Los primeros ciudadanos de Cuba están de cumpleaños. Festejan hoy los 514 años transcurridos desde que el 15 de agosto de 1511 los Reyes de España le concedieron el título de Villa a Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, primera capital y episcopado de la Isla. Los números 1.
Después el Adelantado Diego Velázquez seguiría repartiendo títulos: San Salvador de Bayamo, en 1513; Santísima Trinidad, Sancti Spíritus, y Santa María del Puerto del Príncipe, en 1514; Santiago de Cuba, San Cristóbal de La Habana, y San Juan de los Remedios en 1515, las siete villas fundadas por El Conquistador.
Las celebraciones arrancaron el domingo 10 de agosto y tendrán su momento cumbre con la celebración este viernes de la sesión solemne de la Asamblea Municipal del Poder Popular, evento que reconoce a las personalidades que han contribuido al enriquecimiento cultural, económico y científico de la comarca.
La tradicional misa solemne no faltó, homilía que califica de regalo de Dios este territorio pletórico de bellezas naturales en sus bosques, ríos y fauna, tesoros que sus pobladores están llamados a cuidar y preservar.
Las celebraciones iniciaron con la Fiesta de las Aguas en este territorio cruzado por innumerables ríos, entre los que destaca el Toa, el más caudaloso y donde mostraron su pericia en competencia los balseros de ese cauce.
Al Comandante en Jefe Fidel Castro en el 99 aniversario de su natalicio fueron dedicadas todas las actividades de estos días que incluyeron, entre otras, feria agropecuaria; el Salón 514 aniversario, en la galería de arte Eliseo Osorio; el Taller de Investigación “Baracoa: Historia, Cultura y Tradiciones; la presentación del libro “Las multi-facetas de la vida de Anfiloquio Suárez Castellanos: Una fantasía hecha realidad” y se dio a conocer el programa por el centenario de Fidel.
Cada aniversario es ocasión citadina para recordar los más de cinco siglos vividos por generaciones de La primera en el Tiempo, desde que el 27 de noviembre de 1492 los mástiles y velas de La Niña y la Santa María, asombraran a los taínos, y Cristóbal Colón, embrujado, reconociera que esta era “la más hermosa cosa del mundo”