, por la memoria inconsolable con que nos entrega las ruinas de lo que ya se fue, lo que dejamos ir.

Su lente lo recorre todo con fascinación, con osadía.

Daniel Ross

Cuando muchos no quieren mirar Cuba adentro, Daniel nos lanza. Cámara en mano, mostrándonos, coreografiando, narrando a su paso. Como descubridor insaciable, acaba entregándonos apuntes rápidos cual relámpagos, intensos como caricias, y tantas veces dolorosos, como latigazos.

Daniel Ross es un animador, decantado por la exigente técnica del stop motion. Cuadro a cuadro, segundo a segundo, con paciencia infinita. Ahora mismo prepara la historia del pintor Ángel Laborde. Y Ramón Moya, ángel de sublime locura, se asoma a sus proyectos. Él mismo ha diseñado los muñecos y les ha dado cuerpo, volumen, movimiento.

Me ha hecho un regalazo, al apropiarse de algunos de mis versos en su primer corto de ficción, La noria. El reto de nuestra cotidianidad puesto en imágenes, la serpiente que se muerde la cola. En la Muestra Joven ICAIC, recibió los elogios del mítico cineasta Fernando Pérez. Los grandes saben ver.

Daniel Ross Dieguez es un renacentista del siglo XXI. Hace música, poesía, videos, pintura. Dirige, filma, escribe. Es un artista digital, un youtuber consumado. ¿De dónde? ¿De dónde habrá salido este muchacho?