Ante las nuevas circunstancias sociales, económicas y políticas que atraviesa el país, algunos pudieran pensar que los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) son una organización obsoleta, anclada a un pasado que ya no dialoga con los desafíos actuales.

Sin embargo, es precisamente en estos momentos cuando se impone la necesidad de repensar y adaptar a los CDR a los tiempos que vivimos.

Lejos de haber perdido su razón de ser, los comités conservan una capacidad organizativa que sigue siendo imprescindible para la vida comunitaria en Cuba.

Desde su fundación el 28 de septiembre de 1960, por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro, los CDR surgieron como una respuesta directa a las amenazas contrarrevolucionarias, en un contexto marcado por la tensión y el asedio externo. Aquella noche histórica, cuando un petardo intentó silenciar al pueblo durante un acto multitudinario en La Habana, la respuesta fue clara: unidad, compromiso y firmeza. Los CDR nacieron para garantizar la vigilancia revolucionaria colectiva, pero desde entonces su papel ha trascendido ampliamente la seguridad.

Con el paso del tiempo, los Comités se consolidaron como una estructura esencial en los barrios, cuadra por cuadra, al servicio de las grandes misiones de la Revolución. Desde la vigilancia activa pasaron a liderar tareas comunitarias, articulándose con instituciones del Estado para apoyar campañas de salud, educación y solidaridad.

Durante la pandemia de COVID-19, su protagonismo volvió a ser palpable: distribución de alimentos, apoyo a la vacunación y tareas sanitarias son solo algunos ejemplos de su capacidad de acción.

Pero más allá de las emergencias, los CDR han sido un canal efectivo para la participación ciudadana en momentos de profundo debate político, como lo fueron la consulta constitucional de 2019 y el Referendo del Código de las Familias.

En cada rincón del país, los comités facilitaron el intercambio, promovieron el diálogo y acercaron la política a la base. Esto demuestra que no solo son una estructura de movilización, sino también un espacio de reflexión y ejercicio democrático desde la comunidad.

En su 65 aniversario, la vigencia de los CDR no debe medirse por la nostalgia, sino por su capacidad para transformarse y seguir siendo útiles.

Hoy, cuando las dinámicas sociales son más complejas, cuando los jóvenes demandan nuevas formas de participación y cuando la solidaridad se vuelve más necesaria que nunca, los Comités están llamados a renovarse sin perder su esencia: ser una herramienta del pueblo, para el pueblo.

Más que nunca, los CDR tienen la responsabilidad histórica de ser actores activos en la construcción de una Cuba más justa, inclusiva y participativa.

 

Tomado de Cubasi

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