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inflacion 5 1Hoy, en cualquier cola o mercado, es común escuchar la frase eso es por la inflación. Este término, antes reservado para economistas y debates especializados, ha pasado a ser parte de la cotidianidad tal cual los apagones o la demora de los man dados de la canasta básica.

Lo cierto es que no es para menos, ese fenómeno re presenta la cara más cruel y la más visible de la crisis económica por la que atraviesa el país.

Pero ¿qué es exactamente la inflación y por qué golpea con tanta fuerza? En términos entendibles es el aumento sostenido y generalizado de los precios de bienes y servicios.

En otras palabras, cada día el dinero alcanza para menos. Aunque pueda parecer un proceso abstracto, el origen de tan preocupante suceso está irrefutablemente anclado a profundos desequilibrios en la gestión económica.

En Cuba, por ejemplo, se combinan va rios factores que retroalimentan ese proce so, la escasez de oferta de producción na cional se abre paso como uno de los más notables y perceptibles por la población, sin dejar de mencionar al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra nuestro país, que se hace presente y acrecienta todos los procesos y problemas del país.

Otro factor que se hace eco en nuestra economía es la dependencia mayoritaria de importaciones que se utilizan para cubrir necesidades básicas como alimentación, combustible, medicinas e insumos agrícolas y cuyo precio varía en dependencia de quién los importe.

Cuando no existe una oferta de bienes y servicios que se correspondan con la demanda, que a su vez se mantiene o hasta crece, los precios suelen subir, y lo vivimos con el paquete de pollo, el arroz, el aceite y otros productos esenciales para el hogar. Por otro lado, tenemos el factor monetario, la Tarea Ordenamiento, implementada en enero de 2021, tenía entre sus objetivos un aumento en los salarios y pensiones que terminó finalmente junto a la escasez de bienes y servicios, en una devaluación ofi cial del peso cubano.

Aunque el propósito de esta medida del Gobierno revolucionario era reorganizar las finanzas, el resultado fue una inyección de capital circulante a una economía que no incrementó su producción.

Como me dijo un profesor de mi Alma Mater en su momento, cuando demasiado dinero persigue pocos bienes la inflación le sigue detrás. Todo ese proceso generó un caos de precios relativos; nacieron múltiples tasas de cambio, donde la oficial, el Banco, proyectaba su valor y el mercado informal proyectaba el suyo.

Muchos negocios tomaban como referencia el precio del dólar o el euro en el mercado negro, donde hoy supera la cifra de 390 pesos cubanos, y contando. Esta distorsión aumenta la inflación porque los proveedores y revendedores fijan sus pre cios en función del dólar según la tasa informal, aunque eso se considere ilegal.

Otro factor adicional que alimenta el índice inflacionario es el déficit fiscal. Cada año el presupuesto estatal gasta más de lo que ingresa a sus arcas, un exceso de capital que sin respaldo en producción agrava la depreciación del valor real de nuestra moneda local.

Para la población cubana la inflación no es ya una cifra o un fenómeno económico, sino un pesar diario, que golpea, sobre todo, a pensionados, familias en situación de vulnerabilidad y trabajadores con ingresos fijos, quienes ven disminuido su poder adquisitivo.

Basta salir a la calle para observar cómo han aumentado los precios en relación con años anteriores. Al final, eso es lo que hace la inflación, perjudicar a quienes poseen menos y termina por reforzar diferencias económicas en la población.

La subida de precios genera una pérdida de confianza de lo que el trabajo vale, sucumbiendo así, de a poco, la planificación del gasto familiar, incluso, el simple deseo de engendrar un niño.

Muchos jóvenes suelen ver con mejores ojos trabajos que paguen más, aunque estén por debajo de sus aptitudes profesionales, proceso que demerita el valor del esfuerzo académico.

Ese fenómeno termina indirectamente relacionándose con la fuga de cerebros. Muchos profesionales competentes emigran a otras fronteras para ver su trabajo mejor valorado económicamente. Algunos jóvenes ni siquiera ejercen sus carreras debido al mismo tema del pago salarial.

Para combatir la inflación existen medidas, pero la falta de coherencia y sostenibilidad en la aplicación de dichas políticas no hacen visibles resultados concretos.

Deben encontrarse vías para motivar la producción nacional, buscar incentivos para que la empresa estatal socialista y el sector privado sientan la motivación de producir más y con mayor eficiencia, y reducir importaciones innecesarias.

Finalmente, este combate no debe caer solo en las manos del Gobierno y las organizaciones competentes, la población debe intervenir en ese fenómeno tan delicado; si sus derechos como consumidor se ven violados de alguna forma, ya sea con productos que no están equilibrados con su precio o cuando nos venden productos a un precio muy por encima del establecido, la solución en estos casos es denunciar, ya que ambos, constituyen delitos.

La inflación nos hiere como sociedad, como país y como consumidores. Un breve repaso por este fenómeno tristemente no hace justicia a los menoscabos que ocasiona, pero nos sitúa en el momento histórico en el que vivimos, el momento de actuar.