
El compost casero es una manera sencilla y ecológica de reutilizar los desechos orgánicos del hogar, y obtener un abono natural que enriquece la tierra y mejora la salud de las plantas. Para empezar, no se necesita un gran espacio: basta con un recipiente con tapa, una cubeta o, incluso, una caja de madera. Lo importante es que tenga pequeñas ventilaciones para permitir la entrada de aire.
El compost se forma combinando materiales verdes y materiales secos. Los verdes son restos frescos como cáscaras de frutas, verduras, restos de café y hojas tiernas. Los secos incluyen cartón sin tinta, papel, hojas secas, aserrín o cáscaras de huevo. La clave está en mantener un equilibrio por cada parte de material verde, agrega dos partes de material seco para evitar malos olores y controlar la humedad.
Cada vez que añadas desechos, cúbrelos con una capa de material seco y remueve la mezcla una vez por semana. El movimiento permite que entre oxígeno, acelera la descomposición y evita que el compost se compacte. Si notas que está muy húmedo, añade más secos; si está demasiado seco, rocía un poco de agua.
El proceso suele tardar de dos a tres meses. Sabrás que está listo cuando tenga un color oscuro, textura suelta y un olor similar a la tierra húmeda. Luego puedes aplicarlo directamente en macetas, huertos o jardines, mezclándolo con la tierra para mejorar la retención de nutrientes y hacer que tus plantas sean más fuertes y saludables.
Hacer compost no solo reduce la basura doméstica, sino que también ayuda al medio ambiente y aporta un fertilizante natural de gran calidad.



