Dos equipos dejando la piel en el terreno. De un lado unos Titanes del Guaso que aspiraban a su primera corona y del otro La Habana FC tratando de volver a lo alto del podio tras 25 años de seguía en el reinado.
Los jugadores, de colores verde y negro los guantanameros y de azul los habaneros, se mueven por el polvoriento terreno del estadio Rogelio Palacios tratando de llegar a la zona del rival, de causar daño ya sea en jugadas construidas desde la saga -muy pocas, en realidad-, tiros de esquina o intentando con el balón en el aire superar a las defensas y llegar al arco contrario. Utilizan lo que tienen: uno apostando más a la técnica y el otro a la fuerza, aunque sin jugadas espectaculares ni mucho brillo, con pocas llegadas de peligro y poca efectividad en el control del balón.
En las gradas, un público abundante grita, hace gestos, corea, aconseja, baila conga, sufre y celebra. Los del Guaso, ante su público, tratan de poner el ritmo al principio y luego se pierden en el juego capitalino. El gol de Enzo Viamontes pone a los visitantes delante.
El choque con un tanto en la pizarra, se vuelve más interesante, pero pese a los locales tener más llegadas, no llega el empate y el pitazo final del árbitro principal levanta la alegría imparable y justa de jugadores y personal técnico de La Habana y la tristeza de los Titanes, que no lograron hacer valer el precedente de ser el mejor equipo de la etapa clasificatoria, lo que les regaló ser sede de la final.
La lluvia, que amenazó, pero no cayó, se aleja, mientras la ceremonia de premiaciones sube la “fiesta azul” y cierra la puerta del Torneo de Apertura de la 108 Liga Nacional de Futbol en Cuba, que reiniciará acciones con el Torneo de Clausura, de donde saldrá el campeón de la Liga. Sueños y esperanzas siguen con vida hasta entonces.
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